Es imposible no caer rendido ante las casas que diseña Studio MK27, la oficina brasileña de arquitectura que dirige Marcio Kogan. La apuesta por la calidez y su obsesión por los detalles hacen que cada proyecto sea único. Su primera obra en Lima no es la excepción.

Por Laura Alzubide / Fotos de Fernando Guerra

Kogan

Las casas que diseña Marcio Kogan son un imán irresistible para las portadas de las revistas especializadas de todo el mundo. Y, ciertamente, el arquitecto brasileño, que lidera Studio MK27, es un acucioso director de arte que maneja con precisión la escenografía y la luz de los ambientes que crea. No es casualidad que, al comienzo de su carrera, quisiera dedicarse al cine. En 1988, incluso, llegó a realizar un largometraje con otro de los grandes arquitectos de su generación, Isay Weinfeld.

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El dominio escénico se manifiesta en esta casa, el primer proyecto de MK27 en Lima. Aquí Kogan ha trabajado la arquitectura con Samanta Cafardo y Elisa Friedman. El diseño de interiores ha sido realizado por Diana Radomysler y Mariana Ruzante. “El alma del estudio son los detalles”, dice Radomysler. “No creemos que haya diferencia entre interiorismo y arquitectura. Cuando pensamos los espacios, pensamos en cómo se va a vivir allí. Esto determina el esbozo de la casa. El resto es una mezcla de lo que creemos y cómo los clientes viven. Todo está planeado desde el inicio”.

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Para Radomysler, cada ambiente transmite una emoción diferente. Se han considerado todos los detalles. Las cualidades del espacio. La presencia humana. Por eso se ha apostado por un material como la madera, que aporta calidez a los ambientes. Esta es una de las señas de identidad de Studio MK27, y lo que le ha granjeado numerosos artículos en publicaciones de alcance global.

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El lugar sin límites

El terreno tenía dieciséis metros de frente por treinta de profundidad. Sin embargo, los propietarios no querían tener la sensación de vivir en un edificio. La solución, entonces, fue crear tres volúmenes, uno sobre otro, con formas diferentes. Desde la fachada, el cobogó –una celosía inventada por los ingenieros Amadeu Oliveira Coimbra, Ernesto August Boeckmann y Antônio de Góis– aporta protección visual, mayor iluminación y ventilación cruzada en el tercer piso, donde se encuentran las habitaciones de los hijos.

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“Se trata de tres cajas depositadas una sobre otra”, dice Kogan. “Pero son cajas un poco mágicas. Están las cajas externas, y luego están las cajas internas para resolver el programa, en lugar de poner simplemente una pared. Esta es una forma de pensar muy característica en nuestro estudio. Tenemos una perspectiva lúdica del espacio. Este es un proyecto de metacajas”.

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En el primer volumen se ubican las áreas sociales, que incluyen una terraza y la cocina. El segundo y el tercero contienen los dormitorios, con sala y terraza. Además, hay una azotea con un pequeño bar y un semisótano con el parking, zona de servicio, un gimnasio-sauna y una piscina que se puede apreciar, a través de una franja vidriada, desde el jardín que hay junto al salón principal. “A consecuencia de la urbanización que hay alrededor, se requería una integración fuera-dentro, que es muy intensa en todos nuestros proyectos. Los límites están diluidos”, dice Kogan.

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Retrato: Diego Valdivia

Conexión brasileña

La madera, el material predominante, ha sido importada de Brasil. “El mueble de la sala, por ejemplo, no era de piedra”, dice Jorge Baertl, el arquitecto local que ha asistido en el proyecto. “Al inicio era de madera. Luego fue de concreto, y consideramos revestirlo de piedra para lograr una volumetría que cumpliera con la visión de Marcio. Pensamos en qué material local hay que se le parezca, y así llegamos al basalto. Es el mismo material que hay en la chimenea. No hay muchos acabados en la casa. Solo madera, piedra, concreto”.

El concreto destaca en el jardín, con sus volados postensados, una textura tipo madera y el color preciso que congenia con el resto de materiales. Según los arquitectos, todo ha sido diseñado. Los detalles de los pisos. El pasamanos y los pasos de la escalera. Incluso se ha considerado la altura de las lámparas que hay sobre las mesas, que se encuentran al nivel de la vista. En realidad, todo empezó con la idea de la chimenea: una caja dentro de otra caja. Hasta llegar a alrededor de cien páginas con dibujos que hicieron que el proyecto alcanzara la perfección. “Se piensa a mano y se diseña en computadora”, añade Radomysler.

Este es el mantra de Studio MK27. Primero, el placer de dibujar. Después, la arquitectura. Y todo lo demás. “Para una casa, yo hago carpetas y carpetas de diseños”, confesó Kogan el año pasado a un diario español. “Diseño todo, el rodapiés, el encuentro de los muebles… En mi opinión, el problema nunca es que haya demasiado diseño, sino que el diseño sea malo: que se imponga demasiado, que no haya delicadeza”. 

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Fotos: cortesía de Studio MK27
Artículo publicado en la revista CASAS 271