Desde los primeros días de abril hasta mayo presenta su unipersonal “De ida y vuelta” en La Estación de Barranco. Allí, como es habitual, habla con humor de políticos, personajes de la farándula, deportistas y, sobre todo, de sí mismo.

¿Cómo nace tu vocación por la comedia?

Nace por un arte de magia norteña (parece nombre de grupo de cumbia), porque nosotros somos once hermanos chiclayanos, y en Chiclayo –Capital de la Amistad– somos dicharacheros, criollos, pícaros, y el vacilón era ponerse chapas, reírse. Mis hermanas y hermanos son, todos, muy graciosos, pero fui yo el que se arriesgó a tomar la iniciativa de subir a un escenario. Cuando voy a Chiclayo, me pongo al centro de mis hermanos y ellos me hacen reír a mí. Pero cuando vengo a Lima, sí soy el centro. Lo de la comedia nace ahí, en Chiclayo, sin pensar que esa chispa me iba a permitir dedicarme a esto.

¿Hubo un momento en tu vida en el que dijiste: “Ya, esto es, voy a vivir de la comedia”?

Nunca creí que la comedia podía ser una fuente de ingreso grande. Al inicio no he pasado sombrero, no he sido cómico ambulante –ya quisiera yo tener los huevos que ellos tienen para pararse en una plaza–: la comedia era una fuente de inspiración y de alegría, me divertía; en el escenario no tenía nervios, me reía de mí mismo… Parte de la comedia es aprender a reírse de uno mismo. Mi carrera fue un hobby, primero con la familia, después en el cole, y luego me comenzaron a tocar la puerta para hacer shows allá, me pagaban y todo, y eso me motivó a irme. “Si tan bueno soy acá –dije–, voy a ver qué tan bueno soy en Lima”. No tenía ningún contacto; vine a la aventura, a tocar puertas, a ver qué salía.

¿Fue muy complicado al principio?

Los siete años que son de prueba para el matrimonio y para todo, fueron los siete años de lucharla, con posibilidades de que me botaran, de que hubiera renovación en los programas. Actué en cines, en teatros… La comicidad ha sido mi soporte y fortaleza. Comprendí que el hacer reír no implica solo salud para los demás: para mí es la misión que tengo en la vida, el don de hacer reír. Y hay que tener disciplina, leer, perfeccionarse, siempre estar al tanto de todo.

Eso de andar perfeccionándose también implica un análisis diario de la coyuntura, ¿no?

Justo ayer pensaba que me gustaría imitar a Toledo, pero con las dos botellas de whisky (hace el gesto de los pistoleros de los westerns, como si tuviera una pistola en cada mano), y como él camina medio chueco, podría usarlas “para defenderme de los ataques” (imita a Toledo). Siempre estoy creando cosas así. Aquí en el show de La Estación, sin faltar el respeto a nadie, también imito a PPK, de quien intuyo que, por su edad, tiene que ir al baño más seguido, así que en una secuencia interrumpo mi concierto de flauta traversa y me escondo, esperando que el efecto de las gotitas haga reír a la gente. Y se ríen, por supuesto. Son cosas que ayudan a mis presentaciones y para eso hay que estar enterado de todo.

En momentos tan delicados como este que vive el Perú, el humor puede ser visto como algo demasiado frívolo o, por el contrario, como una necesaria vía de escape de la tragedia. ¿Cómo lo ves tú?

Justo vengo del norte, donde hice un show a beneficio de los damnificados. Ellos merecen olvidarse. El humor es una catarsis, es el momento de locura del ser humano en el que no piensa en otra cosa más que en reír; y ciertamente, el criterio es importante. Yo siempre tuiteo cosas de humor, pero en estas fechas me he aguantado. El criterio tiene que estar presente para saber cómo es que generamos alegría en estos momentos tan tristes. Es una herramienta valiosa para hacer reír y olvidar los problemas: le pasa al deprimido, al estresado, al que se acaba de separar de su pareja… todos necesitamos reír cuando más tristes estamos. En mi caso, además, siento que esta es mi misión, para eso estoy acá.

Has dicho varias veces que los espacios de humor en la televisión son cada vez menores. ¿Por qué crees que está pasando esto?

Estuve dos años en Willax, después de “Yo soy”, para asumir el reto de dirigir un programa de humor, y creo que logré dar espacio a muchachos desconocidos que tienen cada vez más presencia. Creo que debió seguirse con eso. Los espacios de humor son necesarios en la política, en el deporte, en la sociedad en general, porque son un reflejo de cómo se vive, a nuestro estilo. “Risas y salsa” marcó un hito, un espacio que motivaba a la gente a congregarse delante de la tele a reír. Pero llegó a ser poco rentable, y los realities fueron acaparando mayor sintonía. Es cuestión de rating. La tele debe tener un espacio periodístico, uno de espectáculo y uno de humor, por citarte unos cuantos, y ahora se está perdiendo el sitio para el humor.

Pero en teoría los realities también son espacios humorísticos…

Sí, pero los chicos no son comediantes. El comediante tiene esa esencia de humor: Barraza, Chuiman… ¡esos son otra cosa, pues! Yo no me voy a poner esteroides y hacer reír así. Yo me quedo así, flaco, narizón, y de esa forma hago reír. Tengo un montón de ideas para programas diferentes, pero no son rentables desde el principio, y esto funciona así. Llevo veintisiete años haciendo reír en la tele y, por más que me jacto de hacer dos shows al mes para mantener la regularidad de mis ingresos, me cuesta no estar en la televisión, porque es un estilo de vida. Sí quiero que haya otras generaciones, que aparezcan más comediantes, pero, debido al poco espacio para la comicidad, se desencantan porque les pagan una miseria y no les da como para seguir en esta linda profesión. Los canales no se atreven.

¿Cómo ves la coyuntura política del Perú? Lo de Odebrecht, el mal manejo de los fenómenos naturales…

Si los huaicos han hecho que los ríos salgan de sus cauces, también han provocado que los políticos se encaucen. Ahora ya no hay rivalidades extremas. Ojalá que cuando se encaucen los ríos, no se vuelva a desbordar la política por otros lados. Ese es otro desastre: normalmente, no sabemos cómo unirnos como país. En este caso, sí nos hemos dado la mano, se ha generado que todo el Perú lleve una sola bandera. Eso lo tienen que entender los políticos, así como nosotros, los ciudadanos, debemos entender que no tenemos que tomar riesgos innecesarios. Ahora, hay algunos políticos que ya han estado en peligro de ahogarse. ¡A Toledo y Nadine los huaicos los han salvado! Pero Toledo igual va a caer primero, esta vez no la saca Barata. 

Por Dan Lerner