La reconocida actriz y cantante peruana y el empresario estadounidense tuvieron una boda de ensueño en la histórica ciudad del Caribe colombiano. Tras varios días de celebraciones, la ceremonia principal se realizó en la Catedral de Cartagena y a la espectacular fiesta posterior asistieron más de 150 invitados provenientes de distintos países. COSAS fue el único medio peruano que acompañó a Stephanie y Chad en el momento más feliz de sus vidas.
Por Isabel Miró Quesada, desde Colombia / Fotos de Christian Oses
En la noche del miércoles 24 de enero empezaron a llegar los invitados de los novios a la ciudad amurallada de Cartagena, en Colombia. Juan del Mar, el emblemático torero, actor y restauranteur colombiano, es muy amigo de Stephanie y le separó la terraza de su epónimo restaurante para celebrar el encuentro de los invitados, que llegaban de todas partes del mundo. Animados por la música en vivo, el grupo de asistentes se turnó el micrófono y el baile duró hasta las primeras horas del día siguiente, que es cuando recién empezarían las celebraciones oficiales.
Estas se iniciaron con un coctel de bienvenida a bordo de un precioso galeón de madera que, atracado frente a la gran muralla cartagenera, hacía pensar en Francis Drake y los piratas del Caribe. Ya en altamar y bajo una luna casi llena, Stephanie tomó el micrófono para cantarle a Chad la que sería la primera de muchas canciones durante los días de festejo.
Sus hermanas, Bárbara y Fiorella Cayo, también tenían números preparados de canto y baile. La emoción contagió a todos, probablemente más a los estadounidenses: los familiares y amigos de Chad. Y así fue como arrancaron el baile y las espontáneas coreografías, en las que las peruanas se lucieron.
Esa noche se durmió poco, pues a la mañana siguiente uno de los pintorescos buses ornamentados de la ciudad pasaría por los invitados para llevarlos nuevamente al puerto, aunque en esta oportunidad sería para embarcarse en tres catamaranes. ¿El destino? Playa Fénix, un pedazo de paraíso caribeño en el que una amiga de Stephanie tiene un hotel. Stephanie y Chad habían anticipado la fuerza del sol y tuvieron el gesto de esperar a los invitados con sombreros Panamá. El almuerzo se pasó en fuentes para no interferir con la fiesta en la playa: cebiches, paella de mariscos y cocteles de piña. Al atardecer, los catamaranes regresaron a la ciudad con los invitados. Había que descansar bien esa noche: la boda sería un día después.
Canto en la Catedral
La cita era a las cinco de la tarde en la Catedral de Cartagena. Las calles aledañas fueron cerradas para los más de 150 invitados de la pareja. Stephanie vivió durante muchos años en Colombia, donde trabajó en distintas telenovelas y películas. Eso, sumado al reciente éxito de Club de cuervos, una serie mexicana de Netflix con gran audiencia en Colombia, la ha convertido en una celebridad muy popular en Latinoamérica, sobre todo en ese país. Por eso, mucha gente trató de burlar la seguridad para poder verla entrar a la iglesia.
Stephanie llegó deslumbrante, pero con un aire de inocencia muy particular. Llevaba el pelo recogido bajo el velo, aretes de la casa española Suárez (responsables de confeccionar la joyería de la realeza borbona) que ella misma diseñó, vestido de Rosa Clará –uno de los tres que luciría esa noche– y un bouquet de flores de colores. El vestido era muy clásico y romántico, con encaje, manga larga y sin escote, y un gran faldón. La acompañaban sus damas de honor, entre ellas la diseñadora Anís Samanez –su mejor amiga–, quien vistió a muchas de las otras damas de honor y diseñó uno de los tres vestidos que usaría Stephanie. Todas ellas llevaban también arreglos de flores de colores.
Chad, junto a sus best men, esperaba en el altar, de smoking –que fue el código de vestir para todos los hombres–. Manteniendo el espíritu de todo el fin de semana, fue una ceremonia con toques muy personales. Los novios prepararon sus propios votos (“Prometo ser siempre tu mejor amiga y tu más grande admiradora”, dijo Stephanie en un momento particularmente emotivo). Luego del intercambio de los aros de oro amarillo (el de él lleva grabada la palabra “tuya”; y el de ella, “tuyo”), Stephanie le cantó en el altar una canción sorpresa y, finalmente, en un arranque de espontaneidad, decidieron salir corriendo de la Catedral –lo que causó un breve ataque de ansiedad en Christian Osés, el fotógrafo de COSAS encargado de registrar en exclusiva el acontecimiento–.
Fue tremendamente emocionante verlos correr así, de la mano, a través de la larga nave de la Catedral, hacia la multitud que los esperaba afuera. Desde adentro, los invitados escuchamos ensordecedores gritos y vivas en la calle y, para cuando llegamos al portón, Chad y Stephanie ya estaban en la carroza descubierta y adornada con rosas blancas que los llevaría a dar un paseo por la ciudad.
[justified_image_grid ng_gallery=1283]
Lee la nota completa y mira más fotos en la edición 625 de COSAS, ya a la venta.
SUSCRÍBETE AQUÍ