Es la estrella de las mejores revistas de decoración de España. Arquitectos como Peter Marino lo llaman para que inmortalice sus espacios. Pero ¿cómo es el espacio en el que vive el fotógrafo Manolo Yllera? Él mismo nos lo revela.
Por Roque Saldías / Fotos de Manolo Yllera
Manolo Yllera nos abre las puertas de su departamento. El fotógrafo madrileño es joven y amable, y nos cuenta su historia con la sencillez que desprenden las personas que conocen su trabajo, tienen estilo y no son maltratadas por el éxito.
“Fallé en mis metas de ahorrar espacio, dinero y practicidad”, afirma. “Deseaba un ambiente abierto, el clásico loft para poder hacer mi fotografía, mover reflectores y luces con facilidad, y que, al mismo tiempo, me permitiera vivir. Mi búsqueda tenía un doble propósito, pero era difícil de encontrar en el centro de Madrid”.
Le tomó un año y medio poder hallar un ambiente que no tuviera columnas en medio del espacio, con techos altos y una definida separación de funciones. Este se materializó en Tetuán, un antiguo barrio al noroeste de Madrid a solo quince minutos en metro del centro de la ciudad. Hoy, la zona alberga un nuevo desarrollo financiero que contrasta con pequeñas casas, costumbres vecinales y una combinación de talleres artesanales.
De hecho, su actual departamento había sido un antiguo taller de escayolas. Dispone de ciento cuarenta metros de área, con techos de cuatro metros y medio de altura, una gran cantidad de luz natural y espacios amplios, con un dormitorio y un baño separados que permiten definir los límites entre las áreas de trabajo y el hogar.
Escaparate vital
La idea inicial era mantener el set de fotografía lo más limpio y vacío posible. “El problema fue que mi pasión por decorar el espacio fue ganando terreno, y llegaron muchos muebles”, ha explicado Yllera en la revista “AD España”. “No puedo parar de comprar sillas, lámparas o cualquier pieza que vea fotogénica para un retrato o una sesión”. Una cosa son las intenciones y otra, la realidad. Y, a la hora de hacer una sesión de fotografía para un cliente, tiene que mover la mayoría de los muebles de un extremo a otro, o a la calle.
Las paredes se encontraban en mal estado y se envejecieron aún más con yeso para que fueran más rústicas. La mezcla de muebles es diversa y ecléctica, desde un bergère tapizado con yute, un sofá Luis XV y piezas de Maarten Baas hasta algunas sillas contemporáneas de resina o acero, algo industriales, diversas y recicladas –sin nombre pero honestas en estilo– provenientes de algún mercado de pulgas o de la calle. Alfombras marroquíes, reflectores, muebles de estilo francés y escandinavo, sin que falte uno que otro mueble de familia, los cuales, sin ningún miramiento, los “grafitea” y acompaña con arte, especialmente de amigos.
Lo sorprendente es que el espacio comenzó a cobrar vida, y atrajo el interés por arrendarlo para sesiones de fotos hasta convertirse, gradualmente, en escenario de videoclips, filmaciones y videos publicitarios. Demás está decir que el loft sufre constantes variaciones al tener que movilizar los muebles para cada uno de estos acontecimientos, aunque luego retornan y son reubicados con la gracia y la naturalidad de quien entiende de armonía de manera innata y casual como solo un esteta sabe hacer.
Manolo Yllera es autodidacta. Aprendió fijándose en los grandes, como en Henri Cartier-Bresson y Paolo Roversi. “Me di cuenta de que mis autores favoritos no elegían el interior más apabullante, sino el que mejor luz tenía”, ha confesado en las páginas de “AD España”. Hoy, sus fotos se publican en las mejores revistas y los mejores libros de decoración del mundo, y es el fotógrafo oficial de los proyectos de Peter Marino y de otros renombrados arquitectos.
Fotos: cortesía de Manolo Yllera