La primera vez que viajó sola, tenía catorce años. Se fue mes y medio a Los Ángeles, a estudiar jazz, y al año siguiente volvió para seguir un curso de verano –“It’s all about the song”– en Berkeley, luego de mandar sus canciones a la universidad y ser seleccionada. Hoy, prepara su primer disco y la musicalización de una obra teatral.

También trabaja como traductora. Además de español, habla inglés, alemán, italiano y francés.

A los diecisiete años, María Fe volvió a viajar. Esta vez, a Berlín –ciudad de la que vive enamorada–, después de enviar sus canciones a la Universidad de las Artes, que la invitó a pasar las pruebas para estudiar Composición. Pasó el primer examen, pero el segundo, no, y en las oficinas de Extranjería no le renovaron la visa –“tú eres peruana, ¿por qué no estudias en Sudamérica?”, le dijeron–, así que tuvo que regresar. “Fue terrible, todo un corazón roto. En Lima, estaba literalmente llorando; no sabía qué hacer”, recuerda María Fe.

Su madre, que siempre incentivó su gusto por el arte –“mis papás son supergenerosos conmigo”–, le sugirió que probara en Buenos Aires, otra de las ciudades que más disfrutaba. Y allí se fue a estudiar; primero, en la Universidad Católica, donde llevó un año de Composición, y luego en el Conservatorio Nacional, donde estudió Canto Lírico por cuatro años. A la par, integró dos bandas de música afroperuana y una de música afrobeat, y llevó clases de actuación en el histórico Teatro Colón. “Fue una etapa muy feliz de mi vida, pero no pude soportar la crisis socioeconómica argentina”, dice María Fe, mientras Constanza, la fornida gata rusa azul de sus padres, maúlla como si remedara la bocina de un heladero.

María Fe tiene veinticinco años. Antes de irse a Buenos Aires, estudió música con Jorge Madueño y Pamela Rodríguez.

Entonces, volvió a regresar a Lima, y experimentó ciertas dosis de infelicidad y depresión, hasta que su madre, en sociedad con una argentina y una italiana, abrió una conocida panadería en Barranco y le propuso trabajar con ella. Así, María Fe cumplió una de sus metas: ser cien por ciento independiente.

Otra de sus metas, la mayor, pasa por consolidarse como cantante. Ahora mismo, con la colaboración de su enamorado –el actor Claret Quea–, prepara su disco debut, que recoge su propia historia de vida: su vínculo con la música afroperuana, su faceta como cantante lírica, sus estudios de jazz… “Todo es parte de mí”, dice. “La mayoría de canciones parte de mis propios sentimientos”. Las hay en español, inglés e, incluso, alemán, no por gusto estudió en el colegio Santa Úrsula y es una apasionada de los idiomas.

El 21 de julio se presentará a dúo con Claret Quea, en Casa Bagre, en el Cercado de Lima.

“En este momento, las dos cosas más importantes son mi disco y la obra de teatro”, agrega en alusión a la adaptación para adultos de “El Principito”, que viene desarrollando con Claret –él escribió y dirigirá la obra, y ella está a cargo de la musicalización–. “Son las dos cosas que me ponen feliz”. 

Fotos de Paolo Rally