Una biografía no autorizada de Juan Carlos I, rey emérito de España, sostiene que habría tenido relaciones con casi cinco mil mujeres a lo largo de su vida. La última de ellas, la hasta ahora conocida como princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, ha perdido el privilegio de usar su título: su exesposo se casa con otra.
Con una prosa pomposa, Amadeo Martínez Inglés, militar español de ochenta y un años, asegura que “las más bellas vedettes y las más bellas representantes de alto standing femenino español y extranjero pasaron por su cama (en alusión a Juan Carlos I) de forma más o menos temporal, aunque tampoco despreció a féminas mucho más modestas”.
Su libro, “Juan Carlos I: El rey de las cinco mil amantes”, comienza narrando los encuentros de juventud del entonces príncipe hasta los últimos años: de Gabriela de Saboya, su primera conquista, hasta Corinna Larsen, deteniéndose en Liliane Sarttiau, Sara Montiel, Bárbara Rey y muchas otras.
Varias de ellas han causado problemas más o menos graves al monarca. La actriz Sarita Montiel, una de las mujeres más espectaculares de España en su momento, habría sido la causa de la pelea que don Juan Carlos sostuvo con la reina Sofía después de que esta los encontrara en su cama; Liliane Sarttiau habría tenido una hija, de nombre Ingrid, con don Juan Carlos, y Corinna Larsen estaba con el rey cuando sucedió el memorable incidente del elefante, en Botsuana, en 2014.
Pero sin duda el incidente más grave –desató una crisis de Estado– fue provocado por Bárbara Rey. En 2017, varios medios de comunicación publicaron que en 1996 los servicios de inteligencia españoles habrían pagado a la vedette más de 2,5 millones de euros para que no hablase de su relación con Juan Carlos I.
A finales de la década del noventa, Bárbara fue víctima de un robo, y aseguró que se habían llevado documentos, fotografías y videos que involucraban a “una persona muy importante”. Con esas declaraciones no solo acusaba indirectamente a los servicios secretos, sino que afirmaba, también indirectamente, que había grabado al monarca en situaciones muy comprometedoras. Y hace pocas semanas acudió a un programa televisivo donde no dudó en hablar mal del monarca, también indirectamente, por supuesto. Todo muy fino y muy “elegante”.
El autor asegura que seguir la pista al rey durante todos estos años ha sido muy fácil porque siempre ha estado vigilado por los servicios secretos; es por esto que sus conquistas siempre han sido notorias. Llama la atención que en su investigación no mencione a Marta Gayá, la única mujer que ha tenido cierta estabilidad en la vida del rey y que ha sido su verdadera amiga y confidente durante veinticinco años. Una mujer discreta y elegante que ni es decoradora ni es catalana, como suelen asegurar las revistas, sino mallorquina. Sí se detiene, sin embargo, en mujeres como Bárbara Rey, que se ha paseado por todos los estudios de televisión habidos y por haber y ha sacado provecho de la conexión real.
Cabe decir que conviene tomarse las declaraciones de Amadeo Martínez con grandes dosis de escepticismo. En primer lugar, por su condición de republicano confeso que fue apartado del ejército tras varias faltas disciplinarias y cinco meses en la cárcel. En 2013 fue condenado a pagar una multa de casi siete mil dólares por un delito de injurias graves a la corona. El motivo fue un artículo en el que se refirió al rey con calificativos como “putero”, “borracho” y “cabrón”.
Y en segundo término, porque en 2015 Martínez Inglés solicitó a la Fiscalía General del Estado que investigara la responsabilidad de don Juan Carlos en la muerte de su hermano Alfonso, fallecido de un disparo cuando él era un niño. Argumentó que, en lugar de un accidente, se trataba de un crimen político, ordenado por el dictador Francisco Franco y “ejecutado por la persona que durante treinta y nueve años ha ostentado la jefatura del Estado”.
Corinna: vuelta a la plebe
Alexander Sayn-Wittgenstein-Sayn, jefe de la casa principesca alemana del mismo nombre, remitió un comunicado a la edición española de “Vanity Fair” en el que explicaba que, desde el divorcio de su hijo, el príncipe Casimir, en octubre de 2005, “Corinna Larsen Adkins (Adkins es el apellido de su primer esposo) no tiene derecho a utilizar el título de princesa o el tratamiento de Su Alteza Serenísima”. El comunicado tiene su razón de ser, ya que la exfamilia política de la princesa se pregunta por qué cambió su nombre a Sayn-Wittgenstein tres años después de separarse, si nunca tuvo derecho a utilizarlo “oficialmente” aun estando casada.
Aunque todo el mundo la conoce como princesa Corinna, y ciertamente la trataron como tal mientras estuvo casada con Casimir, lo cierto es que no le permitieron incluir el título de princesa en su nombre al momento de casarse, privilegio reservado a las familias tituladas de Alemania. En el artículo que sigue al comunicado, las fuentes de “Vanity Fair” aseguran que el nombre que figuraba en su pasaporte mientras estuvo casada era “Corinna Larsen”, así que es un misterio cómo la “amiga entrañable” del rey emérito de España pudo “ascender” a princesa una vez divorciada.
Corinna Larsen no tardó en reaccionar al ataque, y lo hizo muy aireada y mediante un comunicado, con artillería pesada y un equipo de abogados internacionales. “La semana pasada, dos miembros de la familia zu Sayn-Wittgenstein hicieron unas declaraciones falaces y sin fundamento jurídico… No solo faltaban a la verdad de manera deliberada, sino que eran contrarias tanto al derecho alemán como al inglés”.
Nina Lüssmann, abogada que defiende los intereses de Corinna, declaró: “En lo que respecta al derecho alemán, a Corinna zu Sayn-Wittgenstein la asiste el derecho pleno y legítimo de haber hecho uso del apellido tras casarse y de seguir utilizando el apellido de casada tras divorciarse. Por este motivo, tampoco hay limitación alguna respecto del uso por parte de ella del tratamiento –si deseara utilizarlo–, ya que forma parte de su nombre y no existe de manera independiente a este”.
Por otro lado, abogados de la firma Schillings International LLP confirmaron que “la ley inglesa da derecho a Corinna zu Sayn-Wittgenstein a utilizar el apellido obtenido de su matrimonio… Ella también tiene el derecho de usar el tratamiento, si así lo deseara”.
La exprincesa mostró su satisfacción, y no dudó en declarar: “La familia nunca me había planteado estos problemas, ni durante el matrimonio ni en los doce años transcurridos desde el divorcio. Me complace constatar que estos asuntos quedan ahora aclarados.”
La situación de Corinna se torna más complicada desde que el príncipe Casimir ha comunicado su intención de casarse con la modelo californiana Alana Bunte. Corinna, once años mayor que Casimir, nunca contó con la aprobación de su familia política, una de las más antiguas de Alemania. Los aristócratas alemanes suelen inscribir sus títulos en sus pasaportes; sin embargo, a juzgar por las declaraciones del príncipe Alexander, Corinna nunca estuvo autorizada a hacerlo.
Corinna conoció al rey Juan Carlos en 2004, un año antes de divorciarse de Casimir. De hecho, para entonces Corinna pasaba cada vez más tiempo en Madrid. La alemana ya había ayudado en asuntos reales, como la organización del viaje de novios de los entonces príncipes de Asturias, así como en gestiones en Oriente Medio y el Valencia Summit. En todos estos eventos, cómo no, ella se presentó como Corinna zu Sayn-Wittgenstein, lo cual le fue de gran utilidad en su ascenso social.