Sí, a media noche, cuando muchos ya están en profundo sueño, en el oriente de la ciudad de Bogotá abre las puertas el mercado de las hierbas Samper Mendoza, un espacio encantado que reúne más de 300 especies entre aromáticas, comestibles, raíces y troncos. Ahí, entre rudas y salvias de flores color morado brillante se acomodan historias trasnochadoras, de aquellos que ofrecen lo más fresco y de quienes buscan el remedio para sus males de cuerpo y espíritu o la inspiración para la próxima creación en sus cocinas.

Por Paola Miglio (@paola.miglio)

En el centro de la plaza Samper Mendoza, localidad de Los Mártires, hay una imagen de la Virgen María, la patrona del mercado. Rodeada de puestos que venden abrecaminos, flores de caléndula y ruda en atados con los brotes amarillos que atraen no solo por su intensidad sino también por su abundancia. Y es que con la ruda llega la suerte y el abrecaminos nos conduce a la prosperidad. Compremos. Al menos así cuentan los vendedores cuyo día arranca a oscuras para ofrecer hierbas de todas partes de Colombia e incluso desde el extranjero, de países como Perú. Ahí mismo, en el epicentro de este espacio donde todos los lunes y jueves los camiones descargan toneladas de botánicos, se pasan las horas muertas entre sueños rápidos en donde se pueda (si van tengan cuidado al caminar que en el momento más inesperado se encuentran con alguien durmiendo en el camino) y gritos de algarabía por las ganancias obtenidas en la rueda humana que juega a los dados una y otra vez. Tentando la suerte.

Bogotá

Y es que mientras la ciudad duerme, un ecosistema perfectamente integrado con lo urbano recoge aquello que brindan los cerros orientales, ríos, potreros abandonados o jardines y huertas urbanas del país. Mónica Quimbaya tiene un puesto de hierbas esotéricas, comestibles y medicinales hace ya más de 20 años. Le llaman “La Mona”, es joven, pero acumula harto conocimiento sobre cómo manejarlas. Cuenta que en un día bueno se pueden hacer cerca de 500 dólares, que no se vende por pocos pesos, sino que ahí se manejan grandes atados que van para otros mercados o para proveer restaurantes o tiendas bogotanas. Que tratan de mantener las hierbas lo más fresco que se pueda y no dejan que los clientes las toquen pues sus energías las dañan y marchitan. Y que están escogiendo algunas, como la hoja del guayabo, para secar o deshidratar de manera natural y aprovecharlas por más tiempo. Sus flores de ajo hembra se acomodan en un recipiente con agua fresca, listas para que el cliente se las lleve a casa y ahuyente la malignidad. Porque entre cuentos milenarios, costumbres heredadas y saberes estudiados se vende con cuidado y especificación.

Así como ella, son cerca de 500 los vendedores que se acomodan en un orden que se mueve orgánico e impecable, permitiendo un recorrer de aromas y sabores intensos y otros sutiles, con calma y curiosidad. La horas pico son cuando recién llega la mercancía o cuando el sol comienza a desbordarse. Y la primera advertencia que nos hacen es que tengamos cuidado con los estibadores, quienes con su pesada carga no se detienen para dejar pasar, es uno el que se hace un lado. Comprensible por el ritmo imparable.

El recorrido se amplia. Algunos vendedores han incluido en sus ventas frutos frescos como el limón, y hojas de bijao o banano que sirven para preparar los envueltos (tamales, humitas), que llegan de la mano de las comunidades del sur de Tolima. Lo que más llama la atención es la inteligente forma en la que plantean esta propuesta, que ya se formula ofical desde fines de la década de 1980 (antes era un mercado itinerante), y que ha sabido cómo sistematizarse y no quedarse solo en la venta (modelo a seguir para mercados peruanos). Una de las iniciativas ha sido firmar un covenio entre el Instituto para la Economía Social (IPES) y el Instituto Alexander von Humboldt para identificar la biodiversidad que circula en la plaza. No solo se ha determinado la existencia de más de 300 variedades, sino que además se ha publicado un libro en el que se reúne un inventario de 80 plantas con sus características botánicas y usos. “La pandemia nos ha enseñado mucho –indica el director general del IPES, Libardo Asprilla, en la publicación–, y una de las lecciones es que la biodiversidad debe conservarse y usarse de forma responsable; que la economía, las empresas y los gobiernos deben enfocarse en la creación de valores compartidos y públicos; y que el conocimiento ancestral y tradicional debe preservarse como parte de esta generación de valor”. Otra reflexión para aplicar, ahora que nuestro parte de nuestro mar se vuelve negro ante el desamparo de lo público y privado.

Altamiza, amansaguapos, citronela, cedrones, mirra y palosanto o el quereme… la hierba, raíz o tronco que necesiten para aliviar las penas, encantar guisos profundos o simplemente atraer las dichas en este nuevo año. A Samper Mendoza llegan con esperanza de alivio cientos de personas en las noches frías bogotanas, buscando solución para sus quiebres o corazones rotos, males del cuerpo y limpias de aura y, entre ellos, cocineros, que alimentan su imaginación con una nueva especie para crear en sus fogones o detrás de la barra. No sé si se puedan llevar un ramillete en la maleta, pero la mezcla de fragancias los acompañará un buen tiempo después y el sueño luego de la visita será largo, plácido y profundo. Sin trompicones.

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