El arquitecto David Mutal ha creado una casa que da a cada quien un piso entero para disfrutar sin reparos. Una casa zigzagueante y que revela el mar en el momento adecuado, perfecta para coronar la roca donde se erige.
Por Tatiana Palla / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Para entender la forma en la que el último proyecto costero de David Mutal se conecta de forma íntima con la naturaleza, hay que saborear la casa desde el ingreso al club donde se encuentra. Las bases de los cerros que abren paso al complejo marino han sido parcialmente reforestadas en los últimos años. Y, a primera vista, una duda salta: ¿estamos por ingresar a un espacio campestre o de playa? La incertidumbre se disipa al llegar a la cima y ver el mar en todo su esplendor, al que se accede tras remontar sinuosas pistas que suben y bajan a través del morro donde se ha desarrollado el club.
Pues bien, la misma sorpresa se experimenta cuando se descubre paso a paso la casa que David Mutal ha desarrollado en uno de los puntos más altos de esta pequeña villa dedicada a disfrutar la vida junto al mar. El frente de ingreso no hace presagiar los cinco niveles que se descuelgan en el peñasco elegido para desarrollar el proyecto. “El propietario tenía tres opciones de terreno. Finalmente se eligió este porque tenía una ubicación insuperable. La punta donde se encuentra mira a Pucusana hacia el sur, que entrega unas vistas espectaculares de noche. En el oeste está el horizonte llano del mar. Y en el norte, un paisaje de dunas y peñas naturales”, describe Mutal.
Así como sucede con la entrada al condominio, el mar se revela como un elemento sorpresa conforme se entra a la casa. En el quinto nivel se ubica exclusivamente la habitación principal, ubicada inmediatamente al lado de la puerta de entrada. Es un acceso directo para simplemente llegar y descansar luego de un día agotador en altamar. Amplio por donde se le mire, destaca por la sencillez del contenido para mantener la espectacular vista al mar como protagonista. El baño replica el concepto a través de una ventana orientada, esta vez, hacia el muelle de Pucusana, hecha para disfrutar la animada vista de los botes y lanchas en movimiento desde el tocador y el jacuzzi.
Proceso constructivo
Mutal optó por desarrollar el diseño en base a maquetas reales, debido a lo irregular del terreno. Con ello, explica, logró un mejor acercamiento al espacio, entendió cómo aterrizarlo a conveniencia y sacó el máximo provecho al área sobre la cual se erige la edificación. Planteó, por ejemplo, que los diversos espacios de la casa apunten a todas las orientaciones posibles. “La idea fue sectorizar la gran vista para que no sea una experiencia homogénea”, explica Mutal.
Una de las decisiones claves fue postergar, de forma intencional, la vista al mar para los visitantes de la casa. “Se bajó la escalera que desembocaba entre dos paredes, para que el impacto al ver el mar fuera más intenso”, cuenta el arquitecto. Efectivamente, cuando se supera la pared diagonal que reserva la escalera (y que genera el espacio del comedor), la luz se revela junto con el horizonte marino a través de la sala, la piscina y el patio. Un solo vistazo basta para entender la gama de posibilidades que ofrece la casa.
Mutal aplicó otro ejercicio de control de luz en la cocina triangular que se despliega frente a la terraza con deck. “No quería una cocina de laboratorio. Busqué, por el contrario, que fuera una cueva, para hacer un balance con el resto de la casa que es sumamente luminosa”, explica. Los tableros en verde oscuro ayudaron a absorber la luz y resaltar el concepto que quería imprimir el arquitecto a este espacio. Finalmente, las campanas tubulares que funcionan a modo de escultura sobre la isla central se llevan el rol protagónico en la cocina. La propuesta de iluminación artificial estuvo a cargo de Hilite.
Usar la naturaleza circundante a favor es otro de los logros de Mutal. El baño de visitas alberga una sorpresa inesperada: parte de la roca del peñasco se mantiene como pared y recibe iluminación a través de una claraboya natural, llevando el exterior al interior de la casa.
La propuesta se extiende, incluso, en el tercer nivel, donde están ubicadas las habitaciones de los hijos y su propia área social, instalada bajo la piscina en voladizo del nivel superior. Allí, el campo retorna a la casa con un breve jardín que cubre los excedentes del peñasco, desarrollado por Rafael Rivero Terry, quien aprovecha las irregularidades del terreno para recordar la peculiar ubicación de la casa. Desde la calle, la naturaleza juega nuevamente a favor: desde la mayoría de ángulos se distinguen a lo mucho dos niveles de los cinco que en realidad ocupa la casa. Así, la piscina en voladizo se vuelve la protagonista indiscutible de la casa cuando se disfruta la vista desde el exterior.
Artículo publicado en la revista CASAS #254