Emplazada como privilegiado mirador del valle de Lurín, esta casa diseñada por Marina Vella celebra los materiales y la naturaleza de Antioquía, y establece una nueva dimensión para la vida en el campo.
Por Rebeca Vaisman / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Una hora y media después, la ciudad de Lima ha quedado atrás. Desde la carretera, no puede distinguirse nada entre los cerros de piedra secos y las quebradas. Y, sin embargo, sobre un altillo que se confunde con el resto del valle del río Lurín, protegida por los árboles y por su propio emplazamiento, se alza una casa: como un mirador protegido, y siguiendo la lógica de su paisaje, la Casa Chontay de Marina Vella asume el reto de incorporar materiales oriundos y vegetación en su concepto y ejecución. Y, también, el de revisar la relación de una casa temporal con el entorno.La casa se distribuye en dos volúmenes sobre un terreno irregular. Sobre la parte alta, un primer volumen de 58 metros cuadrados alberga la cocina, el comedor y la sala. En el volumen bajo, de 103 metros cuadrados, se ubica el área privada, con tres dormitorios (que incluyen una cama en un altillo), los baños y la terraza. Las mamparas de piso a techo integran el interior con el exterior, de tal manera que la vista atraviesa los volúmenes y alcanza distintos puntos del terreno. La terraza está orientada hacia el valle para potenciar su vista, y se ha dejado la posibilidad de construir una segunda terraza sobre el techo de uno de los volúmenes. La carretera pasa por detrás: desde allí, el desnivel no permite ver la casa, camuflada entre los árboles. Esto garantiza la privacidad y la seguridad de la propiedad. Y respeta el paisaje del valle.
Uno de los objetivos que se impuso Vella fue dejar el máximo de terreno libre. La casa se resuelve en 161 metros cuadrados, que incluyen la terraza y dejan más de dos mil metros cuadrados de exterior. “Es una escala chica pero sumamente eficiente, sin espacios muertos”, explica al respecto Marina Vella. Eso quedó demostrado en su inauguración: los propietarios tuvieron una de aquellas pródigas reuniones familiares de fin de semana, y la casa llena acogió a diecisiete personas. Dentro, todo se resuelve en el mínimo de espacio. Fuera, las posibilidades parecen alcanzar el final del valle.
Líneas de piedra
La casa se construyó usando una técnica mixta, que combina piedra y adobe –materiales locales– con técnicas más convencionales de edificación: vigas de concreto y fierro. Los muros de piedra conservan el calor, y la ventilación se asegura a través de las mamparas, las ventanas altas que recorren el contorno del volumen y las teatinas. Las celosías de madera permiten controlar el ingreso del aire y la luz. Además, cumplen una función vital en la concepción de la casa: “Una idea importante era trabajar líneas y no volúmenes”, explica Vella. “Por eso, un material no toca otro material. La madera separa la piedra y, si la celosía se abre, puedes ver todo el canto del muro de piedra”. La arquitecta se valió de ese recurso para lograr una estética contemporánea con materiales tradicionales. En el desnivel se sembró vetiver, planta gramínea de raíz que alcanza los tres metros de profundidad, la cual sirve como muro de contención. Esto, además, genera la ilusión de que la casa emerge de la tierra. En la terraza, el techo es de caña y las columnas, de eucalipto. Para dar color a la estructura, se usaron buganvilias y jazmines, que con el tiempo treparán y abrazarán los muros, hasta el techo.
Parte del planteamiento arquitectónico tiene que ver con la forma en la que se habita una casa temporal y en la que se convive con la naturaleza. Una serie de actividades y momentos se plantean en el exterior: una zona de hamacas, otra de fuego, el mirador, el saltarín para los niños, una huerta y la piscina. Cada uno de estos elementos está separado y disperso por el terreno, de tal manera que los habitantes deben desplazarse y recorrerlo. Incluso, transitar entre ambos volúmenes de la casa implica atravesar el exterior. “Queríamos hacer que la gente saliera de la casa y mirara hacia fuera”, explica Marina Vella. Atravesando los muros de piedra, el cielo y la naturaleza quedan expuestos.
Artículo publicado en la revista CASAS #233