La Asociación de Hogares Nuevo Futuro Perú está puliendo los últimos detalles para llevar a cabo su feria anual El Rastrillo, del 21 al 24 de setiembre. Conozca a las mujeres que se encargan de que sea un éxito, y por qué gracias a este evento se puede hablar de un mejor futuro para los niños de nuestro país.
Por Adriana Garavito Fotos de Diego Valdivia
“Esto parece un juego”, bromea Cristina Matossian de Pardo. Junto a ella, algunas de las mujeres con las que lleva a cabo la feria El Rastrillo posan para una de las fotos que ilustran esta nota. Entre risas y chistes, para ubicarse bien en el encuadre, se van cambiando de lugar y, así, con una acción tan simple, se hace evidente que son amigas desde hace años.
Cristina Matossian es la presidenta de la Asociación de Hogares Nuevo Futuro Perú, y organiza El Rastrillo todos los años con el fin de recaudar fondos para dicha institución, que se encarga de cuidar y mejorar la situación de niños y adolescentes en abandono. “Si a esta feria le fuese mal, juro que no sé qué haría”, confiesa. “Por eso, tampoco sé qué haría sin el apoyo de todas estas mujeres”.
A la feria llegan aproximadamente 10 mil personas. Y para esta edición –que va del 21 al 24 de setiembre en el Puericultorio Pérez Araníbar– se esperan aun más. Las voluntarias se organizan desde abril: se dividen en grupos y coordinan zonas, como el cuarto de ofertas, la tómbola, stands de ventas, la zona gourmet y de niños, y los espectáculos, además del desfile inaugural, que este año contará con la presentación oficial de la tienda de vestidos de novia Rosa Clará.
“Es un trabajo bastante intenso, pero el resultado lo vale”, concuerdan María Luisa Alayza y Sonia Nadramia, quienes están a cargo de más de 170 stands de venta. Marita Custer y Zoila Schenone, por su parte, aseguran que el cuarto de ofertas tendrá las promociones de siempre (como pasajes casi a mitad de precio) y mucha variedad. “Los detalles hacen la diferencia”, dice Marita Custer.
Sandra Galdós, coordinadora de la tómbola, confiesa que con la feria aproximándose todo se vuelve una locura. “¡Imagínate! Son casi diez mil premios los que tienen que estar ordenados”, dice. “Pero soy sincera: es un estrés maravilloso”. Mariví Panato está a cargo del puesto español, y Rosita Estremadoyro de Otegui, de llevar a cabo el almuerzo ejecutivo. En el primero se ofrecen tapas, paellas y buenos vinos; el segundo reúne a representantes de distintas empresas. “Se arma una tarde muy linda con este almuerzo”.
Chayo MacBride, Mónica Medina y Gabriela Villena tienen a su cargo la zona de niños, compuesta por un espacio lleno de juegos y una guardería. “La hemos creado para que los papás ya no tengan excusas para no ir a la feria”, bromea Chayo MacBride. Y Ana María Olaechea, quien es parte de El Rastrillo desde sus inicios, está a cargo de los espectáculos: ballet, flamenco, tap, danza árabe y más. “Tengo la suerte de ver cómo El Rastrillo crece con el paso del tiempo. Y todo es un éxito. La verdad es que queremos que cada persona que vaya la pase muy bien”, comenta.
Estas mujeres tienen todo bajo control, pero necesitan más manos para que la feria sea un éxito. Y para eso, Milagros Álvarez Calderón entra en escena. Ella es la presidenta del voluntariado en El Rastrillo, y todos los días, de cinco a siete de la mañana, dedica su tiempo a la feria; así logró convocar a 150 voluntarios. “Todos ponemos nuestro grano de arena. Ayuda que todos pensamos igual: queremos apoyar a Cristina a que siga con su labor extraordinaria”.
Una lucha constante
La labor de la Asociación de Hogares de Nuevo Futuro es albergar niños y adolescentes mientras esperan que sus papeles estén en orden para ser reintegrados a sus familias o ser adoptados. Desde 1995, Nuevo Futuro ha albergado a 651 niños: casi 400 han sido adoptados por familias peruanas y 141 se reinsertaron en sus familias.
Pero el trabajo no es fácil, pues hay varias trabas legales por parte del Estado. La impotencia suele ganar. Pasa más de una vez que el Ministerio de la Mujer tarda hasta cuatro años en establecer si algunos niños ya pueden ser adoptados. Así, hay casos de niños que cumplen diez o quince años sin tener una situación definida.
“Nosotros los mantenemos, pero casi nadie adopta un niño a esa edad, y eso es lo que más nos interesa”, comenta Cristina. “Tenemos que estar detrás del ministerio. Una vez por semana hacemos seguimiento a los papeles de nuestros chicos. Es necesario. Lo que es increíble es que el Estado fiscaliza al detalle si nosotros, como hogar, cumplimos con los requisitos, pero sus representantes no tienen el presupuesto o las manos para tratar los casos con más agilidad. Hay tal carga procesal que se les hace imposible. Puede ser muy frustrante, porque todos los niños tienen derecho a una familia”.
Lee la nota completa en la edición 625 de Cosas.