Mientras se transita por esta casa diseñada por Beatriz Pestana y Alonso Valdizán, se va descubriendo el juego de alturas y espacios. El equilibrio entre la volumetría, la materialidad y la naturaleza, así como la ligereza, se establece gracias a la interacción de los volúmenes de concreto visto.

Por Laura Gonzales Sánchez / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

Pestana

Los autores de este proyecto son arquitectos de dos generaciones distintas, pero con un vínculo fortísimo y pasión por lo que hacen: los arquitectos Beatriz Pestana y Alonso Valdizán, madre e hijo. El encargo para que diseñaran esta vivienda, en cuatrocientos metros cuadrados de terreno, llegó de una familia conformada por cinco personas. La esposa, artista plástica, fue la encargada de dictar la pauta, apostando por un lenguaje moderno; por ejemplo, con el uso de materiales que remiten al minimalismo.

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Los arquitectos tradujeron las necesidades de los clientes a través de volúmenes muy sólidos, con las áreas libres de una arquitectura fraccionada. Combinaron cemento visto, fierro y madera. Asimismo, fusionaron la arquitectura con el paisaje.

El verde prevalece en el lugar, una nueva zona de playa Totoritas, en la segunda etapa, que ha recibido el nombre de Ña Justa. Si solo tuviéramos que juzgarla por las fotografías, pensaríamos que nos encontramos ante una casa de campo. Porque la propiedad, que no se sitúa frente al mar, contrasta la volumetría y los materiales con un equilibrio adecuado.

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“El punto de partida del proyecto fue llegar a un balance entre la naturaleza y el concreto, con la permeabilidad visual que se tiene desde el ingreso hasta el final. Concentramos toda la masa hacia el lado derecho del terreno y la aligeramos con una transparencia hacia la izquierda”, explica Alonso Valdizán.

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El programa

En el primer piso funciona el área social, y en el segundo, los espacios privados. Ni bien se ingresa, la piscina sirve de antesala a la terraza, que está techada por el dormitorio principal, la habitación que ostenta la mejor vista. La casa se va abriendo como una caja, se va descubriendo. Y, a medida que lo hace, ofrece distintas sensaciones gracias al juego de alturas disímiles en los espacios concebidos. En el siguiente volumen, después del de la entrada, se encuentra un jardín, y nuevamente otro volumen y un patio.

“En el estudio siempre tratamos de crear un mundo interno dentro de la vivienda, crear un paisaje peculiar para que los propietarios lo disfruten al máximo”, dice Valdizán.

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Una de las características más destacables de la casa es que se han diseñado varias terrazas. La circulación principal se centra en la terraza techada de madera, que asoma desde el interior. La doble altura –una exaltación del vacío– concede notoriedad y distinción al ambiente, cuya iluminación de por sí es generosa. Es aquí donde se ubica la escalera que conecta al área más íntima, la de los cuatro dormitorios, cada uno con baño, y un pasadizo. La terraza del fondo cuenta con una altura mayor, porque la idea era aligerar la arquitectura. Ya lo decía Le Corbusier: “No hay buena arquitectura sin doble altura”.

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La materialidad

Los materiales se muestran en su forma natural. El concreto visto, que es el que predomina, se presenta como una “piel limpia” que de inmediato se asocia con el minimalismo que había solicitado la propietaria de esta casa.

El fierro, por su parte, establece el carácter en los ambientes exteriores. Y la madera, por el contrario, se revela para imponer la cuota de calidez que requiere una familia que eligió esta urbanización donde todo es verde y la privacidad es un patrón.

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Este tema ha sido muy bien estudiado por Pestana y Valdizán. La elección de materiales se hizo pensando en el tiempo, porque el proyecto debía ejecutarse en un margen ajustado. Como no necesitó tarrajeo, pintura y algún otro acabado, se cumplió con el plazo establecido.

El interiorismo, por su parte, sigue a la arquitectura en toda su extensión, para llegar a un lenguaje uniforme.

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Artículo publicado en la revista CASAS #266