Mientras la derecha y el sector conservador internacional avanza con referentes disruptivos como Javier Milei, Nayib Bukele o Donald Trump, en Perú, la búsqueda de un líder propio enfrenta retos como la falta de unidad y la inacción frente a un proceso electoral que podría definir el rumbo del país en los próximos años. 

Por: José Ignacio Beteta

A muy poco de iniciar la carrera electoral (el tiempo pasa volando), la Derecha Peruana está ávida de encontrar prospectos locales que traigan al país lo que diversos líderes internacionales vienen logrando en los suyos.

Pero, además, después de más de dos décadas de contemplar como las ideas, políticas y referentes progresistas o de izquierda dominan el escenario político, el movimiento “de retorno” del péndulo ideológico y la aparición de líderes internacionales fuertes que se declaran liberales, conservadores o una saludable mezcla de ambos, es como encontrar una luz al final del túnel, un manantial de agua fresca. Y la Derecha sueña con hallar a ese líder peruano que empuje aquel movimiento de respuesta al progresismo de izquierda que se viene dando en otras latitudes.

La derecha peruana aún no define una estrategia clara rumbo al 2026.

Sin embargo, los sueños, sueños son, y como en toda búsqueda, el resultado nunca es perfecto (repito, nunca). Ya le gustaría a la elite de derecha apostar por un “super líder” local con la claridad económica de Milei, los resultados en materia de seguridad de Bukele, la sagacidad política de Meloni o la radicalidad impredecible de Trump. Pero este personaje no existe.

Por otro lado, faltaría la adaptación “criolla” de dicho líder, que resulta ser el asunto más sensible. Si a las tres o cuatro figuras que menciono no las ves caminando por las calles, es porque aquí no existen, y los líderes no se “inventan”. Puedes fabricar un muñeco que dure algunos meses, pero si no es un líder consistente, el resultado podría ser peor en el mediano plazo.

Además, cada país es diferente y no necesariamente lo que funcionó en Italia, El Salvador, Estados Unidos o Argentina, funcionará acá. Siempre he pensado que la reforma del Estado en Perú debe ser parecida a la Argentina, pero no igual. Lo mismo que la política en seguridad interna debe ser parecida a la que se viene implementando en El Salvador, pero no idéntica. Ni mencionar que prácticamente no replicaría nada de lo que se está implementando en la tierra del Tío Sam.

Entonces, ¿cuál debería ser el sueño de la Derecha Peruana? O, mejor dicho, ¿a qué debería apostar? Aquí se abren dos escenarios: el primero consiste en apoyar a uno de los candidatos que ya existen, equiparlo con lo necesario y fortalecerlo para que avance sostenidamente hacia las elecciones. Sin dudarlo. Sin retroceder.

Esta opción es arriesgada, pero además no tendría precedentes porque, en general, la Derecha Peruana casi nunca se une, casi nunca se arriesga y casi nunca apuesta de forma estable por alguien.

Permanecer en la duda o la inacción no es una opción a tan poco tiempo de las elecciones.

El segundo consiste en “buscar” al “outsider” y construir al candidato. No será perfecto, pero será mejor que los que existen en la medida en que se escapa de la maraña política tradicional y carece de los defectos que ya tienen los actuales, defectos que, hay que decirlo también, son pronunciados, visibles y hasta vergonzosos.

En ambos escenarios, los partidos pequeños, medianos, o grandes identificados de alguna forma con la Derecha responderán al impulso de quienes cuentan con los recursos y con la capacidad de influir en la mayor cantidad de grupos de poder. No lo duden. Los políticos no son líderes, son operarios. Y entre 43 “proveedores”, siempre habrá uno feliz de ayudar.

¿Cuál no es un escenario posible? Lo que no debe ocurrir es que no decidan por alguno de esos caminos. Permanecer en la duda o la inacción no es una opción. Los resultados de una división pasiva o de apoyos parciales irrelevantes los sufrimos con Pedro Castillo y todo lo que ocurrió a causa de su victoria.

A partir de hoy, entonces, habrá personajes que empujen uno de los dos escenarios. Sea cual sea el elegido, la decisión debe ser rápida y el plan puesto en marcha de forma inteligente, sabia, consciente. No son pocos quienes admiten que las elecciones del 2026 pueden ser definitivas en cuanto a las oportunidades que tiene el Perú de ponerse al día en una carrera global de competitividad en la que hoy estamos corriendo para atrás.

Suscríbase aquí a la edición impresa y sea parte de Club COSAS.