Un espacio luminoso y conectado con el paisaje de la playa La Isla. Así es la casa que la interiorista Mari Cooper había soñado para su familia. Ahora, esta construcción, la última obra diseñada por Jaime Llanos, está marcada, también, por una elegancia atemporal.
Por Gloria Ziegler / Fotos de Elsa A. Ramírez
La historia de esta casa empezó como los planes de una novela ambiciosa. Identificando las fallas propias y algunos aciertos. Pero, sobre todo, con un anhelo que superó las necesidades personales. Había también algo idílico: la idea de la familia unida. “La hice pensando en mis hijos y en mis nietos. En estar todos juntos”, cuenta Mari Cooper.
La interiorista y diseñadora peruana había veraneado en la playa La Isla por más de dos décadas. Sin embargo, su casa de toda la vida, en la primera fila del balneario, empezaba a resultar chica. A sus cuatro hijos se habían sumado ya sus parejas y ocho nietos. Y entonces creyó que había llegado el momento de idear una obra mejor. “Quería corregir todos los defectos de mi primera casa e imitar sus virtudes”, explica.
El diseño, a cargo de su cuñado, el arquitecto Jaime Llanos, tomó dos años, en los que trabajaron de cerca, analizando cómo aprovechar la luz de aquel terreno en la cuarta fila de la playa, ideando distribuciones que se ajustaran a una familia como la suya, potenciando la vista a la puesta de sol y los cerros, y buscando acabados prácticos. Así, en 2015 empezaron con la construcción de tres niveles y líneas limpias. Poco después, Llanos tuvo un derrame cerebral y la obra quedaría en manos de Francois Cam Oré y Adolfo Francia, dos de sus arquitectos de confianza.
Para entonces, la distribución de la casa se había planteado con un sótano y dos niveles superiores, con pisos de porcelanato y ventilación cruzada. En el vestíbulo –el espacio que conecta las áreas superiores con el primer piso y el subsuelo– construyeron un techo a doble altura, y en la escalera instalaron una baranda de vidrio y acero, además de una celosía de madera, que oculta el ingreso al nivel inferior. En el otro extremo están la cocina y dos habitaciones para sus nietos. Y en el descanso de la escalera edificaron, adicionalmente, uno de los dormitorios principales.
La versatilidad, sin embargo, se acentúa en el segundo piso. Allí el diseño conjuga una sala, el comedor y una terraza techada, con parrilla y piscina a lo ancho de la casa. Pero también un área de home office con vista al parque, en el ala opuesta; un baño de visitas equipado con un tablero de mármol Kalliston, y, en alto sobre la sala, el segundo dormitorio principal.
En el sótano, por último, crearon un área infantil y un dormitorio más, todos con baño propio. Mientras, en el otro extremo, se extiende el área de servicios, con dormitorios, comedor y una sala de recreación.
La constante en los tres niveles es siempre la misma: concreto expuesto, detalles en fierro y los laterales de vidrio, protegidos con una celosía de madera. “El objetivo era aprovechar la luz y evitar la sensación de estar encajonada. Quería una casa iluminada, trasparente y fresca”, explica Mari Cooper. Luego, su trabajo sería aportarle calidez.
Playera y sofisticada
Las necesidades, en una casa pensada para dos familias completas, eran muy diversas. No se trataba, tampoco, de una residencia que solo utilizarían en la temporada de verano: la interiorista y sus hijos –a veces todos juntos, y otras por separado– suelen llegar hasta La Isla durante todo el año. Por eso, la decoración debía ir un paso más allá que la de una casa de playa tradicional. “Me provocó hacer algo más ecléctico, con gustos elegantes”, cuenta.
Lo primordial era contrarrestar la frialdad del concreto expuesto. Con esa idea, planteó una paleta de colores que juega entre los azules, blancos y las maderas claras. Y luego, durante dos inviernos, empezó a combinar mobiliarios y piezas de arte sofisticadas: una lámpara china, un sofá de lino blanco que ya tenía, con otros dos sillones pequeños y pufs de mimbre, las mesas de centro de vidrio y un tríptico de temática náutica, para la sala. “Ese bañista antiguo, vestido de traje con cuellito, le dio un sentido importante al espacio”, señala.
Para la terraza, al estar integrada por las mamparas, eligió unos muebles italianos de aluminio y tejido plastificado –dos tumbonas y un sillón–. Y, como acentos cálidos, plantas naturales y una serie de piezas de driftwood, que instaló en una de las paredes. A unos pasos de allí, en el comedor, el eje fue la practicidad: una mesa redonda amplia, con sillas de líneas contemporáneas, y un aparador para la vajilla pegado al dintel de la ventana. Sin embargo, la evocación de temáticas orientales no se limita a estas áreas. El home office, por ejemplo, combina un escritorio de acero y vidrio con vajilla china. En las habitaciones principales, unos almohadones con pájaros bordados funcionan como contrapunto de los tonos blancos y la alfombra de sisal. Y recurre, incluso, a piezas de cerámica para el vestíbulo.
“Es una casa que he hecho con mucho cariño, analizando cada detalle para la comodidad de mi familia”, dice Cooper. La transparencia, sin embargo, fue un encanto inesperado. Posible solamente con un trabajo entregado como el suyo.
Artículo publicado en la revista CASAS 255