Aparte de su carrera en la música, la moda y el cine, la estrella se ha abierto camino como una de las líderes humanitarias más influyentes del mundo. De Macri, en Argentina, a Macron, en Francia, o Trudeau, en Canadá, todos contestan su llamado. ¿Cómo podría ser de otra manera?
Por Manuel Santelices
Antes de que siquiera lea una línea de este artículo, debemos advertirle que no se preocupe, que Rihanna sigue siendo Rihanna, que continúa creando música con letras como “Sex with me, so amazing. Sex with me, so amazing”, diseñando stilettos deportivos para Puma, apareciendo en la primera fila de desfiles de Dior y, por supuesto, publicando selfies donde minúsculos bikinis hacen esfuerzos inútiles para cubrir sus extraordinarias curvas.
Sí, la Rihanna que todos conocemos sigue ahí. Pero últimamente ha ido apareciendo otra Rihanna a su lado, una especie de embajadora global de buena voluntad que va en camino a elevarse a las alturas de Angelina Jolie como la celebridad más comprometida con los destinos del planeta.
Su nueva posición quedó consolidada hace unos días, cuando fue recibida en el Palacio del Elíseo por el presidente Emmanuel Macron y su esposa, Brigitte, no para posar frente a la prensa en fotos que hicieran avanzar las posiciones de uno y otro (aunque algo de eso hubo), sino para hablar de educación, un tema en el que la cantante ha tomado una posición de liderazgo.
En 2012, Rihanna creó su Fundación Clara Lionel –el nombre de su abuela–, dedicada a “luchar contra la injusticia, la desigualdad y la pobreza” y promover el acceso a la educación y la salud, las que, según explica la cantante, “son nuestras herramientas más poderosas”. Sabemos lo que está pensando: aquí viene otra celebridad multimillonaria que entre estadías en el Ritz de París y viajes trasatlánticos en su jet privado se da tiempo para dar lecciones de humanidad. Pero, en el caso de Rihanna, debemos salir en defensa de sus intenciones: su compromiso parece ser genuino y su interés, real. En el discurso que ofreció en febrero pasado en la Universidad de Harvard, donde recibió el Premio Humanitario 2017, contó cómo desde muy joven se había dado cuenta de que no era necesario ser rico o famoso para ayudar a los demás. Creciendo en condiciones relativamente modestas en Barbados, entendió que se trataba de ayudar al vecino, al niño que se sienta junto a uno en la clase, a cualquiera que aparezca a nuestro lado. “La gente lo hace parecer más difícil de lo que es. Mi abuela siempre me dijo que si tenía un dólar, tenía mucho que compartir”, señaló la cantante.
Rihanna comenzó a colaborar con organizaciones de ayuda social desde que se mudó a Estados Unidos, cuando tenía apenas diecisiete años. Actualmente, aparte de su propia fundación, es embajadora de Global Partnership for Education, una organización que promueve la educación en sesenta y cinco países, muchos de ellos en desarrollo. Con sus 55 millones de seguidores en Instagram y 75 millones en Twitter, su poder de convocatoria es enorme y su influencia, infinita. No hace mucho, a través de Twitter, llamó al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y al presidente argentino Mauricio Macri, a unirse a sus esfuerzos. ¿Cómo podían negarse? “Hola @Rihanna! La educación está en el centro de nuestros objetivos. Solo la educación puede cambiar el mundo”, le contestó atento y de inmediato Macri. Rihanna se siente especialmente preocupada por la deficiente educación de las niñas, donde ve un obstáculo para su desarrollo intelectual, ambiciones de igualdad y hasta su seguridad. La cantante es una orgullosa feminista que, como todo el mundo se enteró, tuvo en su momento una tormentosa relación con el cantante Chris Brown, que abusó físicamente de ella.
En diciembre del año pasado, en el Día Internacional del Sida, la diva visitó su país natal junto al príncipe Harry de Inglaterra. En medio de rumores de un supuesto romance, la pareja participó en un par de eventos oficiales, celebrando el cincuenta aniversario de Barbados; luego, ambos se sometieron a exámenes de sida, promoviendo la idea de que el test es la forma más segura de contención. “Todos somos seres sexuales”, dijo el príncipe, “la idea es normalizar el examen. Lo responsable y lo ‘cool’ es saber tu estatus”.
Hassan Jameel, el nuevo novio
A fines de junio pasado, Rihanna fue fotografiada en la piscina de la villa que había arrendado en Ibiza, junto al que ha sido descrito en la prensa como “su nuevo novio”, un multimillonario saudita de veintinueve años –la misma edad de ella–, llamado Hassan Jameel. Hijo de una familia de importadores de autos, Jameel tiene acceso a una fortuna que ha sido avaluada en más de 1,5 mil millones de dólares. Actualmente es vicepresidente de Abdul Latif Jameel, el imperio empresarial del clan, uno de los más importantes del Medio Oriente.
Igual que Rihanna, Hassan tiene su propia fundación, Community Jameel, donde busca “definir a las personas no por sus problemas, sino por su potencial”, reducir la pobreza e incrementar la producción de comida y agua potable. Entre otras instituciones, la organización mantiene colaboración con M.I.T., en Estados Unidos, y el Victoria & Albert Museum de Londres. Aparte de eso, como habrá deducido cualquiera que vea las fotos de Ibiza, el joven heredero luce bien en traje de baño. Además, se sabe que entre sus muchas conquistas, estuvo Naomi Campbell.