Toda historia tiene un capítulo final. Y con el proceso electoral peruano de 2026 a punto de comenzar, el debate sobre la formalización minera —o más precisamente, sobre la lucha contra la minería ilegal— debe llegar al suyo. No puede haber más dilaciones. Esta historia debe terminar.

Por Editorial COSAS

La formalización del sector minero representa el mayor desafío para el desarrollo sostenible del Perú. Su éxito impactará directamente en aspectos económicos, sociales y políticos a nivel nacional. Analizar esta problemática y proponer soluciones concretas no es una opción: es una urgencia impostergable. De no resolverse, no es exagerado afirmar que podríamos encaminarnos hacia un escenario de caos, corrupción, inseguridad y decadencia institucional.

¿Qué temas deben abordarse y resolverse en esta “última mesa”?

Desde la redacción de COSAS, y en conversación con diversos especialistas, proponemos una lista de puntos que consideramos fundamentales:

Áreas intangibles. Bajo ninguna circunstancia puede permitirse actividad minera en áreas naturales protegidas ni en zonas intangibles de conservación histórica, cultural o arqueológica. En estos espacios, el Estado debe ejercer una presencia firme: promover políticas de conservación, fomentar el aprovechamiento formal —donde sea posible— y establecer alianzas estratégicas con el sector privado.

Trazabilidad total. La tecnología actual permite implementar sistemas de trazabilidad rigurosos para insumos clave como explosivos, combustibles y mercurio. Además, posibilita sancionar penalmente a los proveedores que abastezcan zonas prohibidas. Para lograrlo, se requiere una plataforma digital integrada que conecte a SUNAT, OEFA, PNP, MINEM, SERNANP y el Poder Judicial, permitiendo identificar a cada proveedor involucrado

Esta exigencia de trazabilidad debe aplicarse también a la producción minera en todas sus escalas: artesanal, pequeña, mediana y grande. Las herramientas tecnológicas ya están disponibles y deben utilizarse sin demora.

Plantas de procesamiento. En el país existen decenas de plantas de beneficio que se han convertido en la principal vía de ingreso del oro informal al sistema formal. Estas plantas deben ser rigurosamente fiscalizadas por los órganos competentes, pero también pueden convertirse en actores clave para la formalización, asumiendo un rol activo en la solución del problema.

El fracaso de la descentralización. Los gobiernos regionales han demostrado una incapacidad persistente para fiscalizar la minería ilegal en todos los frentes mencionados. Por ello, muchas competencias deben regresar al Gobierno Nacional, a través de organismos como la OEFA, en coordinación con las Fuerzas Armadas, la Fiscalía, la PNP, el sector privado, las comunidades y autoridades locales. Pero el liderazgo debe venir del gobierno central.

La formalidad no puede ser un martirio. Para la minería formal —grande, mediana o pequeña— es vital que se continúe reduciendo la burocracia estatal. La tramitología excesiva y la permisología engorrosa desalientan la legalidad. Si bien es justo que los procesos varíen según el tipo de minería, estos deben ser simples, claros, predecibles y estables para todas las empresas que invierten.

Los vínculos entre minería informal, crimen organizado e ilegalidad están ampliamente documentados. No se necesitan más diagnósticos: lo que se necesita es acción. La formalización requiere una estrategia que reconozca la complejidad del problema y las limitaciones institucionales del país, pero que, al mismo tiempo, trace un camino claro, viable y ambicioso. Uno que fortalezca el Estado de derecho y abra verdaderamente la puerta a los mineros artesanales que desean formalizarse de forma estable y definitiva.

Estos puntos —complementados con análisis legales, técnicos y económicos— deben constituir la base de trabajo de la mesa convocada por la Presidencia del Consejo de Ministros. Con apoyo político, recursos adecuados y un compromiso multisectorial real, el Perú puede convertir un problema crítico en una gran oportunidad de desarrollo. Pero probablemente esta sea la última oportunidad de hacerlo. La última mesa de trabajo. La última mesa.

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