Entre olivos centenarios se emplaza Masseria Moroseta, un hotel boutique de muros blancos construido con materiales locales y técnicas tradicionales. Un espacio de contemplación que ofrece una experiencia total a los visitantes.
Por Laura Alzubide / Fotos de Salva López y Marina Denisova
El propietario del terreno, Carlo Lanzini, quería un edificio moderno que no se sintiera fuera de lugar: cinco hectáreas con olivos de más de quinientos años, con vistas al mar Adriático. Encargó el diseño del hotel al diseñador Andrew Totter, fundador de la revista “Openhouse”, quien no había realizado todavía ninguna obra arquitectónica. A Totter le tomó tres años indagar en la historia de las técnicas de construcción locales. El resultado es una masseria –una granja típica del sur de Italia, concretamente de la región de Apulia– adaptada a las necesidades de hoy. Una pieza de arquitectura moderna que encaja perfectamente en la región y pertenece a la tierra sobre la que se erige.
La entrada es la única abertura visible desde el muro que oculta la fachada. Una fortaleza que no da ningún indicio de lo que se encuentra más allá, según se indica en el informe del proyecto. El programa se organiza alrededor de un patio. Hay tres habitaciones en cada uno de los lados, que en su día hubieran pertenecido a los establos. Los ambientes comunes se encuentran al frente, divididos por una escalera que conduce al techo. A través de la gran puerta vidriada de la sala, se divisan los olivos, la piscina y, más allá, el mar.
Poder telúrico
El tufo, un ladrillo hecho de arenisca de origen volcánico, es el material principal de la obra. Las habitaciones, todas con baño privado, tienen techos abovedados. Las paredes de ochenta centímetros de grosor protegen el edificio del calor, intenso en esa zona. Las de la izquierda tienen pequeños jardines con naranjos, mientras que las de la derecha cuentan con terrazas privadas con vistas al campo de olivos. Los muros elevados de la fortaleza crean el espacio destinado al spa, el gimnasio y el área de servicios. Las piedras de los muretes exteriores han sido recuperadas de las excavaciones realizadas durante la construcción.
“La arquitectura funciona muy bien con el sol, cuando la luz incide sobre ella en diferentes horas del día. Se refleja en los muros para crear paletas cromáticas similares al Pantone”, ha afirmado el propietario del hotel, Carlo Lanzini, quien incide en el espíritu ecoamigable del hotel, que no se limita a la arquitectura. Paneles solares proveen de electricidad y calor a todo el edificio, y tanto la comida como la bebida provienen de los cultivos orgánicos de la masseria, así como de granjeros y productores exclusivamente locales.
Fotos: cortesía de Masseria Moroseta
Artículo publicado en la revista CASAS #256