Manuel Velarde, alcalde de San Isidro y candidato al sillón municipal de Lima Metropolitana, reflexiona sobre el futuro de la ciudad, y plantea una visión moderna y cosmopolita para solucionar los grandes problemas de la capital.
Por Edmir Espinoza / Retrato de Sanyin Wu
Sobre su bicicleta aro veintiséis, Manuel Velarde Dellepiane se convierte en un limeño más que padece los problemas de movilidad que hacen de Lima una ciudad insostenible. Surca calles y avenidas engullidas por el tráfico de las nueve de la mañana, esquiva conductores temerarios y buses que dibujan zigzags sobre el asfalto. Y, mientras todo esto pasa, entre pedaleo y pedaleo, el alcalde de San Isidro le va tomando el pulso a la ciudad que quiere gobernar por los próximos cuatro años.
Para Velarde, Lima es una ciudad posible a pesar de sus enormes carencias e imperfecciones. Reniega de la falta de visión de la actual gestión metropolitana, y no tiene problemas en asegurar que, antes de finalizar una virtual gestión, habrá convertido a Lima en una ciudad renovada y amable con sus ciudadanos.
En San Isidro, ciertas reformas impulsadas por la gestión Velarde generaron críticas y controversia. Reformular el ADN de un distrito es una apuesta arriesgada, pero el alcalde supo capear el temporal y concretar medidas novedosas –peatonalización de calles, sistema de rotación vehicular en zonas de estacionamiento e implantación de una red de ciclovías, entre otros– que a la postre han convertido a San Isidro en un lugar más moderno y democrático
Quizás el reto más grande que hoy tiene Manuel Velarde sea quitarse la etiqueta de alcalde de un distrito acomodado, y lograr que el limeño promedio apueste por una visión de ciudad diametralmente distinta a la de Luis Castañeda, actual burgomaestre de Lima.
–¿Qué necesita Lima para comenzar a superar los profundos problemas que la aquejan desde hace décadas?
–Lima necesita cambiar la forma como se ha venido gestionando. El modelo actual tiene que ser superado, porque lo único que ha logrado es generar más problemas a la ciudad y a sus ciudadanos. Hoy vivimos en una situación donde la congestión vehicular y la delincuencia son problemas prácticamente insostenibles. Necesitamos una nueva mirada, preguntarnos cómo queremos que sea la ciudad hacia el futuro. Lima está en una situación más grave, y lo que se juega en la próxima elección es su viabilidad.
–¿Cómo calificaría su gestión en la comuna de San Isidro y cómo ha cambiado el distrito en estos últimos años?
–Hemos logrado los objetivos que nos planteamos el primer día que iniciamos nuestro gobierno. En campaña dijimos que íbamos a modernizar el distrito y así lo hemos hecho. Hemos creado nuevos espacios públicos y más áreas verdes. Solo con el Parque Ecológico que actualmente estamos construyendo, sumado a la recuperación del terreno de la Costa Verde de San Isidro, hemos generado 45 mil metros cuadrados de áreas verdes para la ciudad. Creo que son hitos importantes, y se han conseguido en los primeros tres años de nuestra gestión. También hemos rediseñado la calle Libertadores, la calle Burgos y ahora la plaza Bollar, que se han convertido en las primeras zonas 30 del país (área urbana con velocidad máxima de 30 km/h).
–Muchos podrán decir que son obras puntuales que solo benefician a algunos pocos y no atacan los grandes problemas del distrito.
–Yo pienso diferente. Creo que son obras importantes porque volcamos las ideas que tenemos sobre la ciudad. La calle Libertadores representa eso: una ciudad hecha y pensada para las personas, no para el automóvil, como hasta hace poco estábamos acostumbrados. Son proyectos que benefician a la comunidad; generan menos contaminación ambiental, menos ruidos molestos y accidentes, y se prioriza al peatón en este entorno urbano.
–Respecto al problema de la seguridad ciudadana, hoy el 40% de los actos delictivos en Lima están relacionados con el tráfico de tierras. ¿Cómo atacar un problema tan enraizado en nuestra sociedad?
–El tráfico de terrenos es uno de los principales culpables de incentivar la violencia, la inseguridad, además de crear un gran problema respecto a la expansión de la ciudad, porque la expanden ilegalmente en zonas donde es mucho más difícil y costoso habilitar servicios básicos. Por eso creo en la ciudad compacta, donde los servicios están cerca del vecino. Y ese es uno de los retos que tiene Lima. La urbe tiene que compactarse, brindar servicios de buena calidad, y que en ese proceso el ciudadano se desplace menos dentro de la ciudad. Por otro lado, Lima tiene que entrar no solo en una reforma de densificación, sino también de descentralización. Así, aplicando ciertas medidas concretas y articuladas, es posible frenar el tráfico de tierras.
–Anteriores gestiones municipales han intentado reformar el sistema de transporte masivo de la ciudad, y no lo han conseguido. ¿Qué hacer para ordenar el caos del tránsito limeño?
–Puede haber existido algunas iniciativas de ordenamiento. Pero cuando estas no están sustentadas en un liderazgo y en un principio de autoridad claro, es poco lo que se puede avanzar. Eso es lo que yo propongo: las reformas van a estar respaldadas por un apoyo político y una voluntad política para resolver este problema. Para ello desplegaremos varias acciones a la vez: reformular la gestión de un transporte público de calidad, desarrollar un real planeamiento urbano, gestionar estacionamientos de manera inteligente y promocionar la movilidad sostenible. Aplicando estas medidas generamos un círculo virtuoso para la ciudad.
–Las grandes reformas requieren tiempo, y muchas veces son impopulares. ¿Está dispuesto a continuar con su idea de transformación de la ciudad ante una ola de críticas?
–Una ciudad no se puede gestionar en base al cálculo político, porque es desde la politización de la administración municipal que las reformas se entrampan. Sabemos muy bien que las grandes reformas generan grandes resistencias al principio. Pero si uno no está dispuesto a asumir esas críticas, es mejor no meterse en este pleito. Porque al final el que paga los platos rotos es el ciudadano, que comienza a recibir servicios de baja calidad y a no recibir aquellas cosas que las reformas generan.
–Su llegada al sillón municipal supondría, entonces, el fin de la política de plazas y by-pass.
–Claro. Este es un tema muy de la política peruana: intentar tapar el sol con un dedo, evitar las reformas y solo hacer una obrita por acá y otra por allá. Esto lo único que hace es generar mayores desigualdades y una ciudad totalmente fragmentada y desintegrada. En Lima vivimos diez millones de personas. No hacer las reformas necesarias y no buscar el bienestar de las personas es un grave error que la ciudad no puede permitirse.
–El limeño pareciera estar cansado de candidatos que prometen reformas que no se hacen. ¿Por qué está tan seguro de poder cumplir sus propuestas de llegar a la alcaldía?
–Yo defiendo mis convicciones y en eso he sido siempre claro. Me considero una persona reformista, y así me he comportado desde el primer día. Todo lo que vemos en San Isidro lo hemos hecho en tres años, y es eso mismo lo que planteo para Lima. Vamos a cambiar la ciudad en tres años.
–¿Se pueden hacer verdaderas reformas en tres años?
–Por supuesto. Yo lo he hecho acá en San Isidro. Por supuesto que se puede.
–¿Qué opinión tiene de la creación de una Autoridad Autónoma de Transporte Urbano en Lima y Callao? ¿Es acaso la solución definitiva a los entrampamientos de las reformas de movilidad en la ciudad?
–Yo entiendo el propósito de la Autoridad Autónoma de Transporte (AAT) como un modelo que ha funcionado en otras ciudades del mundo, pero tengo algunas dudas al respecto. Sobre todo porque quitarle competencias a un gobierno local o regional y llevárselas al gobierno central para mí es una reversión en el proceso de descentralización, y desde el punto de vista político creo que es un error centralizar en vez de potenciar a las ciudades. Por otro lado, no creo que el gobierno central tenga el liderazgo para enfrentar el problema del transporte en Lima Metropolitana, sobre todo en las actuales condiciones.
Artículo publicado en la revista CASAS #256