Si usted ha leído alguna vez la biografía de una modelo de Victoria’s Secret (¿quién no lo ha hecho?), sabrá que todas han recorrido un camino más o menos similar, creciendo en pueblos pequeños en Brasil, Estados Unidos o Europa del Este, siendo descubiertas por algún fotógrafo local, de ahí viajando a Milán, París o Nueva York, para aparecer en la respectiva fashion week, firmando un millonario contrato a cambio de pasearse con gigantescas alas en la espalda (y no mucho más) para la famosa marca de lingerie y, en el más feliz de los finales, iniciando un romance con Leonardo DiCaprio.
Pero el caso de Stella Maxwell es un poco distinto. Es cierto que nació en Bélgica, hija de un diplomático y una ama de casa; que pasó su adolescencia en Australia y Nueva Zelanda –donde adquirió una envidiable soltura con los bikinis y una melena de surfista–; que fue descubierta en el campus de su universidad por el scout de una agencia local de modelos; que ha aparecido en editoriales de al menos ocho ediciones internacionales de “Vogue”, modelado en campañas para Jeremy Scott, Tommy Hilfiger, Versace y Puma; y que ahora vive feliz en Los Ángeles, donde está de novia con una estrella de Hollywood; todos elementos acostumbrados en el currículo de cualquier ángel. Pero en su caso hay una pequeña diferencia: la estrella en cuestión no es Leo o Bradley o Jared, sino Kristen Stewart, a la que Stella conoció, cuenta la leyenda, en la última versión de la gala del Met en Nueva York. Si usted puede pensar en una ocasión más glamorosa para iniciar un romance, déjenos saber, porque a nosotros no se nos ocurre ninguna. Ahí estaba Stella, semivestida, semidesnuda, en un vestido plateado apenas sujeto por dos frágiles tirantes, cuando su mirada se cruzó, al otro lado del solemne templo de Dendur en el Metropolitan Museum, con la de la actriz de “Crepúsculo” cubierta de pies a cabeza en Chanel, el pelo teñido de rubio con raíces oscuras, y sus melancólicos ojos pintados en azul plateado. Más que un romance, este fue un flechazo, y, según anunciaron los columnistas sociales y de chismes al día siguiente, las dos atractivas mujeres desaparecieron juntas en un auto negro con chofer, perdiéndose en la noche primaveral de Nueva York y dejando atrás a su anfitriona en la fiesta, Anna Wintour.
Han pasado ocho meses desde entonces, y la relación, aunque no confirmada por ninguna de las partes, parece continuar viento en popa. Hace unas semanas ambas fueron fotografiadas por los paparazzi en Los Ángeles, Kristen en jeans, bototos, chaqueta bomber y T-shirt blanca; y Stella irreconocible, en jeans negros y camisa leñadora a cuadros, las dos fumando un cigarrillo en una esquina de West Hollywood. Un par de semanas antes la modelo voló a Savannah, Georgia, para visitar a la actriz en el set de su nueva película, un “biopic” sobre la vida de la asesina Lizzie Borden. Considerando toda la belleza, fama y encanto de esta pareja, no es raro que las dos tengan un pasado romántico agitado. Kristen, por supuesto, fue durante unos años parte de una de las parejas más famosas y populares del mundo, la que formó junto a su otrora coestrella Robert Pattinson. Luego fue la novia del actor Rupert Sanders, de la cantante francesa Soko, de su asistente Alicia Cargile y de la cantante Annie Clark, también conocida como ‘St. Vincent’. Stella, por su parte, tiene una lista mucho más corta, pero igual de distinguida: su única novia conocida hasta ahora había sido Miley Cyrus. Estas relaciones le han acarreado a la modelo una atención para la que, dice, no estaba preparada. “Quizás soy un poco más tímida de lo que pensé”, dijo recientemente en una entrevista para “Harper’s Bazaar”. “Cuando apenas sales de la cama no quieres ser fotografiada por los paparazzi. He aprendido que, como figura pública, tienes que preocuparte y estar siempre preparada. Idealmente, no sales de la casa sin cepillarte el pelo; simplemente usa el cepillo, ¡haz un pequeño esfuerzo!”.
Por Manuel Santelices
Publicado originalmente en COSAS 611