En el hogar de Ana María Guiulfo y Tony Custer, ambos decoran el árbol de Navidad con adornos pintados a mano y combinan recetas, como el puré de camote con marshmallow, con tradiciones estadounidenses que transforman esta época en una expresión de creatividad.

Por: María Jesús Sarca Antonio | Foto: Paolo Rally

¿Puede una casa contar la historia de dos vidas que se encuentran en el arte? Ana María nos recibe en su casa, y la primera impresión es de amplitud. Al fondo, una falsa ventana proyecta un jardín infinito. “Fue un pedido especial –explica Tony Custer–. Quería que diera la sensación de continuidad del paisaje”. Es una pintura de José Luis Guiulfo, artista, músico, fotógrafo y hermano de su esposa.

Ana María posa junto a la obra de su hermano José Luis Guiulfo. La pintura, que simula una ventana abierta hacia un jardín imaginario, fue un pedido especial de Tony Custer.

A partir de ese punto, el recorrido confirma que no hay pared ajena a la memoria. Incluso el tabique que separa la sala del pasillo sostiene imágenes por ambos lados: collages de las hijas de Tony junto a sus nietos. Frente a mí, un retrato que a primera vista confundí con una fotografía de Ana María. Al acercarme, descubro que se trata de otra pintura. “Lo hizo mi suegra –me dice–, era una artista multifacética”.

Tony acompaña las palabras de la diseñadora y me invita a la biblioteca, donde además de libros y álbumes de fotos –“Hay uno lleno de las fotos de nuestro matrimonio, hay un montón de nuestros hijos, cuando todas las fotos se tomaban en físico”–, se exhibe una escultura en bronce: “Soy yo a los 13 años, mi madre lo hizo”. Luego me muestra la colección de barcos a escala, su pasatiempo favorito: “Son exactas, hechas con los planos originales”. Señala uno y añade: “Lo hizo un francés y es una maqueta de un barco real”.

La dinámica de la pareja se explica desde la complicidad_ Tony complementa las ideas de Ana y ella potencia su sensibilidad artística.

Tony también es multifacético. Graduado en Economía en Harvard y con un MBA de Harvard Business School, mantiene una práctica artística sostenida. Toca música, dibuja, pinta, cocina, restaura cuadros, e incluso escribió libros de cocina peruana y cuentos infantiles, con el mismo afán que aplica en la gestión empresarial y la dirección del negocio familiar.

Junto a la fundadora de la marca peruana Ana G, este año, al igual que otros, empezaron con la decoración del árbol de Navidad. Y mientras ella le muestra las muñecas que pintó a mano, es evidente que la admiración es mutua. Tony enseña orgulloso los tapices en sillas que Ana María pintó o la pantalla de una lámpara diseñada por ella. También quedé admirada; así que Ana María, curiosa y juguetona, me dirige al baño, donde aprovechó el blanco de las paredes para pintar figuras de mujeres. Con su arte, no duda en intervenir en todo lo que le parece.

 

La dinámica de la pareja se explica desde la complicidad: Tony complementa las ideas de Ana y ella potencia su sensibilidad artística.

Además, su sensibilidad cultural se refleja en su trabajo. Ana transforma el patrimonio peruano en piezas de moda. Sus colecciones incorporan elementos de Paracas, Nasca y Huari: “Cuando veo a alguien que tiene alguna de mis capas que representa la cultura peruana, me parece fantástico, porque es como hacerla recorrer el mundo. Los extranjeros aman cuando les cuento la historia de cada print”, explica.

Junto a Tony, comparte la pasión por la preservación del patrimonio. “Sin la historia no somos nadie”, dice, recordando su labor filantrópica en iniciativas como el World Monuments Fund. Explica que visitar monumentos, ver cómo se conservan y conocer la historia detrás de cada obra le permite mantener viva la memoria y el arte que la inspiran.

Ana María comenta con una mirada reflexiva sobre la moda en el Perú. Señala que muchas veces la economía condiciona las decisiones estéticas, gran parte del ingreso se va en cubrir necesidades básicas. “El peruano todavía no se atreve tanto y yo entiendo el porqué. Si hablamos de Europa, casi todos tienen cubierto el colegio o el transporte público. Entonces, lo que ganas es para verte bien o para un viaje. Pero aquí lo que ganas es para pagar el colegio de tus hijos, el seguro de tu carro, la gasolina”, señala.

“Esta época es un momento de gratitud y de abrir las puertas para que nadie pase solo la Navidad”, señala Ana María.

Ana María cuenta que valora las apreciaciones de su esposo: “Tony conceptualiza mucho el arte. Aprueba las cosas que yo le enseño o las desaprueba [ríe] y me sugiere cambiarlas. Así ha diseñado también libros de cocina”, como “El arte de la cocina peruana”, que realizó junto a sus sobrinos Felipe y Coque Ossio Guiulfo. El proyecto –que lleva vendidos cerca de 150 mil ejemplares– nació tras constatar con pena y asombro, durante sus viajes, que en Europa y Estados Unidos era casi imposible encontrar publicaciones dedicadas a la gastronomía peruana.

Tony y Ana María tienen un vínculo construido sobre la admiración mutua, donde cada uno potencia el talento y la sensibilidad
del otro.

Ana María y Tony están unidos por la admiración y la complicidad.

“Todos los Guiulfo tenemos gusto y arte”, dice Ana María y añade, refiriéndose a su esposo: “Él también es un artista. Canta, toca guitarra, le encanta el rock, compone. No hubiese podido ser de otra forma para mí, casarme con alguien que no tenga esa sensibilidad. Es muy importante, en el mundo del arte, compartir tu talento con otro artista”.

Así como Tony completa cada una de sus ideas, Ana María también precisa las suyas. “Ahora la Fundación Custer está en reestructuración. Queremos adaptar el programa para que pueda aplicarse en muchos más colegios y abrir la fundación a nuevas donaciones”, explica. Tony preside la organización, pero ambos integran el directorio y el programa Aprendamos Juntos, centrado en detectar necesidades de aprendizaje relacionadas al desarrollo fisiológico. “Nos dimos cuenta de que debíamos trabajar con todos los niños que lo requieren. Hemos ayudado a más de 18.000”, añade Ana María. Tony interviene: “También apoyamos a otras fundaciones y a la Iglesia. Es importante reconocer que, cuando uno vive en una posición privilegiada, no puedes simplemente cerrar los ojos”.

En la mesa de Navidad se encuentran recetas familiares de ambas familias.

Entre pinceles y muñecas pintadas a mano, Ana María agrega su toque artístico al árbol navideño.

Para ellos, la Navidad va más allá de los regalos. Es un momento de gratitud y de compartir con quienes no tienen hogar: “Lo importante es agradecer. Hay quien no tiene una casa donde pasar la Navidad… decirles ‘ven a la casa’, es un momento para compartir”.

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