Golpear una pequeña pelota de goma en un espacio cerrado no es tan fácil como parece. El squash necesita mucho más que una pista cerrada de cuatro paredes, una raqueta y la intención de hacer rebotar la pelota sobre la pared frontal para lograr un punto: necesita rapidez, movimientos de todo el cuerpo y buenos reflejos.
Para Diego Elías, lo más importante es tener un equilibrio entre paciencia y agilidad. “Tienes que ser bastante paciente, pero también ágil, porque es un deporte muy rápido. Debes tener una muy buena estrategia, no puedes ser muy ansioso”, cuenta Diego, quien desde los dieciséis años participa en los torneos más importantes de squash, como el British Open Squash, de Inglaterra, o el Gouna International Squash Open, de Egipto, en el cual llegó a cuartos de final el pasado abril.
Con veinte años y un metro ochenta y ocho de estatura, Diego cuenta que ha pasado toda su vida alrededor de este deporte. Su padre, Juan Manuel Elías, quien hasta el día de hoy sigue siendo su entrenador, fue campeón nacional por más de quince años. “Comencé a jugar gracias a mi papá. Él era jugador profesional y yo siempre lo acompañaba a sus campeonatos”, explica Diego. “Pero todos mis amigos del club Terrazas también jugaban squash. Además, era una coincidencia que los jugadores jóvenes vinieran de mi colegio, el Carmelitas”, agrega con una sonrisa.
A los dieciséis años, Diego tenía claro lo que quería: ser deportista profesional. “Me estaba yendo bastante bien, así que tomé la decisión de dedicarme completamente a entrenar y competir”, comenta.
Y aunque la decisión de dejar el colegio para terminarlo a distancia fue un reto, su familia lo apoyó en todo momento. Este año, Diego es el único peruano que compite en el circuito internacional de la PSA.
Metas trazadas
Desde que debutó en el tour mundial de la Professional Squash Association (PSA), no ha parado de colocar al Perú en posiciones que nuestro país nunca antes había alcanzado. En 2013, año en que ingresó a la PSA, se convirtió en el primer peruano en ganar un título en el ranking profesional. Hoy, su nombre ha ascendido un escalón más para alcanzar la leyenda que está construyendo: con 5305 puntos y en el puesto diecinueve, se ha convertido en el primer peruano en entrar al Top 20. “Me siento muy bien. Estoy muy orgulloso de haber logrado entrar. Era mi meta para los seis primeros meses de este año, y conseguirlo me motiva y me ayuda mucho para seguir entrenando más fuerte”, asegura. Sin embargo, como todo deportista nacional que destaca, ha tenido que buscar siempre nutrirse de la experiencia exterior para traer premios a casa. “Es una pena que este sea un deporte muy poco conocido en el Perú, pero eso ocurre porque no hay canchas públicas en el país, solo hay en clubes donde tienes que estar asociado para comenzar a jugar squash”, reflexiona. “Pero, bueno, desde chico he buscado no solo entrenar aquí, sino también viajar a otros países y competir con los mejores jugadores”, relata. El año pasado, por ejemplo, entrenó en Alejandría, Egipto, junto a Mohamed El Shorbagy, número uno del mundo en 2016.
Diego no da mayor relevancia a la rivalidad entre nacionalidades. “Siempre existe, pero en países como Inglaterra o Egipto, donde tienen miles de jugadores. No es que piense que soy el único peruano contra el resto del mundo, o que ande pensando que alguien es de un país o del otro”, agrega.
Elías cuenta que, como jugador de un país que exporta muy pocos deportistas al circuito mundial, siempre se reúne con los latinoamericanos. “Estamos siempre juntos, con los mexicanos, los colombianos… Cuando entre los jugadores hablan de países, asocian a los latinoamericanos como si vinieran de uno solo”, cuenta, divertido.
Panamericanos en el horizonte
Como todo deportista profesional, Diego admite que en su vida no puede escapar del squash. Además de entrenar cinco horas diarias, seis días a la semana, y de viajar por todo el mundo, siente que lo que hace siempre se relaciona con la raqueta y la pelota. “Trato de distraerme y hacer distintas cosas. Pero al final todo termino relacionándolo con el squash. Es algo que no se va”.
Por Romina Badoino
Fotos de Javier Zea
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