Para escapar de la ciudad, pero no de sus comodidades y lujos, los neoyorquinos adinerados, celebridades incluidas, se mudan al campo para llevar una vida más simple. Al mismo tiempo, los sectores rurales cambian para acoger a sus nuevos vecinos.
Por Manuel Santelices
Una de las comedias más populares de los años sesenta en Estados Unidos fue “Green Acres”. En ella, la platinada Eva Gabor y el elegante Eddie Albert interpretaban a dos multimillonarios neoyorquinos que abandonaban su penthouse en Park Avenue para instalarse en una granja y cumplir su sueño de convertirse en campesinos.
Como era de esperarse, el sueño se transformó rápidamente en pesadilla. Eva pasó la mayor parte de las seis temporadas que duró la serie quejándose de que sus pieles y tacos no combinaban bien con la vida rural.
Hoy en día, en la era del “rurbanismo”, los protagonistas de “Green Acres” no tendrían mayores problemas. Puede que no haya escuchado antes el término, pero sin duda se habrá dado cuenta de su significado.
Un nuevo estilo de vida
Gracias a avances tecnológicos que permiten que la oficina se traslade virtualmente a cualquier parte, ante la fatiga que producen las presiones y los costos de la vida en la ciudad, y respondiendo al creciente interés por un aire más limpio, una comida más natural y un estilo de vida más sano, un importante número de habitantes urbanos está trasladando su vida al campo, acarreando consigo no solo sus libros, sus jeans, sus computadoras y su cuenta de Netflix, sino también la sensibilidad y el refinamiento propio de quienes han vivido toda su vida inmersos en la cultura de la gran ciudad.
Así, en pueblecitos donde hasta hace poco solo había uno que otro restaurante local y la idea de “shopping” se limitaba a una visita semanal a la ferretería o el almacén, han ido apareciendo, en los último tiempos, boutiques de ropa europea, tiendas de cosas para la casa que ofrecen cafeteras italianas, frazadas de cashmere o mesas hechas con madera reciclada por algún artesano de Brooklyn, así como lujosos libros de decoración o cocina.
La arquitectura se ha ido haciendo cada vez más moderna y refinada, y la comida es un festín que en el corto trayecto de la huerta a la mesa adquiere el sabor necesario para satisfacer hasta el más exigente paladar.
Los llamados “Trasplantados” –la mayor parte de ellos pertenecientes a la élite intelectual y creativa– hablan una nueva jerga, donde diseño y horticultura, literatura y ganado, moda y vendimia son temas que se interceptan sin problemas.
De la ciudad al campo
La nueva doctrina también tiene, cómo no, su propia revista: “Modern Farmer”, donde con exquisito diseño, fabulosa fotografía y estupenda pluma, se cubren temas como “el futuro del empaquetamiento de fruta”, “seis granjeros describen el tractor de sus sueños” y “cómo construir su propio iglú”.
La publicación tiene una atractiva oveja escocesa en la portada de su última edición, que incluye un artículo sobre “celebrity farmers”. Estrellas que han abandonado las doradas colinas de Hollywood para instalarse en medio del campo.
Y no solo se ve en Estados Unidos. El actor neozelandés Russell Crowe, por ejemplo, posee 700 cabezas de ganado Black Angus en su rancho de 500 acres en Nana Glen, Australia. Mark Ruffalo, por su parte, vive con su esposa e hijos en una ex granja lechera de cincuenta acres al norte de Nueva York. Ahí el actor produce frutillas y conduce un viejo tractor John Deere de la década de los cincuenta.
Metamorfosis de lo rural
“The New York Times” dedicó hace unas semanas tres páginas de su sección “Home” a Hudson, la ciudad estadounidense que mejor encarna el espíritu del “rurbanismo”. La urbe hasta hace un tiempo era una pobre y alicaída comunidad industrial a dos horas al norte de Manhattan. Recientemente, ha sido invadida por cientos de exresidentes de Nueva York en busca de una vida más tranquila y natural.
Poco a poco, las antiguas casas han sido restauradas y las viejas industrias se han convertido en galerías. Warren Street, la calle principal, es ahora una agitada avenida repleta de tiendas de antigüedades, restaurantes y boutiques. Marina Abramovic planea inaugurar ahí su centro cultural el próximo año. Mientras André Balazs, propietario del Chateau Marmont en Hollywood y la cadena de hoteles The Standard, pasa sus fines de semana a poca distancia, en su enorme casa de campo en Staatsburg.