Kathy Grimberg y Simone Mandel presentan un penthouse enfocado en los hábitos de una persona joven, cuya decoración no pierda vigencia con el paso de los años. El resultado: un departamento preparado para disfrutar con los amigos en sus dos plantas.
Por Tatiana Palla / Fotos de Renzo Rebagliati
Proponer diseños que resistan el paso del tiempo y que acompañen el gusto de clientes jóvenes conforme pasen los años puede constituir un reto mayúsculo. Se trata, al fin y al cabo, de determinar el estilo que marcará la primera propiedad y los acompañará en el camino a la madurez. Para Kathy Grimberg y Simone Mandel, una propuesta clásica con toques modernos en luminaria, muebles claves y piezas de arte fue la respuesta acertada.
“Tuvimos total libertad para proponer lo que queríamos. Así que buscamos un estilo atemporal que no te aburra en diez años. En este caso, se trata de un proyecto que desarrollamos desde planos. Propusimos a Mario Lara, arquitecto a cargo del diseño, proyectar una larga teatina en la sala para colocar macetas con plantas que caigan por dentro de la casa”, explica Grimberg. Este es, con seguridad, el detalle que más llama la atención apenas se ingresa al departamento.
Otro detalle que llama la atención es una gran alfombra persa que ha sido reteñida para darle nueva vida, sin perder la apariencia particular que le confieren los desgastes del uso. Sobre ella, una larga mesa de centro luce su estructura metálica gracias a una superficie vidriada.
La pared que alberga la chimenea, totalmente enchapada en madera, conforma un gran mueble de biblioteca. “El cliente quería tener una cava, era un requerimiento. Por eso se propuso una que se integre totalmente al área social. El librero que está en la chimenea atraviesa y corre hasta ella”, explica Grimberg. Así, el espacio, vidriado y accesible a la vista desde la sala, invita a servirse unas copas de vino en cualquier momento. Al lado, una cómoda de espejo curvado completa el área de bar de la sala. La cómoda viene coronada por una pieza dinámica del artista estadounidense Gregory Scott.
En el comedor, una amplia mesa ovalada para ocho personas con tablero de mármol de Rosselló está acompañada de un mueble de apoyo con bordes de bronce y un frente de triángulos de colores. La lámpara Dear Ingo, de Ron Gilad, de Trazzo Iluminación, le da el toque juvenil al área de cenas. Hacia la terraza, tres macetas con cubresuelos y estrelicias gigantes disimulan estratégicamente una construcción en proceso al frente del departamento.
Un lounge de piso entero
El segundo piso tuvo sus propios retos. Uno de ellos fue resolver la integración de las columnas que salpicaban el espacio abierto. “En los últimos pisos, es común que te queden columnas y ductos en cualquier sitio. Por dentro hemos enchapado columnas de madera y, por fuera, de piedra”, resuelve Grimberg. Algunas de ellas se perdieron acompañándolas de repisas que hacen las veces de separadores de ambiente. El espacio se prestó para un lounge con barra de bar completa y una sala para ver televisión. El piso se mantiene igual, tanto en el interior como en el área exterior de las terrazas.
La habitación tuvo sus propias reglas de juego. Un panel de madera para la pared que alberga la cabecera de cama, trabajada en cuero entrelazado, se prolonga hacia la otra pared de la habitación con una celosía en relieve que esconde a primer golpe de vista la presencia del clóset. Al frente, una columna que divide visualmente el balcón en dos segmentos se aprovechó para colocar el televisor. Este se apoya en una cómoda forrada por un papel decorativo de Fornasetti. Nuevamente, una gran alfombra de Moooi da el toque acogedor a la habitación.
Artículo publicado en la revista CASAS #260