Mateo Chiarella adapta al teatro la novela homónima del escritor japonés Yukio Mishima, un thriller psicológico lleno de simbolismos que usa el psicoanálisis para abordar la sexualidad y la mentira, conocer nuestros miedos y desenmascar a los personajes. Además, explora la invasión de la privacidad y de la cultura occidental. La obra va hasta el 11 de junio.
Por Débora Dongo-Soria S. Foto de Javier Zea
Reiko Yumikawa, una estudiante japonesa de veinticuatro años, dice que no puede disfrutar de la música. Va al consultorio de un psicoanalista a buscar ayuda. El doctor Shiomi la escucha, pero intuye que esconde algo más grave. Se siente atraído. Quiere conocer el origen psicológico del problema. Pero ella trata denodadamente de mantenerlo en secreto. Así empieza una lucha entre médico y paciente, y un viaje a la profundidad del subconsciente.
Esta es la historia que cuenta el reconocido escritor japonés Yukio Mishima en Música y que ahora el director peruano Mateo Chiarella adapta al teatro. Situada en Japón en la década del sesenta, Música ingresa a la vida de Reiko (Andrea Luna) y explora las relaciones que crea con su novio, el doctor Shiomi (Roberto Moll) y un chico a punto de suicidarse.
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Es la primera vez que Chiarella elige una obra japonesa y que hace teatro psicológico. “Quería probar algo que me estimulara. Mis obras siempre han sido más sociales y entrar al teatro psicológico era algo que tenía pendiente. Además, el mundo oriental me llama mucho la atención. Había estudiado el teatro Kabuki y No. También estuve leyendo a algunos autores hasta que llegué a una obra de teatro de Mishima que me gustó, pero quise leer más. Así llegué a sus novelas. Me leí seis o siete seguidas. Cada una me gustaba más que la otra, pero ‘Música’ me pareció la más teatralizable”, cuenta Chiarella. Al tratarse de una paciente y su psicoanalista, la obra de Mishima está casi dialogada y combina muy bien la tensión con la tradición japonesa.
En la obra, la música es una analogía del acto sexual. Mishima lo entiende como un arte bello, capaz de tocar rápidamente las fibras más profundas de una persona. El psicoanálisis va más allá de la invasión a la privacidad. Representa también la visión de Mishima sobre la invasión de la cultura occidental. Ese simbolismo se entiende al conocer más al autor de la novela. Mishima (Tokio, 1925-1970) era un nacionalista y militarista empedernido. Nunca aceptó la derrota de su país en la Segunda Guerra Mundial ni el protagonismo que luego ganó Estados Unidos. Sentía que la cultura occidental invadía y debilitaba a su país. Música justamente se sitúa en la posguerra.
El 25 de noviembre de 1970, cuando tenía cuarenta y cinco años, Mishima y cuatro jóvenes seguidores secuestraron al general Mashita de las Fuerzas de Autodefensa de Japón en su propia oficina y amenazaron con matarlo. Desde el balcón del despacho del general, el escritor arengó al ejército a rearmarse, dar un golpe de Estado y restaurar el poder del emperador para salvar su cultura. Nadie le hizo caso. Casi ni lo dejaron terminar su perorata. Entonces, Mishima regresó a la oficina del general y se infringió el seppuku (el suicidio ritual japonés por desentrañamiento, también llamado harakiri) con la esperanza de transformar a Japón. “Yo también tengo una serie de cuestionamientos sobre la occidentalización. Incluso en nuestro país entra la cultura norteamericana y cambia nuestras costumbres”, admite el director.
Tras su muerte, algunos tacharon a Mishima de exhibicionista, pero su talento es innegable. Varias veces rozó el Premio Nobel. El primer escritor japonés que sí lo ganó, Yasunari Kawabata, en 1968, dijo: “Ignoro por qué me han dado el Nobel a mí existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad solo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras”.
Ese don está plasmado en Música. Es una obra fuerte, impactante –“como una atracción fatal”, dice Chiarella–, en la que se desenmascara a todos los personajes, no solo a la paciente. Pero, al mismo tiempo, es optimista, sin odio. “Vamos a invitar al público a que ingrese a sesiones privadas de psicoanálisis. La gente va a seguir una evolución psíquica muy peligrosa y angustiante. Se va a convertir en un psicoanalista y sacará sus propias conclusiones”, adelanta Roberto Moll, el recordado actor de grandes telenovelas como Carmín, El clon y El cuerpo del deseo.
Desafío actoral
Por el origen y perfil de la obra, esta es un reto para el experimentado Roberto Moll y la talentosa Andrea Luna. El actor confiesa que la trama lo asusta. “Me mueve cosas muy íntimas. La psiquis humana es un mundo desconocido al que puedes ir entrando poco a poco y remover cosas. Nunca he ido a un psicoanalista, pero tienen un tremendo poder para entrar en tu mente. Y eso me ha asustado”.
¿Se animaría a hacer terapia ahora, después de interpretar al doctor Shiomi? “Siempre he huido de que me digan lo que va a suceder o lo que tengo en la cabeza. No quiero que me toquen lo que hay arriba. Si comienzan a escarbar, van a salir muchas cosas”, dice entre serio y riéndose.
Para Andrea la obra es un reto porque, hasta hace poco, no conocía la cultura japonesa. Para este papel ha investigado al autor y ha conversado con japoneses. También ha absorbido todo sobre el país nipón, como las series y la comida. Además, siente una gran responsabilidad porque cree que Reiko representa a muchas mujeres. “Es necesario que todas las mujeres la escuchen”, reflexiona la protagonista de Solo una madre. Por la importancia del personaje, Andrea decidió postergar para más adelante un viaje largo fuera del país que estaba por hacer. “Reiko me ha permitido crecer como actriz”, asegura.
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Ambos actores continuarán en el teatro. Tras sus trabajos en Colorina (Luna) y Cumbia Pop (Moll), no tienen proyectos en televisión. Andrea estará en setiembre en una obra de Juan Carlos Fischer. Roberto continuará con Mateo Chiarella todo el año. En octubre estará en El discurso del rey. También se dedicará a enseñar teatro. Y en 2019 compartirá escena con Alberto Isola, bajo la dirección y producción de Roberto Ángeles.