A simple vista, no se avizora otra. Esta casa, diseñada por José Orrego y ubicada en una urbanización de Cieneguilla, parece única en el paisaje. Con sus cuatro fachadas, la textura y los colores propios de los materiales se funden con el entorno, hasta apropiarse de él.
Por Laura Gonzales Sánchez / Fotos de Juan Solano
Esta casa diseñada por José Orrego ha sido uno de los encargos más gratos que ha recibido su estudio, Metrópolis. Ha permitido que él y su equipo exploren algunas ideas que les rondaban desde hace algún tiempo. Como, por ejemplo, la de trabajar con volados importantes. “Tiene una losa postensada que hace que la casa ‘vuele’ alrededor de seis metros y cree una tensión volumétrica sobre el paisaje”, explica el arquitecto, quien en este proyecto ha desarrollado por primera vez postensados a esta escala: es decir, en proyectos domésticos.
Asimismo, el hecho de que la propiedad se asiente en un lugar donde por el momento no hay vecinos lleva a gozar de las visuales controladas de un paisaje tan peculiar como el de la sierra de Lima. En la zona, los lotes son generosos, particularmente el terreno con pendiente sobre el que se asienta este proyecto, que tiene más de dos mil metros cuadrados de área total, de los cuales se han construido cerca de setecientos.
Espacios activos
La casa se ha resuelto en dos plantas más un pabellón de servicio, este último semienterrado e independiente, y contiguo al estacionamiento. Allí, tras bajar una escalera, se accede a un patio con jardín a cielo abierto, dos dormitorios, zona de lavandería, sala de estar y baño completo de servicio. En el primer piso del otro volumen, el principal, están las áreas sociales y la cocina, que es un espacio también para compartir. Los dormitorios, salvo el principal, se han reservado para el segundo piso.
“La casa ha sido pensada como un gran pabellón para disfrutarse de forma compartimentada. Un lugar donde se activan los ambientes cuando se recibe gente, y se desactivan cuando los propietarios están solos. Este es el concepto”, acota Orrego. Sin embargo, cuando los propietarios están solos, no cabe la palabra aburrimiento, porque tienen la posibilidad de dedicarse a sus aficiones favoritas, como trabajar en los jardines y el huerto o nadar en la piscina, que, como elemento escultórico, suma una cascada.
Texturas al natural
Nada en el diseño ha sido dejado al azar. La paleta utilizada en la arquitectura y el interiorismo se encuentra plenamente vinculada a los colores del paisaje. Como preámbulo, se definió que la gama de verdes marcaba el entorno, y se optó por un material como el concreto expuesto, porque ambos congenian muy bien. También eligieron enchapes de piedra talamolle, cortada en forma de fachaleta o franjas pequeñas, a los que se agregó madera, por su calidez y el contraste que ofrecía.
“Queríamos una volumetría clara que se viera atemporal, con materiales que puedan tener una permanencia en el tiempo y que no requieran mucho mantenimiento”, explica Orrego. “En cuanto a los pisos, se usó el porcelanato tipo madera por su practicidad, porque cuando queda instalado, uno lo lee como si fuera madera y lo incorpora de inmediato a los otros materiales utilizados”.
Vivir en el campo
Según el arquitecto, esta es “una casa de situaciones”, porque sus usos se adaptan al número de ocupantes y a cualquier estación del año, lo cual lo lleva a una reflexión. “Este proyecto no hace más que abonar al fenómeno que está ocurriendo desde hace algún tiempo. Los propietarios están dejando de ponerse esos límites entre lo que era una casa de invierno y una de verano. Ahora se empiezan a usar las casas estacionales de diferentes formas y en todo momento. Esto es producto del tráfico que hay en Lima, que nos lleva a pensar que uno se encuentra más cerca de una casa de estación que de la que se encuentra en la ciudad”, señala Orrego.
Desde luego, este es un reto para los profesionales de la arquitectura, porque hoy se deben fusionar las comodidades en ambientes muy amplios. Y si se trata de un proyecto como este, que permite hacer una casa de cuatro fachadas con gestos volumétricos imposibles en lotes compactos, es un asunto mayor. “Porque moverse en cuatro frentes en el paisaje es el proyecto ideal”, concluye el arquitecto.
Artículo publicado en la revista CASAS #268