Hoy, caminar por Las Begonias, Canaval y Moreyra o Rivera Navarrete es encontrarse con un abanico de propuestas muy interesantes y variadas que conforman el nuevo boom gastronómico en la ciudad.
Por: Luis Martín Alzamora*
Hace no muchos años, al pensar en la zona empresarial de San Isidro, lo primero que venía a la cabeza eran bancos, sedes corporativas y ejecutivos corriendo entre reuniones y los bocinazos de Javier Prado. Era un distrito donde la comida era apenas un sánguche a la volada en un café de paso.
Ver esta publicación en Instagram
El primero en abrir camino fue La Carreta. En 1984, Enrique Villasana apostó por una parrilla de gran nivel en plena Rivera Navarrete. Visionario, se lanzó en una zona donde salir a almorzar “rico” todavía no era costumbre. Su decisión no solo fue acertada: con el tiempo, convirtió a La Carreta en una institución. Hoy, casi cuatro décadas después, sigue siendo ese clásico de mozos de toda la vida, humo que invade la cuadra con olor a parrilla y cortes generosos de carne de distintos orígenes. Allí se cierran negocios, se celebran aniversarios y reuniones de amigos. Así, con los años, aparecieron restaurantes, cafés, bares y hasta food halls que cambiaron la cara de la zona financiera.
Paseo Begonias
Uno de los puntos gastronómicos más vivos de San Isidro. Tres nuevas aperturas marcan ese pulso. Popurrí, inaugurado a inicios de año, es un food hall de más de mil metros cuadrados con siete cocineros top (Hajime Kasuga, Palmiro Ocampo, Christian Bravo, entre otros) y una energía que no se apaga. Aquí se desayuna, se almuerza, se pica algo o se cierra con un coctel. Muy cerca, Casa Sarao, impulsado por Jorge Muñoz, trae el ritmo alegre de España con su hora del vermut, cerveza de caño y una mesa que se llena de arroces, croquetas, ensaladas, pescados a la brasa y más. Y Melt, con su aire de barrio gringo, apuesta por una carta que va del café con croissants, los mixtos y panqueques por la mañana; los bagels, macarronis de huancaína con lomo saltado, waffles con fried chicken y maple al mediodía; y por la noche, las hamburguesas y los cortes de carne.
Buche: la frescura de una nueva generación

Causa de langostino, en Buche.
A unas cuadras, en una esquina de Canaval y Moreyra, el aire cambia. Buche, de Jean Paul Barbier y Marco Piera, representa la frescura de una generación más joven. Su carta juega con lo limeño y lo cotidiano: desayunos y sánguches potentes, pesca fresca, y platos de casa reformulados con un estilo propio. El local es sencillo, moderno, luminoso y con onda. Buche prueba que en San Isidro no todo es lujo: también hay espacio para lo sabroso de todos los días, hecho con técnica y cariño.
Maras: sofisticación en el barrio

Ravioles de choclo con ricota, hongos y salsa porcón, en Maras.
Dentro del hotel Westin, Maras muestra la cara elegante de la zona. Liderado ahora por Carlos Atausinchi, es el restaurante que combina despensa peruana con técnicas internacionales. Perfecto para esa reunión de trabajo con un cliente o para una cena especial y celebrar algo, su propuesta confirma que San Isidro también puede ser escenario de alta cocina. Algo que resaltar en Maras es la carta de vinos, curada al detalle por Julián Oliva, quien debe ser uno de los mejores sumilleres del país.
Alphonse y Velvet: la noche también tiene onda

Alphonse, bar oculto en Westin.
La coctelería también encontró su lugar. Alphonse, un bar oculto de atmósfera clandestina, de la época de Al Capone y la prohibición, el jazz y el misterio. La coctelería es creativa, elegante y sofisticada. Se sirve en cristalería vintage y siempre con ese giro moderno que sorprende en boca. El ambiente acompaña: luces bajas, música envolvente y una atmósfera que parece sacada de otra época. Y hay un detalle que lo hace aun más especial: Alphonse es el primer speakeasy de sudamérica dentro de un hotel cinco estrellas.

Sidecar y Paper Plane, en Velvet Bar.
Velvet es también un speakeasy que se esconde detrás de un librero secreto dentro de Popurri. Apuesta un poco más por la sofisticación: luz tenue, barra imponente y gran coctelería. El bar respira la energía cruda del ‘downtown’ neoyorquino, con un poco de punk y rock setentero, traducidos en un espacio elegante, íntimo y cargado de personalidad. Podría decirse que es un bar con la personalidad de David Bowie. La barra es el corazón del lugar, un escenario donde la coctelería se mueve con precisión y creatividad, sirviendo tragos que sorprenden tanto en balance como en presentación.
Melt: Local con espíritu norteamericano

Hamburguesas y tostadas francesas forman parte del brunch de Melt.
Al igual que Casa Sarao, Melt es la otra reciente apertura de Paseo Begonias, y trae todo el espíritu de un restaurante informal característico de los Estados Unidos y actualizado a una onda moderna. Su carta es fácil: un ‘all day’ donde siempre hay algo rico que comer, sin importar la hora. Puede ser lo tradicional de las mañanas: el café pasado con croissants, los mixtos y panqueques; al mediodía aparecen los bagels, los macarronis de huancaína con lomo saltado, los waffles con fried chicken y maple; y por la noche, las hamburguesas y los cortes de carne se llevan la atención. O simplemente todo al revés, todo lo que quieras, a la hora que lo quieras.
El espacio tiene ese aire nostálgico de barrio gringo, con guiños contemporáneos que lo hacen sentir fresco y actual. Un punto que refuerza la idea de que San Isidro no se apaga más a las 6 de la tarde, sino que ofrece rincones para quedarse todo el día.
Rutina Café: el café que hacía falta

Tostón multigrano de palta, en Rutina Café.
El boom de San Isidro también se sostiene en cafés como Rutina. Perfecto para reuniones breves, encuentros casuales, para avanzar algo con la laptop o simplemente para arrancar el día con buen café. Su propuesta de desayunos y bowls saludables complementa la oferta. Rutina demuestra que ya no hace falta ir a Miraflores para tomar café de especialidad: en San Isidro también está la opción y bien resuelta.
La Cristina Bakery

La Cristina Bakery tiene una gran variedad de croissants: de pistacho, chocolate, frutos rojos y más.
Ese lugar de barrio que alegra cualquier día. Con una pequeña tienda al lado donde el olor a pan recién horneado te envuelve y las vitrinas te reciben con croissants, hojaldres, panes de masa madre y facturitas. En el local encontramos sánguches bien hechos, cremas de estación, pizzas, platos reconfortantes y varios postres que tientan a cualquiera. Es un espacio que combina lo artesanal con lo práctico, y que ha logrado dar calidez y sabor propio al corazón corporativo de la zona.
La Principal: lo sencillo hecho bien

Brunch en La Principal.
La Principal se inicia en 1956, cuando Piero Polleti llega al Perú y en esa misma pequeña esquina abrió su salumería. Se trajeron máquinas, recetas y todo el oficio de hacer embutidos como en Italia, y hasta hoy pueden decir con mucho orgullo que siguen manteniendo esa producción artesanal, con insumos traídos de allá para mantener la misma calidad y el sabor de siempre con las recetas de toda la vida.
En 2016, dieron un giro al negocio al entender que el nuevo consumidor no buscaba tanto los embutidos, sino que pedía algo más, así que Nadina, la nieta de Piero, abrió un bistró. La idea era simple: preparar sánguches y platos que mostrarán lo mejor de sus embutidos y acercarlos a familias y jóvenes. Encontraron una forma de seguir contando su hermosa historia, pero desde la mesa. Una historia que ya lleva tres generaciones y sin duda seguirá dando que hablar.
El Hornero Premium: la tradición que se reinventa

El Hornero Premium.
Otra parrilla que se instaló con fuerza hace pocos años fue El Hornero. Esta vez con su versión Premium, que viene a ser más formal y corporativa. Aquí la propuesta es elevar el estándar: cortes americanos, ambiente cuidado y servicio más al detalle. El resultado es un espacio que dialoga con su tradición parrillera de muchos años, pero con una nota más moderna.
Barrio: el peruano con calle

Ramen «perucho» y salpicón acevichado, en Barrio.
Al final de Paseo Begonias también se encuentra Barrio, que apuesta por sabores de la calle con un giro contemporáneo. Cebiches, platos criollos, guisos y hasta makis, con una barra que invita a quedarse. El ambiente combina calidez criolla con diseño moderno, logrando un balance perfecto: ni tan formal o clásico, ni tan casual.
(*) Blogger gastronómico y columnista de Escena gourmet en COSAS.
Suscríbase aquí a la edición impresa y sea parte de Club COSAS.