En uno de los pasillos de la Casona de San Marcos, Aníbal Tafur y Marco Carrasco se conocen por primera vez. No lo saben hasta ahora, pero ambos tienen mucho en común. Han estudiado carreras relacionadas con las matemáticas, les gusta aprender idiomas y acaban de regresar de Europa, donde ocuparon el primer puesto de sus maestrías en dos reconocidas universidades. Aníbal se graduó con honores de la maestría en Ingeniería Estructural por la Universidad de Mánchester, y Marco lo hizo en la maestría de Investigación en Economía y Gestión con mención en Economía y Psicología por la Universidad París-Sorbona, en Francia. Pero, a pesar de tales logros, los dos son conscientes de que este es el primero de muchos peldaños que les quedan por recorrer.
El ingeniero
“Desde que egresé de Ingeniería Civil en la PUCP, siempre tuve la idea de viajar”, recuerda Aníbal. Luego explica la razón: en Chachapoyas, donde nació, su papá tenía un hospedaje al que llegaban personas de diferentes partes del mundo. Improvisando un inglés que aprendió escuchando canciones de Iron Maiden, Aníbal conversaba con los turistas y les contaba sobre su país “Desde chico me fascinó ese intercambio de culturas. Ellos me preguntaban cosas y yo hacía lo mismo. Siempre me interesó Europa por ser un continente tan grande y con países tan diversos”. Y fue ese el primer destino en el que pensó al postular a una maestría en el exterior.
Pero la decisión no estuvo clara desde el comienzo. Aníbal admite que, luego de que lo aceptaran en la maestría, necesitó del empujón de su madre para adquirir el financiamiento que necesitaba. “Ella siempre me decía que postulara a la beca del Pronabec (Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo) del Ministerio de Educación”, afirma. Sin embargo, él pensaba que sería un trámite engorroso y una pérdida de tiempo. Hasta que un día recibió una llamada. Era su madre. “Aníbal, estoy en la oficina del Pronabec, con la encargada. Ven rápido para que converses con ella”, le dijo. “Me llevó casi de las orejas”, admite Aníbal, y se ríe. Allí se dio cuenta de que lo más difícil ya lo tenía: la carta de admisión. Lo demás se resolvió rápido.
En la Universidad de Mánchester, donde estudió un año, conoció profesionales de distintos países y quedó maravillado con la facilidad con que los profesores explicaban temas complejos. Los cursos no se le hicieron difíciles, pues tenía una rutina peculiar para estudiar. “Con un grupo de amigos, hicimos una pequeña ‘familia de estudio’. Llegábamos a estudiar a la biblioteca a las ocho de la mañana y salíamos a las ocho de la noche. Si alguien se quería ir antes, se lo impedíamos”, confiesa.
El proyecto que Aníbal presentó en su maestría se originó luego de una investigación sobre los daños que dejó el terremoto de Pisco en 2007. Propone el reforzamiento de uno de los puentes principales de dicha ciudad, a partir de aisladores sísmicos de caucho. De esta manera, se lograría que estructuras similares resistieran movimientos telúricos de igual o mayor magnitud. “Me gustaría continuar con el proyecto y hacer un análisis más profundo sobre la problemática de la infraestructura vial”, dice Aníbal. Por lo pronto, ha sido nombrado profesor visitante en la Universidad Toribio Rodríguez de Mendoza, en Chachapoyas.
El economista
Marco habla rápido, como si tuviera muchas ideas y no quisiera que se le pierda ninguna. Es capaz de recitar los Premio Nobel de Economía desde 2008 –y tal vez desde antes– sin equivocarse. A pesar de que no se considera chancón sino curioso, admite que tiene un sistema riguroso para estudiar. Fue ese sistema el que le permitió estudiar Economía en la Universidad Mayor de San Marcos y, paralelamente, idiomas como francés, japonés, portugués, coreano, chino, shipibo y awajún. “Tengo un interés muy grande por los idiomas, porque a partir de ellos se puede conocer nuevas culturas. Gracias a eso pude adaptarme bastante rápido cuando viajé”, explica.
Siempre supo dónde quería estudiar, el problema lo tuvo al decidir qué carrera. Sin embargo, como era bueno en matemáticas y siempre le interesaron las ciencias sociales, se decidió por Economía. Y hacia el final de su carrera, comenzó a investigar más hasta llegar a la Economía Conductual. “Me gustó todo el tema de las bases neuronales en la toma de decisiones, porque mis papás son médicos, y mi enamorada, psicóloga”, explica. La poca información que encontró le fascinó. Sin embargo, solo había ese tipo de formación académica en Europa y Estados Unidos. Así que luego de terminar su carrera, mientras trabajaba en un resort de esquí en Nuevo México, postuló a la Universidad París-Sorbona. “Era la única que ofrecía una maestría sobre Economía Conductual, así que era todo o nada”.
Por Paloma Verano
LEE LA NOTA COMPLETA EN LA EDICIÓN IMPRESA DE COSAS 611.