En quince años como diseñador de interiores, Porfirio Castro ha hecho de todo: desde remodelar propiedades y diseñar muebles para la marca West Elm, en Estados Unidos, hasta gestar espacios corporativos funcionales. Tras su regreso al Perú, está volcando toda su experiencia en el diseño de interiores para departamentos pequeños. Aquí nos revela algunos de sus secretos.
Por Tatiana Palla / Retrato de Víctor Idrogo / Fotos de Rodolfo Sotelo
Desde que Porfirio Castro se abrió campo en el mundo del interiorismo, la meta fue siempre una: crear su propia marca. El camino para lograrlo ha sido largo, pero fructífero y lleno de experiencias. Tras casi una década trabajando para empresas en Estados Unidos, su buen ojo para crear rincones hogareños en tiendas de diseño y decoración le permitió regresar al Perú y participar dos veces en Casa Cor proponiendo espacios para empresas de mueblería. Así comenzó a ser el nombre por el que más de uno consultaría.
Ahora lleva un año viviendo su sueño con Porfirio Castro Estudio, su ansiada empresa propia, especializada en el diseño de interiores para espacios pequeños. “Mis primeros clientes eran profesionales de alrededor de cuarenta años que querían un estilo industrial y funcional en sus departamentos medianos o pequeños. También comenzaron a llegar personas que querían departamentos como de revista para alquilar en Airbnb. He agarrado un nicho particular de jóvenes profesionales y parejas jóvenes entre los veintisiete y los cuarenta y cinco años”, cuenta.
A Porfirio le gusta rescatar la esencia de los elementos de construcción. Trabaja mucho el ladrillo expuesto, ama la madera en acabado rústico, le gusta aprovechar las vigas para marcar espacios funcionales. “Creo que la clave es regresar al estado bruto de lo que un arquitecto quiso plantear en el espacio y trabajar desde ahí. La idea es que el trabajo no sea solo decoración, sino darle un sentido arquitectónico a lo que se plantea”, explica.
Cuatro espacios a medida
Porfirio ha seleccionado cuatro proyectos: un dúplex que debe cumplir con dos funciones –vivienda y oficina para Knot Planners, una empresa de planificación de bodas–, un departamento para una pareja joven, otro para un profesional soltero, y un penthouse con espíritu de hotel boutique.
El primer espacio, preparado para Knot Planners, debía cumplir con las necesidades de un home office. “En el primer piso, se propuso una mesa larga para armar las muestras. Se armó una vitrina con todos los elementos de decoración que usa la empresa para el matrimonio. Funciona como un showroom”, explica. Al otro lado de la mesa se idearon dos escritorios para cuando la empresa amplíe sus operaciones. El walk-in closet del primer piso se transformó en una kitchenette para atender a las parejas visitantes.
El segundo es un departamento que debía cumplir dos funciones: aportar un rincón para trabajar en casa y ser un espacio para entretenerse con los amigos. “Propusimos muebles a escala. Suprimí la mesa de centro y la reemplacé por mobiliario para sentarse”, cuenta Porfirio. Sugiere, también, preferir las mesas laterales de apoyo en salas angostas. El detalle lúdico se logró con la alfombra a rectángulos.
Al otro lado de la sala, se proyectó un bar con un diseño industrial ubicado al lado de la terraza. Y, al frente, en una esquina escondida, se planteó el escritorio que necesitaba el cliente. “Originalmente, ese espacio tenía un punto de agua, tal vez para el bar o para instalar un lavadero. Lo anulamos y creamos allí un escritorio encajonado. El espacio debía tener cierta privacidad, pero sin dejar de estar relacionado con el área lúdica”, afirma.
El tercer proyecto es el departamento de un joven profesional, y llegaba con algunas desventajas. La división que separaba el dormitorio de la sala y cocina era una pieza de melamine que, al otro lado, albergaba el clóset. “Encerramos ese espacio en un bloque de madera y convertimos un defecto en un statement de la casa. Ahora, el clóset ni se nota, y el bloque hace juego con el respaldar de la cama, diseñado de la misma forma”, explica Castro. Se escogieron sillas transparentes para la mesa del comedor para aligerar el espacio y no interrumpir la visión a los muebles de la sala. Truco, por cierto, muy usado por el interiorista para dar aire a los espacios pequeños.
Adiós al all-white, bienvenida la funcionalidad
La tendencia de utilizar solo muebles blancos en departamentos pequeños es una opción, mas no una obligación para este tipo de espacios. Si se quiere adoptar color, Porfirio sugiere que la paleta de colores contenga como máximo cinco tonos.
Esto sucede en el cuarto proyecto, el penthouse, que tenía un requerimiento específico: parecerse a una habitación de hotel boutique que el dueño había visitado recientemente en Europa. Pero también tenía que aportar la mayor funcionalidad posible. “Coloqué un zócalo negro alto y un volumen revestido de madera que daba la sensación de tener una chimenea frente a la cama. En realidad, es el espacio para el televisor. A un lado, ese zócalo negro permite esconder un frigobar”, dice. Crear muebles de un solo bloque que escondan cajoneras, roperos y piezas mayores como refrigeradoras es un must para Porfirio. Lo mismo va para utilizar el mismo tipo de piso en diferentes espacios para hacerlos ver más amplios.
“Lo que tiene que cambiar es la intención: de hacer el espacio más grande a lograr que el espacio sea funcionalmente inteligente. Creo que hemos estado subestimando el potencial que tienen los departamentos chicos. El reto es disimular los volúmenes y dificultades arquitectónicas que hacen ver los espacios más chicos”, afirma el interiorista. Este año, Porfirio participará por primera vez en Casa Cor con la propuesta para un espacio pequeño firmado por su estudio. Su trabajo atestigua el esfuerzo que está haciendo en lograr ese viraje.
Artículo publicado en la revista CASAS #261