Con un nuevo y suculento contrato bajo el brazo, el clan más famoso del universo reality asegura su existencia en las pantallas hasta 2019. Tres hijos en camino, además, amenazan con extender la insufrible visibilidad de la familia.
Por Manuel Santelices
Uno podrá decir muchas cosas de la familia Kardashian. Que su fama es banal y sin sentido. Que su look es algo vulgar. Que han convertido su vida privada en un negocio y que no hay intimidad que no esté a la venta al mejor postor. Que su sola existencia demuestra que la cultura popular ha llegado a su punto más bajo. Que su show tiene el efecto de una lobotomía en los televidentes… Lo que nunca podrá alegarse, sin embargo, es que el clan no es un estupendo negociador.
A fines de octubre pasado, la cadena E! anunció que había firmado un contrato con la familia para continuar con cinco nuevas temporadas de Keeping Up with the Kardashians –30 millones de dólares por temporada– y que la matriarca del grupo, Kris Kardashian, recibiría, además, 15 millones de dólares por su rol como mánager de sus hijas. La negociación asegura también una serie de especiales y promociones de marketing, y abre la posibilidad para que Kim, Khloé, Kourtney, Kendall, Kylie y su formidable madre continúen haciendo de su dudosamente merecida fama una envidiable máquina registradora.
Así las cosas, tendremos Kardashian aseguradas hasta al menos 2019. Solo Dios (y los productores) saben qué sucederá con la familia en el futuro. Por el momento, como gancho de atención, están los embarazos paralelos de Khloé y Kylie, los constantes rumores de un divorcio entre Kim y Kanye West (aunque también esperan un hijo, en enero, a través de madre subrogante), y la espectacular carrera de Kendall en el mundo de la moda. Su hermano Rob, el único hombre de la familia, ha desaparecido completamente de la escena desde hace algunas temporadas, y Caitlyn Jenner, cuya transición le valió su propio show en E!, probablemente no aparecerá junto al clan debido a la marejada constante de recriminaciones que mantiene con su exmujer y sus hijastras.
La tarea de seguir los acontecimientos de la agenda Kardashian puede ser tan agotadora como embrutecedora. En resumen, y para evitarle a usted, querido lector, el tedio de esos miles de detalles inocuos que forman parte fundamental de Keeping Up…, debemos decir que se trata de una ronda constante de sesiones con el masajista, la depiladora o el cirujano plástico, conversaciones rumiadas sobre alguna crisis intrascendente, largas horas dedicadas a tareas como la organización del clóset o la disposición de una mesa, disputas familiares, el drama de encontrar asiento en la primera fila en algún desfile, el traslado de maletas de una suite a otra y abrazos con una u otra hermana Kardashian que demuestren que, en medio de toda esta ligera vorágine, el clan continúa fuerte, unido y resistente.
Evidencia número uno de esta realidad reality es el baby shower que Kim organizó para sí misma, su familia (y sus millones de seguidores en Instagram y Snapchat) hace unas semanas, una fantasía rosada celebrada en su mansión de Bel Air, cuya entrada estaba adornada con ramas de cerezo en flor y cientos de globos blancos. Un evento como este puede ocupar, fácil, dos o tres capítulos de Keeping Up…, por lo que E! puede estar seguro de que tendrá material de sobra para mantener el interés de los televidentes.
¿Más allá de los límites?
Para Kris, Kim, Khloé, Kendall y Kylie (Kourtney es caso aparte), la serie es solo una parte cada vez menor, aunque fundamental, de su creciente imperio. Cada una a su manera ha conseguido elevar su visibilidad individual, pero, en conjunto, forman un equipo formidable de megacelebridad.
De todas ellas, Kim es la más astuta y productiva. Acaba de lanzar una serie de tres fragancias –Crystal Gardenia, Crystal Gardenia Citrus y Crystal Gardenia Oud– con un aroma supuestamente inspirado en el proceso de “sanación” que vivió luego de su traumático asalto en París durante la Semana de la Moda en el invierno pasado. Los perfumes son parte de su nueva línea de belleza KKW, cuyos primeros productos –tres barras para contour– se agotaron apenas tres horas después de haber sido puestos a la venta online, generando, en ese mínimo periodo, 14,4 millones de dólares (según Women’s Wear Daily, las fragancias generaron 10 millones de dólares en veinticuatro horas).
En una entrevista con W para promocionar sus nuevos productos, Kim anunció que su hija North West ya desea tener su propio canal de YouTube, una idea que su padre, Kanye, rechazó de inmediato. “Siempre hay un conflicto respecto a cuánto deben exponerse (mis niños) y cuánto acceso darles a las redes sociales. Recuerdo cuando Kendall y Kylie estaban creciendo y estábamos tan preocupadas por ellas, teníamos sus passwords y revisábamos constantemente sus cuentas. Eran realmente pequeñas, y no sé si sabían que nosotros conocíamos lo que estaban haciendo. En el mundo en que vivimos hoy”, agregó Kim, “no pienso que se le pueda pedir a un niño que no participe en las redes sociales. Es cruel. Es como pedirle a alguien que no se comunique”.
Quién sabe cuál será la actitud de Khloé en estas materias cuando se trate de su propio hijo. Por el momento, su preocupación principal es revelar su “vientre de embarazo” por primera vez en la tarjeta de Navidad que las Kardashian entregan a los medios y clientes todos los años, con unos bombos y platillos que uno pensaría estaban limitados para el saludo pascual de los Windsor. El padre del mencionado baby es Tristan Thompson, que como el 99,9 por ciento de los novios de Khloé en el pasado, es un gigante jugador de básquetbol afroestadounidense.
El padre del bebé de Kylie, por su parte, parece ser el rapero Travi$ Scott (cuyo verdadero nombre es Jacques Webster), aunque el rumor no ha sido confirmado por la casa Kardashian. Uno podría pasar horas dedicado al pasatiempo de recorrer el laberinto Kardashian, pero, felizmente, al final siempre la realidad llama.