Un homenaje al arquitecto Enrique Ciriani, figura clave de la modernidad peruana y latinoamericana. A través de sus propias palabras, recogidas en conversaciones privadas durante sus visitas a Lima, revisitamos su visión sobre la enseñanza, la arquitectura como acto intelectual y su lucha incansable por la vivienda social. Una reflexión íntima sobre su legado, su método y su impacto en generaciones de arquitectos.

Por: Laura Gonzales Sánchez 

El reciente fallecimiento de Enrique Ciriani, arquitecto fundamental de la modernidad peruana y latinoamericana, ha despertado una profunda emoción en el mundo de la arquitectura. Maestro lúcido, provocador y defensor incansable de la vivienda social, Ciriani dejó una huella indeleble tanto en su obra como en las generaciones que formó. Desde CASAS, le rendimos homenaje reuniendo algunos de sus pensamientos más reveladores –sus propias palabras– que, más allá de los análisis críticos o los premios recibidos, revelan la ética, la pasión y la claridad con que entendió el oficio de construir.

El maestro, además de ostentar reconocidos premios internacionales, por su preciada obra arquitectónica, se ganó a pulso el tener académicos –de diferentes latitudes– interesados en estudiar su obra y difundirla a través de someros análisis. Sin embargo, aun cuando la crítica de arquitectura ofrece y ofrecerá siempre valiosa información, puntos de vista y perspectivas, nada reemplaza a las declaraciones acerca del propio trabajo.

Palacio de Justicia de Pontoise, en Francia.

Palacio de Justicia de Pontoise, en Francia.

Tan joven y profesor

“Luego de dar mi vuelta a Europa para conocer lo que había visto solo en libros, me sorprende mayo del 68. Todo cambia, cambia la enseñanza, cambian las facultades de Arquitectura y entro a enseñar. Yo extranjero, yo peruano, ingreso en la meca de la arquitectura. Tenía 28 años. Yo siempre he tenido suerte”. “En Europa yo tenía un alumno tres años, y en tres años podía decir, con toda seguridad, que lo he formado. Aquí –en Perú– nadie tiene un alumno más de dieciséis semanas. Esa es una idea de la enseñanza democrática, que no caiga en manos de un solo profesor… toda esa filosofía que existe”. Lo importante para un alumno es “que quien le enseña sepa todo, recién ahí lo reconoce. Que ese profesor lo llame por su nombre; de ese profesor no se va a olvidar nunca. No es que yo traiga un mensaje. No. Es que –dicen– este señor que tiene experiencia se ocupa de mí”.

Na década, en la que estuvo entre Francia, –donde vivió más de sesenta años– y el Perú. Asimismo, ha sido profesor visitante en varias universidades de renombre internacional.

Museo arqueológico  de Arles, al sur de  Francia.

Museo arqueológico de Arles, al sur de Francia.

A mano alzada

El maestro Ciriani enseñó en la Escuela Paris -Belleville. En su taller formó a varias generaciones de profesionales franceses, y más adelante, de Italia, Holanda, Canadá, Japón, Corea, Perú, etcétera. Durante algún tiempo se apartó de la docencia, que retomó en Lima en 2009, invitado por el arquitecto Miguel Cruchaga para dictar en la universidad del cual era decano. Esta época duró casi “El croquis inicia y crea la historia del proyecto y es todo lo que está dicho ahí. Las fases del croquis permiten confrontar, con el croquis del otro o con una cosa realizada, y ver qué es factible entre esto y lo otro. El croquis, que es el dibujo sintético, o sea, que no tiene objetivos administrativos, tiene objetivos de proyecto. Lo que pasa es que no todo el mundo lo sabe. Ahora, la máquina le quita al arquitecto el deseo de dibujar a mano porque le sale más limpio, porque le parecen mejores dibujos. El hecho de que parezca industrial les parece más importante. A mí me parecen mejores mis dibujos. Yo dibujo todo y después lo paso a mi asistente, que dibuja lo mismo, pero a máquina. Y cuando lo veo, lo ha transformado en plástico; no tiene luz ni textura; no veo todo lo que yo le había puesto”.

 Enrique Ciriani,  junto a su equipo,  revisando una  maqueta de  vivienda colectiva. El  trabajo colaborativo  fue una constante  en su proceso  creativo.

Enrique Ciriani, junto a su equipo, revisando una maqueta de vivienda colectiva. El trabajo colaborativo fue una constante en su proceso creativo.

Ser o no ser

En la introducción de su libro “Todavía la arquitectura» (Arcadia Mediática, 2014), una publicación que reúne cien de sus dibujos a mano alzada y fue coordinada por su hija Patricia Ciriani –docente universitaria e historiadora del arte y la arquitectura–, el maestro reflexionaba: “No solo los arquitectos debemos satisfacer las exigencias programáticas (dimensiones y proximidades), técnicas (estructuras y fluidos) y sociales (actualidad, comportamiento y modas), sino que debemos forjarnos una moral y un pensamiento propio, así como adherir a una estética… y que esos retos encuentren su terreno fértil en la inteligencia y sensibilidad de los amigos arquitectos y la enseñanza”. Volviendo a las entrevistas, señalaba: “Yo enseño a mis alumnos a ser arquitectos, a tener una convicción personal sobre lo que hacen, porque el cliente tiene que sentir que el arquitecto sabe muy bien lo que está haciendo, lo que va a hacer. La arquitectura, hay que decirlo, no resuelve problemas; la arquitectura crea exigencias. La diferencia entre arquitectura y construcción es que la arquitectura es una construcción con sentido; ese sentido se lo da el arquitecto, y si uno no sabe dar sentido a una construcción, no es arquitecto”.

Residencial San Felipe (1963), Lima. Proyecto colectivo en el que Ciriani participó antes de viajar a Francia. Un hito en la historia de la vivienda social peruana.

Residencial San Felipe (1963), Lima. Proyecto colectivo en el que Ciriani participó antes de viajar a Francia. Un hito en la historia de la vivienda social peruana.

La verticalidad

“Concentrarme en el tema (de la verticalidad) al punto de hacer a un lado evidentes dificultades como el vértigo, la intemperie, los obstáculos estructurales, reglamentarios o de uso, etcétera, que acompañan todo proyecto en altura, es solo posible porque ejerzo este estudio como una búsqueda voluntariamente alejada de mi práctica profesional. Construir en altura es la conquista de nuevos suelos artificiales, vastos espacios públicos y serenos, sostenidos por verticalidades habitadas que “se miran” entre ellas. Es una necesidad impuesta por nuestro modo de vida urbano que reclama la proximidad de sus usos diferenciados”.

En Noisy 2, Ciriani demostró que la vivienda social podía ser tan digna y monumental como cualquier palacio moderno.

En Noisy 2, Ciriani demostró que la vivienda social podía ser tan digna y monumental como cualquier palacio moderno.

Vivienda social

En cuanto a este tema, el arquitecto tenía no una máxima, sino muchas. Aquí una contundente: “Lo que hay que evitar cuando se proyecta la vivienda social es pensar ‘barato para los pobres’”. “Desde la época de Belaunde, en el Perú no hay vivienda social. He hecho la demostración en Francia de que la vivienda social puede ser más interesante que la que no es social. Bueno, una de las razones por las que me fui a Francia habiendo casi recién egresado de la Facultad de Arquitectura –de la Universidad Nacional de Ingeniería (1955-1960)– fue porque no me dejaron hacer…”. Aquí en el Perú, antes de viajar a Francia cuando aún tenía 26 años, Ciriani participó en el diseño de la Ciudad Satélite de Ventanilla (1961), en la segunda etapa de la Unidad Vecinal Matute (1964), en la Residencial San Felipe (1963), etcétera.

Unidad Vecinal Matute (1964), uno de los proyectos más representativos de  la vivienda social moderna en Lima.

Unidad Vecinal Matute (1964), uno de los proyectos más representativos de la vivienda social moderna en Lima.

Un recuento detallado de los aspectos técnicos y descriptivos de cada uno de estos proyectos –y muchos más– lo encontramos en el “Atlas de la Vivienda Colectiva en Lima. Arquitectura y Proyecto Urbano”, del arquitecto Sharif S. Kahatt, texto editado por el Fondo de la PUCP. Puntualizaba Ciriani: “Matute es increíble, es casi un prototipo de vivienda social que yo no he podido mejorar. En Matute hay un espacio vacío y un espacio lleno. Aquí el espacio vacío lo ha llenado la gente, pero se ve la estructura. En San Felipe, también, todas las casas que tenían doble altura se han llenado. Esta capacidad de hacer un gran espacio que la gente llena es porque actualmente el confort consiste en tener más superficie, más cuartos, más todo. El confort no es estético”. Dos de sus trabajos más importantes, en Francia en cuanto a vivienda social fueron el bloque de viviendas La Noiseraie en Marne-la Vallée y La Cour d’Angle de St. Denis. A Ciriani la muerte le llegó a los 88 años haciendo lo que le daba la gana…“De 60 a 90 funcionas mejor y haces lo que te da la gana, porque ya de 30 a 60, en el caso de los arquitectos, has hecho lo que piensas que debes hacer”.

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