A orillas del río en Santa Clara del Ojeal, Proyecto Iquitos cumple ocho años redefiniendo el desarrollo comunitario. En entrevista exclusiva para COSAS, sus fundadoras, Pía Desulovich y Andrea Suárez, cuentan cómo construyeron un ecosistema que hoy integra educación, salud, empoderamiento y el premiado podcast AmazOndas.

En el corazón de la Amazonía peruana, a 45 minutos en bote desde Iquitos, se encuentra Santa Clara del Ojeal, una comunidad ribereña de unos 350 habitantes donde la vida transcurre al ritmo del río. Aquí, desde hace ocho años, Proyecto Iquitos ha creado un espacio clave para la infancia: una escuelita complementaria gratuita que no reemplaza a la educación formal, sino que la fortalece a través del juego, la naturaleza y el aprendizaje libre.

Lo que comenzó como un sueño compartido entre dos mujeres que se conocieron durante un voluntariado en Cusco se ha convertido en un ecosistema vivo de aprendizaje, empoderamiento y sostenibilidad comunitaria.

La escuelita complementa la educación formal con juego y contención, en un entorno donde muchos niños asumen responsabilidades adultas desde temprana edad.

El origen

Pía Desulovich Pinillos, peruana especializada en proyectos sociales autosostenibles, había visitado Santa Clara años antes como turista durante las fiestas del pueblo. La curiosidad de los niños, que la seguían con preguntas y ganas de aprender, la marcó profundamente. “Pensé que sería ideal abrir una escuela como Aldea Yanapay en un lugar así”, recuerda, en referencia al modelo cusqueño donde un hotel sostiene una escuelita complementaria.

La ubicación de Santa Clara —pequeña, caminable y con fuerte vínculo comunitario— hacía viable la idea. Cuando conoció a Andrea Suárez Rey, educadora social colombiana, la visión se completó. Andrea soñaba desde niña con crear espacios seguros para la infancia: “Lugares donde siempre puedan encontrar contención, afecto y libertad para crecer”.

En diciembre de 2016, ambas llegaron a Santa Clara y anunciaron su decisión de quedarse a vivir y desarrollar un proyecto comunitario cuyo eje sería una escuelita. La propuesta se presentó como un proceso abierto, construido junto a la comunidad y no impuesto desde fuera.

Las relaciones familiares cambiaron: el diálogo reemplaza a los castigos y los jóvenes expresan sus ideas con mayor seguridad.

Aunque la acogida fue positiva desde el inicio, la confianza se construyó con el tiempo. Muchos niños tienen responsabilidades domésticas desde muy pequeños y faltan a la escuela para ayudar en casa. Al inicio asistían entre cinco y diez; hoy son alrededor de 65 niños y jóvenes de entre 3 y 17 años.

“La confianza se gana visitando casas, mostrando coherencia y sosteniendo el espacio día a día”, explica Andrea. La escuelita se convirtió en un lugar seguro donde los niños pueden, simplemente, ser niños.

La chocolatada navideña se organiza cada año por iniciativa de Andrea, con el apoyo de voluntarios, y está dirigida a toda la comunidad de Santa Clara.

Un diagnóstico que amplió la misión

Pronto, las fundadoras comprendieron que la educación era solo una parte de una realidad más compleja. Santa Clara, pese a su fuerte tejido comunitario, vive una vulnerabilidad profunda por su aislamiento: no hay hospital cercano, las emergencias dependen de botes privados y el acceso a servicios básicos es limitado.

Uno de los principales desafíos es el agua potable. “Con la comunidad hemos montado un sistema de acueducto para subir agua desde el río, pero es un proceso largo porque la ayuda estatal es mínima”, explica Andrea. En épocas de sequía, muchas familias consumen agua directamente del río, lo que genera frecuentes enfermedades estomacales en los niños.

“Aquí aprendí el verdadero valor de la vida”, resume Andrea Suárez, destacando cómo los niños de Santa Clara transformaron no solo su comunidad, sino también a quienes llegan a conocerla.

Otro problema crítico es la gestión de residuos. Sin recolección formal, muchos desechos terminan quemados o en el río, afectando la salud y el entorno. Frente a ello, Proyecto Iquitos fue ampliando su alcance: hoy trabaja temas de agua, salud, residuos, seguridad alimentaria y prevención, siempre desde una lógica comunitaria.

La Casa de Voluntarios

Uno de los pilares del proyecto es la casa de voluntarios, que recibe personas de todo el mundo y constituye una fuente clave de sostenibilidad económica. Además de cubrir insumos y materiales, el voluntariado mantiene viva la escuelita con nuevos talleres y saberes.

El turismo vivencial, gestionado por los propios comuneros, propone visitas a chacras y pesca nocturna.

“La escuelita es el lugar más seguro y valioso para los niños”, afirma Pía. Las mañanas se dedican al reforzamiento académico: lectoescritura, matemática, inglés y cómputo, fundamentales en un contexto donde muchos nunca han usado una computadora.

Las tardes están dedicadas a talleres que revelan talentos: música, danza, teatro, artes plásticas, huertos, cocina o fotografía. “Descubrir algo que se nos da bien fortalece la autoestima y empodera”, señala Pía. La naturaleza amazónica es parte esencial del aprendizaje: observar, cuidar y convivir con el entorno es una lección constante.

El crecimiento de la escuelita refleja un proceso sostenido de confianza, presencia constante y trabajo comunitario.

Voluntariado y turismo vivencial

La casa de voluntarios acoge hasta ocho personas y prioriza el respeto y el compromiso. Todos reciben un protocolo ético antes de llegar. “Priorizamos el amor respetuoso”, subraya Andrea. El turismo vivencial es otro eje importante, siempre decidido por la comunidad, que propone rutas, actividades y precios justos.

Hasta ahora no han tenido problemas: la comunidad siente a los voluntarios como parte de la familia, y este flujo ha potenciado el intercambio cultural.

El proyecto se inspiró en el modelo de Aldea Yanapay, donde un sistema autosostenible permite financiar una escuelita complementaria sin reemplazar la educación formal.

AmazOndas

Gracias a la iniciativa de una voluntaria, hace cinco años nació uno de los proyectos más emblemáticos: AmazOndas, el podcast comunitario de Santa Clara. La iniciativa surgió de la mano de la periodista española Fátima Donado, quien propuso un espacio para que niños y jóvenes contaran sus propias historias.

Aprendieron locución, escritura y entrevista, y episodios como “Mamá, ¿por qué me llamo así?” conmovieron a miles de oyentes. En 2024, AmazOndas ganó el Premio Ondas Global del Podcast en la categoría Experimental, llevando la voz de Santa Clara al mundo y fortaleciendo el sentido de identidad y pertenencia.

AmazOndas nació por iniciativa de una voluntaria y permitió que niños y jóvenes aprendieran locución, escritura y entrevista desde su propia comunidad.

El camino a la Beca 18

Uno de los grandes objetivos es preparar a los jóvenes para acceder a Beca 18 y otras becas estatales. El proceso es exigente, especialmente sin internet estable. Algunos se preparan en academias de Iquitos; otros lo hacen desde la escuelita, con material descargado y apoyo colectivo.

“El deseo de superarse es genuino; nadie los obliga”, dice Andrea. El año pasado, dos jóvenes ingresaron con la beca Supéra-T; este año, cuatro más están en proceso.

Jóvenes de Santa Clara continúan estudios superiores gracias al acompañamiento académico y la gestión educativa del proyecto comunitario.

“Son niños que realmente quieren estudiar y superarse, por eso confiamos en ellos; a ellos nadie los está obligando”, añade Andrea. El año pasado, dos jóvenes ingresaron con la beca Supéra-T; este año, cuatro más están en proceso.

Ocho años después, Proyecto Iquitos es mucho más que una escuelita. Es un espacio donde la infancia recupera su derecho a jugar, donde los jóvenes lideran y donde las voces de la Amazonía resuenan hoy, más lejos que nunca. Siempre fiel a su esencia, el proyecto sigue creciendo, detectando nuevas necesidades y trabajando en conjunto para resolverlas, mientras la naturaleza amazónica continúa dando lecciones de vida y conservación.

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