Sin ánimo de convertirse en ‘gurú’, el arquitecto Josep Bohigas, director general de la Agencia de Planificación Estratégica Barcelona Regional y uno de los destacados invitados al laboratorio LIMAPOLIS 2023, organizado por la Facultad de Arquitectura de la PUCP, analiza diversos temas imprescindibles para imaginar la ciudad del futuro. Invitado al evento cuyo título de este año es “El derecho a la vivienda”, afirma que “la idea de futuro no pasa por borrar la ciudad presente, sino por construir sobre la que tenemos. No imaginarla perfecta, porque es una visión demasiado pesimista”.

Por Laura Gonzales Retratos Joselyn D’Angelo

Bohigas es un hombre que siempre encuentra “cosas buenas y potentes sobre las que se puede regenerar”. Dice tener la suerte de mirar las cosas desde dos perspectivas: desde arriba, por ser director de una institución que cuenta con más de un centenar de profesionales; y desde abajo, como miembro de la Asociación de Arquitectos de Cabecera, con la que realiza el trabajo de ingresar a viviendas para cartografiar las realidades íntimas y, a posteriori, lograr una idea nueva de ciudad. “Con la mirada desde arriba, voy aterrizando; y con la mirada desde abajo, voy creciendo”, reflexiona.

Josep Bohigas

“Si la ciudad fuera una paella, el arroz (la vivienda) debería ser lo más importante; pero nos hemos distraído en colocarle muchos otros ingredientes para que le den gusto y la decoren…”, parafrasea Bohigas a uno de sus colegas.

¿El tuyo es un trabajo social?

Social y técnico. Netamente arquitectónico. Entramos a las casas, así como aquí en Lima lo hemos hecho, en estos días, en la zona de Los Jazmines, en Puente Piedra, con el colectivo Las Mujeres Constructoras –que ya llevan veinte años asociadas– quienes han construido hasta muros de contención. Ese proceso va creciendo, a su vez que respondiendo a las interrogantes: “¿qué casa quiero?”, “¿qué calle quiero?”, “¿qué barrio quiero?”, de adentro hacia afuera; pensando en estrategias de mejoramiento vecinal que nacen de hablar y escuchar a la gente.

Las buenas prácticas nunca dejan de ser replicables. 

Cada caso es específico. A veces forzamos mucho la máquina pensando que hay experiencias que se pueden trasladar, y eso no es así. Pero sí puede haber algunas directrices transmisibles. Es fundamental poner en el centro a la vivienda, invertir. Otra opción es, seguramente, construir unas nuevas cartografías de la ciudad en las que emerjan las auténticas oportunidades de dónde y cómo es más eficaz trabajar. Por ejemplo: lo que acabamos de hacer en los workshops (nueve en total, en el marco de LIMAPOLIS) con los grupos y en lugares específicos; trabajar con las ONG, con las asociaciones barriales, y a partir de ahí, ir tejiendo una suerte de soluciones que sí puedan ser extrapolables.

En el marco de LIMAPOLIS, se inauguró la XII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo con la muestra «Habitar al margen». Va hasta el 7 de mayo en la casa O’Higgins.

En tus charlas has sido muy contundente al afirmar que “la vivienda tiene que ser sostenible y resiliente”.

A veces pensamos que el problema de la vivienda se resuelve solo si el Estado invierte haciendo barrios. Y la vivienda, por suerte, no se resuelve cuantitativamente, sino cualitativamente. Debemos tener políticos y políticas valientes que entren a mirar la vivienda desde muchos vectores. Es necesario que construyamos entornos resilientes frente a los retos existentes, que sabemos que se mejoran con la naturaleza; construyendo con lo más evidente: el verde, los árboles. El verde es capaz de aportar en términos de salud psicológica y alimentaria. El verde no solo tiene que ser para verlo, sino para comerlo; y ese verde, además, tiene que ser productivo dentro de la ciudad. 

Seguimos hablando del internamiento forzoso por Covid. ¿Cuál es tu reflexión al respecto?

Encerrarnos en casa nos ha obligado a repensar la idea misma de casa y de ciudad. Creo que sería un gravísimo error creer que nuestras casas tienen que ser perfectas.  Estas son, por definición, imperfectas y, por tanto, hay la necesidad clara de completarlas en el exterior, en la ciudad. Si hacemos una casa con piscina, con gimnasios, muy grande, etcétera, al final lo que haremos es un modelo de planeta de gente aislada en su vivienda ‘perfecta’. Hay que intentar que lo que sea perfecto sea la ciudad, que es la casa de todos: construir entornos agradables, planificados. Creo que en la combinación entre calle y casa está el mejoramiento de nuestras vidas.

¿Es lo que se ha dado en llamar “vivienda digna”?

Cabe preguntarse qué es dignidad y qué es indignidad. Algunos indicadores que están computados para esta definición son los metros cuadrados. Sin embargo, la necesidad de un adulto solo no es igual que la de una familia, ni una casa en Nueva York es igual a otra en las afueras de Lima. La dignidad no tendría que ver –necesariamente– con el tamaño de la vivienda y sí con la autoidentificación, la autoproducción y la autoconstrucción.

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