El diseño interior de este departamento en San Isidro fue un reto para Ana Vega Soyer, pues debía adaptar los muebles y obras de arte de los propietarios a un espacio con otras dimensiones y distribución.
Por Caterina Vella / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Ana Vega Soyer tenía once años cuando su tío, el arquitecto Emilio Soyer, llegó de visita con los planos de la ampliación de la casa familiar. Su mamá estaba embarazada y había que prepararse para la llegada de una nueva bebé. Hasta ahora recuerda el momento preciso en que Soyer desenrolló sobre una mesa los planos de papel mantequilla con la propuesta de remodelación de la casa de Chacarilla. “¡Vi los planos y los proyecté en 3D en mi cerebro!”, exclama. El reconocido arquitecto no había llevado un dibujo a mano alzada, ni una perspectiva, menos una maqueta. Sin embargo, la pequeña Ana había logrado visualizar todo el conjunto. “Será un tema genético”, dice.
Culminada la ampliación, era necesario decorar. “Me acuerdo ir a las tiendas de tela, envolverme en ellas y decir: ‘Voy a hacer esto por toda la eternidad’”, cuenta. Ahora, Ana es propietaria de Studio Soyer, donde brinda atención personalizada a sus clientes en el detallado proceso del diseño interior, que puede durar hasta dos años. “Me encargo de poner hasta la última flor. Es terapéutico, se vuelven mis mejores amigos”, dice entre risas, con los labios pintados de rojo, en su estudio ubicado en San Isidro.
Armonía ecléctica
Uno de sus últimos trabajos es este departamento, ubicado en el parque El Olivar, de San Isidro. Conocía bien a los propietarios. Pocos años antes les había hecho el diseño interior de su departamento en Chacarilla. Sin embargo, decidieron mudarse antes de lo previsto. Esto constituyó un reto para Vega Soyer, pues la clienta le advirtió que no quería hacer nuevos muebles, sino aprovechar los que tenía. “Lo más fácil era decir que no se puede, pero lo que hice fue descomprimir los muebles. Realicé un levantamiento de todos y, de acuerdo al plano de distribución, los armé como si se tratara de un Lego para lograr que funcionen ergonómicamente, respetando las distancias y medidas con las que debes jugar”, explica.
Una característica distintiva de la pareja de propietarios es su colección de obras de arte. “Propuse molduras para hacer el departamento un poco más clásico y generar contraste. Hicimos el levantamiento de todas las paredes y dibujamos las molduras en función de los cuadros y esculturas. Logramos un mix ecléctico, pues las molduras son un elemento clásico que enmarca las obras de arte contemporáneo”, cuenta la interiorista. Un dato interesante es que antes las molduras debían fabricarse de MDF. Ahora se hacen con un foam que sencillamente se pega, pinta y endurece. Muy práctico.
El efecto sorpresa
Si bien los metrajes del nuevo departamento eran parecidos al original, la distribución era distinta, lo cual planteó desafíos. La pregunta era si querían que la sala o el comedor tuvieran vista al parque de El Olivar. Optaron por la sala, lo cual obligaba a ver el comedor desde la puerta de ingreso del ascensor. “¿Entrar y ver el comedor? No es común en Lima. Siempre entras a la sala”, explica Vega Soyer. Para solucionarlo, decidió crear un luminoso punto visual que atrajera miradas y dejara el comedor en segundo plano. Diseñó y mandó a hacer una consola clásica de color blanco con detalles en dorado a juego con las molduras del departamento. En la pared, colocó una sensual fotografía en tonos amarillos y, sobre la consola, una lámpara de mesa Oda diseñada por Sebastian Herkner para Pulpo, inspirada en un globo de luz. Siguiendo con los destellos atrapamiradas, debajo de la consola destaca una instalación con luz y cables expuestos, que crea un look ecléctico que no pasa desapercibido y funciona como un imán para los visitantes por la riqueza de los elementos.
A veces olvidado, el baño de visitas es un ambiente que a Vega Soyer le gusta mucho intervenir, pues le permite jugar. “Son espacios pequeños, casi secretos, la experiencia tiene que ser fuerte, porque entras y sales rápido”, dice. Al ingresar a este entorno, se emprende un viaje a un exótico paraíso, revestido con papel vinil plastificado de Romantex y con un lavabo de espléndida cuarcita trabajada en acabado brush para sentir la textura de la piedra natural, un cuadro por sus vetas y gamas de colores. Sobre el lavabo destacan un rollo de papel higiénico y un desatorador lila. ¿Olvidaron guardarlos? ¿Un descuido? “Son obras de un artista empírico que descubrió mi clienta en el sur de Italia. Los pusimos como detalle lúdico. Todos los que entran al baño los tocan. Es como un juego”, comenta Vega Soyer, encantada de lo que hace.