Sus intervenciones combinan materiales refinados con elementos irreverentes. Y este dúplex no fue la excepción: aquí la propuesta de Jordi Puig se centró en acabados contemporáneos y una decoración ecléctica, impregnando los ambientes con un aire cosmopolita y atemporal, sin rigidez.
Por Gloria Ziegler/Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Primero hay que derrumbar los mitos: la innovación en la arquitectura de interiores y la decoración no se limita a materiales de última generación o intrincados mecanismos para crear una casa “inteligente”. A veces, y más a menudo de lo que suelen admitir los nuevos gurús, todo anida en lo inesperado. En la utilización de un revestimiento sobre superficies atípicas. En la jerarquización de los espacios con elementos pensados para otros usos. O, incluso, en la creación de separaciones ambientales con guiños voyeristas.
Y, en eso, Jordi Puig es uno de los profesionales peruanos con más experiencia. “Siempre me ha gustado buscarle la parte fun al interiorismo. En cierta forma, es como tomarle el pelo a las cosas; pero sin perder el buen gusto”, dice. Esa premisa, que se ha convertido en una suerte de manifiesto para su estudio, resulta especialmente notoria en uno de sus últimos proyectos de interiorismo y decoración: un dúplex de estilo ecléctico y atemporal, en un área de San Isidro rodeada por casas y edificios bajos.
La dueña del piso –propietaria de Trazzo, una compañía especializada en iluminación y muebles de diseño internacionales– buscaba una propuesta elegante y contemporánea, pero sin la rigidez que puede caracterizar a los departamentos familiares. Así, la intervención de Puig comenzó con un trabajo profundo, que implicó el cambio de acabados en techos y pisos, el rediseño de una escalera, e incluso las separaciones de las áreas principales con piezas de carpintería metálica y cristal, para generar nuevos accesos. “La idea era crear una conversación más dinámica entre los ambientes”, explica.
Puntos de equilibrio
El concepto de este dúplex, ubicado en el último piso de un edificio de Mario Lara, nació con un recuerdo. El de los lofts en Barcelona con arquitectura clásica y estética contemporánea. “No se pueden comparar porque son construcciones muy distintas. Y, en este caso, era un edificio nuevo. Pero había algunas reminiscencias en las molduras, y en las sensaciones que transmitía el espacio”, cuenta Puig.
Su propuesta, entonces, planteó un equilibrio entre las líneas arquitectónicas del edificio y acentos modernos. Así, incorporó una pared de mármol como división del hall de ingreso y el comedor, reemplazó los muros no estructurales que conducían hacia el salón por una mampara de carpintería metálica con vidrio –que conserva la división de los ambientes, generando más amplitud–, y rediseñó la pared que oculta la escalera al segundo piso, con un enchapado de madera que, luego, sería intervenido por el artista Jorge Cabieses.
En el ingreso al salón creó, asimismo, una jerarquización poco convencional del ambiente: allí, en lugar de recurrir a una alfombra –el elemento tradicional para conseguir este efecto– instaló un enchape de maderas dentadas en el techo. Y colocó, por último, un piso de madera espigada de tipo roble, que se mantiene como elemento cálido en los ambientes principales de la primera planta. “La idea, al jugar con todos estos materiales, era realzar la belleza natural del espacio”, explica Puig.
El segundo nivel, por otro lado, era uno de los ambientes con mayor potencial. Pero encerraba también un reto importante: adaptar las terrazas –una delantera y otra posterior– para crear dos jardines impensados hasta entonces; además de un área de parrilla y una sala de estar, aparte de generar volúmenes que permitieran ocultar los tableros de un departamento automatizado.
Un festín cosmopolita
“La propietaria del departamento es una mujer que viaja mucho, por trabajo y por estilo de vida. Pero que, a la vez, es muy familiar. Por eso, en la decoración intenté reflejar esas dos facetas”, cuenta Puig. Con esta idea, planteó un estilo cosmopolita y atemporal, con ciertos toques refrescantes. De esta manera, la paleta de colores –delineada inicialmente con materiales constructivos como la madera, el fierro y el mármol– incorporó acentos atrevidos con el mural de Jorge Cabieses, en la escalera; tonos jade en el comedor, y la presencia de vegetación planteada en colaboración con la paisajista Titi Laurie en todos los niveles del dúplex.
El estilo contemporáneo de los nuevos acabados, asimismo, está rematado por las líneas elegantes del mobiliario: una selección que fusiona una consola vintage, en el ingreso; con muebles italianos –de B&B, Moroso y Cassina, entre otras líneas europeas trabajadas por Trazzo Home– y algunas piezas diseñadas por el estudio de Puig, para el salón y el comedor, junto a una cuidada (y divertida) selección de obras de arte.
“Creo que hemos logrado un departamento que se va a mantener vigente por mucho tiempo, tanto por el nivel de sus muebles como por los acabados. Es muy redondo en su esencia”, dice Puig, orgulloso. Como quien entiende, de golpe, que se ha salido con la suya.