El interiorista Ro de Rivero ha decidido ser un nómade en la ciudad: cada doce meses se muda a un departamento diferente. ¿La razón? La renovación de espacios nuevos aplaca su urgencia creativa y le ayuda a ensayar, desde casa, propuestas para sus clientes.
Por Tatiana Palla / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Mientras el trabajo de interiores en su último departamento llega a estas páginas, Ro de Rivero debe encontrarse escogiendo el siguiente tapiz para sus muebles, en un tono que calce con la nueva propuesta que está desarrollando en su nuevo departamento. Uno totalmente moderno, el opuesto perfecto al último edificio que habitó: una construcción de los sesenta ubicada en la avenida Aramburú, en Miraflores.
“No puedo dejar de crear, me encanta transformar los espacios en los que vivo y los utilizo de laboratorio. Por eso cambio de departamento una vez al año. Exploro ideas nuevas, ideas que me provocan, patrones diferentes, texturas, para ver cómo me siento y ver si lo puedo aplicar en mis proyectos. Mi casa es un proceso creativo permanente”, explica De Rivero.
Con cada mudanza, el trabajo comienza desde cero: parte de sus muebles vuelve a su almacén en Pucusana, otros son vendidos. Pero algunos lo acompañan a donde quiera que vaya. Sus piezas bandera, como las llama, son algunas lámparas vintage y su sofá de tres cuerpos amarillo mostaza. “Es una antigüedad que adquirí hace cuatro años. Ya lo he tapizado de lino en blanco, en una tela áspera tipo jean en dos tonos de gris. Ahora exploré con el amarillo en terciopelo. Tengo que probar cómo me siento según el color, si la tela pica o incomoda por el calor en verano”, explica el interiorista. Los intentos con telas ásperas en gris no le convencieron. Pero el terciopelo amarillo mostaza ha sido un éxito y lo ha usado ya en dos proyectos residenciales este año.
Sala de experimentos
El departamento que acaba de abandonar estaba en su lista de deseos hace ya buen tiempo. Lo había visitado años atrás y le fascinó. “Tenía un layout de espacios abiertos, la cocina con mosaicos antiguos, baños con pepelmas originales de los sesenta. Me atraía muchísimo intervenirlo y ver qué salía de eso”, detalla el interiorista.
Para Ro de Rivero, el punto clave de cada espacio que habita es el área social. El departamento de Aramburú podría ser el primero en cinco años con el que comienza a explorar con paredes blancas salteadas entre muros dominados por el gris oscuro, un tono clave en la paleta de su estudio junto con el verde y azul oscuro.
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La pared blanca que enmarca la sala da protagonismo a una de sus más recientes adquisiciones de arte: un cuadro de Juan José Barboza-Gubo en el que también priman los tonos claros. Su “silla voladora” tintada en negro, pieza de su tío Roberto de Rivero y suspendida con cadena desde el techo, mira hacia la ventana. Sus mesas de centro dan espacio a parte de su colección de piedras semipreciosas, que alcanza las cuarenta piezas. La cómoda de la sala alberga a La Bonita, como ha bautizado con cariño a un pequeño busto blanco que halló en un anticuario de Cusco.
Su sofá de terciopelo en amarillo mostaza intenso protagoniza la sala y contrasta a la perfección con la pared gris que alberga seis piezas de propaganda vietnamita, parte de una colección más amplia que va intercambiando a lo largo del año. El comedor está protagonizado por una amplia mesa de comedor con sillas ideadas por el mismo interiorista.
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El terciopelo gris elegido para los asientos juega con la pared en gris que también rodea este espacio del área social.
Pequeños ajustes
La cocina se integró a la sala con la remoción de la puerta. Un aparador empotrado en color blanco alberga su colección de vasos y copas, intercalada con plantas y más piezas de su colección de cuarzos. Los gabinetes de época fueron pintados de celeste agua para jugar “en tono tropicalón”, como él mismo define, con los mosaicos amarillos originales de la casa.
Los baños necesitaron pocos ajustes. Un cambio de cortina de ducha por una puerta de vidrio permitió lucir las pepelmas clásicas lo máximo posible. Un fichero de madera (parte de un lote de antigüedades industriales adquirido por el interiorista hace un par de años) da el toque acogedor al baño principal. El pequeño baño de visitas, de mosaicos rosados, se acompaña con un jarrón en el mismo tono, con un racimo seco de semillas de palmera.
Finalmente, protagoniza la habitación una cama inspirada en una creación de Kelly Wearstler, y reinterpretada en diferentes dimensiones y acabados por De Rivero. “Ella hizo este mueble con cabecera más chata. Yo he creado una versión con una cabecera y pies de cama más altos, al tamaño que necesitaba.
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Los lados también han variado”, explica. La pieza juega a la perfección con una foto de Rafo Iparraguirre ubicada junto a la ventana. El nuevo reto de De Rivero será ver cuáles de todas estas piezas encajan en su nuevo departamento, esta vez enteramente pintado de blanco y de corte moderno. Ya lo sabremos el próximo año.
Artículo publicado en la revista CASAS #260