La comida une a la gente. Muchas familias estrechan lazos en la cocina y al sentarse en una misma mesa. El caso de los Missoni no es muy distinto. Famosos por sus diseños, que revolucionaron el mundo del tejido, y por ser dueños de un estilo de vida que caracteriza todo lo que crean, sus distendidas y festivas cenas no son la excepción: también llevan el sello Missoni y se han convertido en uno de los eventos infaltables en el marco del Fashion Week de Milán. Pero aquellas no nacieron en el contexto de un desfile de modas, sino que están inspiradas en los tradicionales almuerzos que la familia Missoni lleva a cabo desde hace por lo menos cuatro generaciones.
Por Vania Dale Alvarado
«Estoy segura de que sí”, contesta Angela Missoni cuando le pregunto si existe una relación entre la comida y la unión familiar. “Para mi generación, todo empezó en la casa de mis abuelos maternos, que son parte de una familia grande, y vivían cerca de donde nosotros vivíamos; entonces solíamos almorzar los domingos en su casa, con los tíos, los primos y algunos amigos de mis abuelos, en una mesa muy larga. Pero, cuando caí en cuenta, esto pasaba desde mi bisabuela; así lo recordaba mi madre. Y ahora pasa en mi casa… o vamos a la de mi madre, porque vivimos todos muy cerca. Cuando mis padres construyeron su fábrica a finales de los sesenta, decidieron hacerlo en un lugar en el que les habría encantado pasar el fin de semana, sobre una colina, entre dos lagos, a cuarenta minutos de Milán, con una hermosa vista de los Alpes. Luego, construyeron su casa a distancia caminable de la fábrica. Cuando yo me mudé de la casa de mis padres, a los dieciocho, lo hice a dos minutos de distancia de donde ellos vivían. Y la historia se ha ido repitiendo: mi hija Margherita vivió seis años en Nueva York, pero ahora vive a cinco minutos de mi casa; yo vivo a cinco minutos de la de mi madre; mi hija Teresa vive al lado mío. Nos reunimos en casa a la hora del almuerzo. Siempre hay mesa abierta y somos flexibles en cuanto a agregar o quitar espacios; siempre es así, porque jamás tienes el número exacto de personas. Y no es solo familia, se trata de un clan muy abierto. Los amigos de todos son bienvenidos”, relata la directora creativa del imperio Missoni desde hace más de veinte años.
Angela reconoce que hay cierto hedonismo en todo esto, y que no se limita al sentido de servicio y hospitalidad. “Yo siento placer en arreglar mi casa para fiestas, en decorarla, preparar comida y poner la mesa. Creo que de verdad estoy buscando armonía. Soy muy precisa. No busco perfección, pero siempre trato de dar ese toque extra, y me encanta cuando la gente se siente a gusto. Odio esas fiestas en que la gente tiene que estar siempre calculando todo de manera matemática”, nos confiesa durante el brunch que se organizó en su honor . “Creo que si creces con sabores, aprendes. Es una educación. Nosotros hemos sido educados en eso, y no es que todos en mi familia podamos cocinar, pero sí tenemos todos un gusto particular”.
No todo queda en familia
Por su parte, Francesco Maccapani, su hijo, habla con tal pasión y detalle de los sabores que lo cautivan –que normalmente proceden de insumos que crecen en su jardín– que realmente uno empieza a sentir unas ganas tremendas de ser uno de los comensales invitados a la mesa de los Missoni. “A la gente le encanta venir a nuestras cenas porque no son formales. Todos se sienten en casa. Puedes venir, te sientas con la gente que te cae bien, y, cuando terminas, te puedes ir a casa, no tienes que decir hola ni adiós a nadie. La energía es muy buena, todos son amigos”, precisa Francesco.
Mientras vivía en Nueva York, se empezó a manifestar la idea de hacer un libro que recopilara las recetas de su familia, porque se dio cuenta de que ahí no se comía según la temporada, hecho que a Francesco le cuesta concebir. “Nació como un proyecto para mi familia, no para ser publicado”, explica. “Quería que nuestra tradición no se perdiera. Pero luego, al poner todas las recetas junto a las fotos que estuve coleccionando, cuando la gente veía mi fólder, me decía: ‘Esto tienes que publicarlo. Yo compraría uno’. Así que, gracias a una amiga de mi mamá que ha hecho muchos libros en su vida, logramos sacar el libro un año después”, cuenta Francesco con orgullo.
“Missoni no vende moda, vende un estilo de vida. Se trata de la forma en que disfrutamos las cosas. Vivimos en el campo y disfrutamos las cosas simples: las pequeñas flores que aparecen en el jardín en verano, por ejemplo. Todo es una dicha para nosotros. Ese es el secreto de la vida”, sentencia.