A lo largo del tiempo, COSAS ha acompañado al tenor peruano en su crecimiento como artista; y en múltiples oportunidades ha celebrado sus triunfos en el exterior y su compromiso con nuestro país a través de Sinfonía por el Perú. En esta entrevista, realizada en la ciudad de Trujillo, Juan Diego nos habla de su trayectoria, sus éxitos y la estrecha relación que lo ha unido con COSAS durante estos 25 años.
Por Elizabeth Dulanto de Miró Quesada
Juan Diego Flórez es dueño de una voz de tenor ligero que pocas veces se tiene el privilegio de escuchar. Sus agudos son generosos, amplios, seguros y brillantes. Tiene una impostación que juega entre la naturalidad y el academicismo, logrando que el oyente se deleite y se acerque de un modo muy intenso a su interpretación. Es, hoy por hoy, gracias a la fluidez de su expresiva voz, un tenor belcantista de prestigio mundial.
¿Qué estaba haciendo Juan Diego Flórez hace 25 años?
En 1992 yo estaba en Lima, pero pensando en ir a estudiar al exterior. Ese siempre fue mi sueño. Además, el Conservatorio Nacional había cerrado entonces, y existían muchas dificultades para poder conseguir una educación de alto nivel en el Perú. Ese año el conservatorio cerró por falta de local, por lo que decido entrar a la universidad en Lima. Pero después realmente dije: “No, mi vocación es la música y voy a irme a estudiar al exterior”. Entonces empecé a buscar dónde, y, entre marzo y abril de 1993, me fui a hacer audiciones y exámenes a Nueva York y Filadelfia. Me presenté a la Academia Juilliard y a la Manhattan School of Music, ambas en Nueva York; y al Curtis Institute of Music, en Filadelfia. Para sorpresa mía, ingresé a los tres. Entonces elegí ir al Curtis Institute. Partí en setiembre de 1993, y ya desde entonces permanecí fuera.
¿Tenías ganas de volver? ¿Qué sentías por tu país?
Al comienzo lo sentí mucho, porque yo había vivido siempre en el Perú. Pero, al mismo tiempo, me interesaba conocer el mundo, eso estaba muy fuerte en mí. Lo que yo quería era vivir, sacarle el jugo al mundo. Sí, extrañaba a mi país, pero nunca fui nostálgico. No pensaba: “Ay, mi mamá, mi comidita, mi gente, mis amigos…”. No, yo estaba decidido, sobre todo porque la música que yo quería aprender y saber se encontraba fuera.
¿Cómo te sientes al volver a tu país con tantos logros?
Volver a mi país siempre es algo muy importante para mí. Yo descubrí en un viaje a Venezuela que la música podía cambiar a la sociedad, comenzando por los niños y jóvenes. Para mí eso fue una epifanía, porque yo no había conocido la música de esa manera, aunque sí había oído lo del sistema de orquestas juveniles e infantiles de Venezuela, que dirigía José Antonio Abreu. Cuando vi eso, me dije: “Esto lo tengo que hacer en el Perú”. Y aquí estamos.
En 2009 ya eras famoso, te habías consolidado como artista. Fue muy generoso de tu parte que volvieras para fundar Sinfonía por el Perú y mejorar así la vida de niños que viven en situación de riesgo. ¿Cómo te sientes con tantos logros?
Entender que tú y la música pueden cambiar y salvar a los niños y rescatarlos de la pobreza fue muy poderoso para mí. Las orquestas, los coros –yo mismo he crecido en un coro–, todo eso puede ayudar a la niñez más desfavorecida. Esa idea fue algo muy potente para mí. Entonces inicié Sinfonía por el Perú.
¿En cuántas regiones del Perú están?
Tenemos veintiún centros. Estamos en todas las regiones.
Aquellos años noventa
“Retornando a 1992, recuerdo que era la época del terrorismo en el Perú, pero que al mismo tiempo fue un momento bonito para mí en lo personal, porque hasta ese año estudiaba en el conservatorio y eso era lo que yo quería ser. Recuerdo que iba a la casa de mi abuela, la mamá de mi mamá, porque ella tenía un piano entonces. Era muy bonito el ambiente artístico, ella pintaba… Son sentimientos encontrados, porque el terrorismo estaba ahí. Pero, al mismo tiempo, eran momentos felices entonces. Había miedo y felicidad”, recuerda el tenor.
Siempre te has mantenido cercano y atento a los problemas del país…
Exacto. Después de que partí, yo estaba conectado y sabía lo que estaba pasando. Después vino lo de la residencia del embajador japonés y, bueno, siempre había que estar pendiente de las noticias que llegaban desde aquí. Mi familia vivía y vive en el Perú.
También eres una persona a la que le gusta estar cerca de su familia.
Es cierto. Acabamos de estar en Italia. Era la primera vez que nos reuníamos todos: mi madre, los hermanos y los sobrinos.
Cumples con tu país y con tu familia… ¿Puedes brindarnos unas palabras para nosotros, que cumplimos 25 años?
Bueno, COSAS me ha acompañado durante estos 25 años y ha estado presente en muchos momentos muy importantes para mí. La de mi matrimonio fue una edición muy especial de la revista. También estuvieron en el nacimiento de mis hijos. Puedo decir que con COSAS hay un amor correspondido. ¡Muchísimas gracias!