A veces hay que olvidar lo que se quiere para descubrir aquello que realmente se desea. El ingrediente secreto de los mejores hogares es la complicidad entre propietarios y arquitectos. Augusto Román y José Bauer llevaron la renovación de una casa al territorio que habitan las fantasías: aquel en el que tienes exactamente lo que necesitas.
Por Alejandra Nieto / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
El volumen, que consta de tres viviendas independientes, ocupa toda una esquina. Una de ellas buscaba más espacio. Se trataba de un segundo piso con escalera a la calle. La idea de los arquitectos, Augusto Román y José Bauer, era llevar la habitación principal arriba, y así ampliarla. Pero la casa perfecta no es algo que salga a la primera.
El edificio original data de los años setenta, cuando estaba de moda marcar la división entre dos pisos o bandas mediante molduras. Román y Bauer vieron la ampliación como una tercera banda. Pero no se podían derribar paredes. Esta es una construcción de muros portantes, y lo que estaba tenía que permanecer. Por ello, los arquitectos decidieron revertir el pedido. Las habitaciones, la parte más privada de toda casa, se beneficiarían de las divisiones, a diferencia de las áreas sociales, que serían ubicadas en un tercer piso con vista a la calle.
El nuevo estado de las cosas
La vida bonita es simple, y así lo es el nuevo departamento. Los materiales son tres: triplay fenólico, fierro macizo y cemento. “Decidimos trabajar todo lo nuevo con una estructura simple de madera, sencilla desde el punto de vista económico y congruente con los clientes, que no tenían interés en utilizar materiales caros”, explica Román.
La casa empieza con una reja y un jardín. Subir las primeras escaleras es sentir que se emerge de un búnker. Todo es cemento, sin ventanas, y se camina hacia la luz. El segundo piso, el primero del departamento, emerge inhóspito y a la vez atractivo. Con todas las puertas cerradas, se ve una línea de madera sobre la línea del piso de cemento, y una escalera que continúa la misma paleta cromática. Sin embargo, con las puertas abiertas, es acogedor.
La primera lleva a un depósito para bicicletas, juegos y demás. Las tres siguientes pertenecen a las habitaciones, una principal y dos de menor tamaño. Todas conservan los pisos de parqué de la casa anterior, pero con el efecto de la madera nueva reproducida en las piezas de mobiliario que los propietarios han ido agregando. Las habitaciones gozan de abundante luz bajo el lenguaje setentero original de la construcción. Ventanas en la parte superior del muro, que permiten ver sin ser visto y disfrutar del paisaje sin revelar el interior.
Un eje diferente
La escalera que lleva al tercer piso está trabajada con fierro macizo, con pasos de madera de pumaquiro. Bajo la lógica de reducir la variedad de materiales, surgió la idea de llevar al mínimo la cantidad de elementos en el espacio: si algo se iba a construir, tenía que aportar el máximo. Así, cuando la estructura de fierro llega al tercer piso, se convierte en un librero y una banca de cocina.
“Ningún ingeniero quería trabajar la escalera, porque están acostumbrados a calcular en acero o madera, y este proyecto requería que los cálculos se basaran en la complementariedad de materiales”, cuenta Román. “La madera reparte el peso de cada paso en toda la extensión de la varilla, y por eso no necesitaba ser más gruesa. Al final, confiamos en personas que tienen un conocimiento más empírico. Nos tomamos nuestras licencias”.
El tercer piso, conformado por la cocina y las áreas sociales, es un espacio de pura luz, protegido de las miradas por una cortina que sigue la lógica de las ventanas del segundo piso: transparencias con un faldón opaco que protege de las miradas de la calle. Aquí también hay puertas, pero ocupan solo uno de los muros. Al cerrarlas se olvida su existencia. Todas ellas, hasta los listones que fungen de chapas, están trabajadas en triplay. Ocultan las instalaciones eléctricas, la lavandería, una despensa y un segundo escritorio con juegos que complementa el de la sala.
El diablo en los detalles
“Todo en la casa cumple múltiples propósitos”, explica Román. Dos columnas del librero, también de fierro macizo, tienen interruptores, enchufes y sirven de soporte a dos luminarias, que alumbran directamente el techo, y tres lámparas basadas en la famosa lámpara móvil de Jean Prouvé.
El escritorio de la sala puede unirse a la mesa de la cocina y formar una mesa larga para reuniones más grandes. La baranda del balcón está trabajada con el mismo fierro macizo del resto del departamento. Parece de una sola pieza. Este es el nivel de obsesión de Román y Bauer. Ni siquiera hay marcos en las puertas. Es la casa ideal. Todo encaja.
Artículo publicado en CASAS #253