El aulario de la Universidad de Piura, un proyecto de Barclay & Crousse, acaba de ganar el Premio Mies Crown Hall Americas 2018 (MCHAP), galardón que reconoce a las obras arquitectónicas más destacadas que han construidas en los continentes del norte y el sur de América. Aquí la historia de este proyecto.
Por Mariella Checa / Fotos de Cristóbal Palma
Diseñado por Sandra Barclay y Jean Pierre Crousse, el aulario de la Universidad de Piura rompe con toda idea de formalidad para privilegiar dos objetivos: ser una alegoría y una prolongación del bosque seco dentro del cual se ubica, y rescatar, para poner en valor, el potencial didáctico y creativo que tienen los espacios y momentos propios de la educación informal, complemento perfecto para la difusión de conocimientos.
Según Crousse, en la definición de la propuesta –y probablemente también en su aceptación por parte de la directiva institucional– fue determinante una afirmación del arquitecto y catedrático estadounidense Louis I. Kahn: “Las escuelas empezaron con un hombre bajo un árbol, que no sabía que era un profesor, compartiendo sus entendimientos con algunos otros, que no sabían que eran estudiantes”. Crousse también recuerda que parte de la vida cotidiana en el bosque seco la constituye el desplazamiento en busca de la sombra que ofrecen los árboles bajos sus copas. De la suma de ambas ideas surgió el propósito de plantear un diseño generoso en espacios de tránsito y encuentro favorables al trabajo académico que los estudiantes suelen realizar fuera de las aulas.
“La idea es que la educación informal es hoy tan importante como la formal, en el sentido de que los espacios de socialización, donde el estudiante come, se conecta o trabaja en grupo, son los escenarios donde se generan las ideas, y no tanto en donde se imparten los conocimientos”, explica el arquitecto. “Entonces, hemos querido privilegiar estos espacios intermedios”.
Estructura geométrica
Los volúmenes trapezoidales que son los auditorios escalonados para doscientas personas, los talleres rectangulares para cien o doscientos estudiantes –según se haga o no uso de los paneles corredizos que los dividen–, los ambientes para trabajo en grupo y el área de oficinas para los docentes, se ubican y relacionan de tal forma que favorecen la conformación de los vacíos, rincones y recovecos que facilitan el tránsito, el encuentro y la permanencia. “Los intersticios entre estas geometrías que no son paralelas producen estos espacios, y debajo de un aula grande, por ejemplo, puede haber otra más pequeña”, refiere el arquitecto. “Así tenemos toda esta área techada pero informal. También pueden estar la cafetería o una sala de estudio, los accesos o los sitios para sentarse”.
En este sentido, Crousse especifica que, si bien son más de una decena los volúmenes que conforman esta zona del campus universitario, todos ellos corresponden a unos pocos diseños definidos que se replican varias veces, rasgo que facilitó y abrevió el tiempo de construcción. Cuenta también que, si bien el aulario está hecho de concreto expuesto, la mímesis con el paisaje natural del entorno, la identidad y función de los diferentes ambientes, está marcada por la aplicación de diferentes colores a sus muros. Los tonos cumplen también la función de orientar a las personas en esta pequeña ciudad que, como sucedía en los días del Medioevo, resulta una suerte de laberinto donde las circulaciones están claramente marcadas, pero los espacios no.
La sombra del viento
Dado que este aulario no ha sido pensado para su uso por una sola facultad, sino que está disponible para todo el alumnado, sus cuatro frentes tienen accesos que no solo convocan la llegada y facilitan la salida, sino que además propician su aprovechamiento a modo de atajo. Y, siendo Piura un lugar donde el calor y la radiación pueden alcanzar niveles realmente perjudiciales, se ha puesto especial cuidado en proveer de sombra y ventilación al complejo.
Sus cuatro frentes constan de celosías y/o parasoles que se complementan con las amplias áreas vidriadas, de modo que las aulas, los auditorios, las oficinas y los talleres cuentan con la luz natural necesaria durante el día, y los espacios intermedios y los de tránsito gozan de la sombra y la cantidad de viento suficientes para hacer grata la permanencia y el paso por el lugar. “Según las mediciones que se han hecho en sus zonas exteriores, la temperatura dentro del aulario es cinco grados menor a la que se registra fuera de él”, refiere el arquitecto.
Satisfecho de este, el proyecto más grande de Barclay & Crousse en el Perú, cuenta que su estudio es también responsable del equipamiento de última generación de estas instalaciones, y que la vegetación sembrada en esta zona del campus consta de algarrobos, sapotes y plantas xerófilas, propias de un bosque seco.
Artículo publicado en la revista CASAS #245