Teólogo peruano y excolaborador directo del ahora sumo pontífice en la diócesis de Chiclayo, revela el lado más humano y pastoral del líder de la Iglesia Católica. Asegura que su equilibrio, fidelidad al magisterio y compromiso social lo definen más que cualquier etiqueta ideológica.
Por Redacción COSAS
Desde antes de su elección como sucesor de Pedro, Robert Francis Prevost ya era una figura respetada por su trayectoria en Roma, su cercanía a Francisco y su liderazgo pastoral en Perú. Pero detrás del protocolo y los titulares, hay una historia poco contada. César Piscoya, sociólogo, teólogo y amigo cercano del pontífice, compartió una mirada íntima de quien hoy guía a más de mil millones de católicos.
«Mi pueblo está viviendo lo que ustedes vivieron en Argentina: sentirse bendecidos porque el Papa salió de su gente», dice Piscoya, quien trabajó entre 2017 y 2022 con el entonces obispo Prevost en la diócesis de Chiclayo, una ciudad marcada por la fe popular pero también por la desigualdad y la corrupción. Su vínculo nació en los años 90 en Trujillo, cuando ambos formaban parte de la comunidad agustina. Con los años, la vida —y el Espíritu, según César— los volvió a cruzar tras una tragedia personal: la muerte de su esposa en 2015. Prevost lo invitó a sumarse al trabajo pastoral de la diócesis, una etapa que ambos vivieron como una reconstrucción espiritual y humana.
Había sido nombrado obispo de Chiclayo en 2015 por el Papa Francisco, tras una larga trayectoria como prior general de los agustinos en Roma. Esa experiencia global, considera Piscoya, fue clave para su designación. “Roberto supo leer las necesidades de una Iglesia que aún no vivía plenamente el Concilio Vaticano II. Chiclayo venía de más de 60 años de una presencia marcada por el Opus Dei, con una visión centrada en lo litúrgico y lo sacramental. Él quería una Iglesia en salida, que se atreviera a vivir la sinodalidad, la comunión y la corresponsabilidad”, dijo a Infobae Argentina.

El padre Roberto siempre fue muy cercano. Cda que tenían oportunidad, los fieles se tomaban una fotografía con él sin imaginar que sería el futuro Papa. (foto: César Piscoya).
Durante esos años, el ahora Papa impulsó reformas pastorales profundas, desde la promoción de la mujer hasta la creación de comisiones sobre trata de personas, salud, pastoral carcelaria y educación integral. “No se quedó en lo evangelizador, entendía que el desafío también era humano”, asegura Piscoya, quien destaca la sensibilidad de Prevost frente a los fenómenos sociales, como su involucramiento directo durante las inundaciones causadas por El Niño entre 2017 y 2018.
Más allá de su acción, su personalidad lo define: “Roberto no es progresista, no lo es ni lo será. Es una persona muy equilibrada, serena, disciplinada y profundamente respetuosa del magisterio de la Iglesia. Siempre nos pedía citar a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y a Francisco, sin excluir a nadie. Su estilo era el del consenso, el del diálogo”, sostiene. Lo recuerda citando a San Agustín en sus homilías: “Para ustedes, obispo; con ustedes, cristiano”.
Piscoya también conecta el nombre León XIV con una mirada coherente: la referencia a León XIII —pionero de la Doctrina Social de la Iglesia— no es casual. “Roberto está atento a los signos de los tiempos. Lo ha dicho él mismo: estamos en un cambio de época. Su evangelización también pasa por escuchar el grito de la Tierra, la inteligencia artificial, las migraciones. No se trata solo de sacramentos, sino de humanidad”.

En audiencia privada en el Vaticano, el Papa León XIV se reunió con laicos, autoridades de la Iglesia Peruana y de la Región Lambayeque. (foto: L’Osservatore Romano)
Sobre la continuidad con el magisterio de Francisco, no tiene dudas: “Siempre lo leyó como una evolución natural, no como una ruptura. Cuando salió Laudato si’, Fratelli tutti, Evangelii gaudium, él insistía en que todo eso ya lo venía diciendo la Iglesia, pero que Francisco lo hizo llegar al corazón”.
Al cierre de la conversación, César Piscoya dejó un mensaje directo al Papa: “Le diría que no deje de ser agustino. Esa espiritualidad, esa interioridad y esa visión de unidad son lo que el mundo necesita. Lo que vivimos en Chiclayo, en pequeño, fue una verdadera experiencia de Iglesia”.
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