La expansión acelerada y desordenada que Lima ha experimentado en los últimos treinta años la ha convertido en una ciudad inmensa y profundamente ineficiente. Tres expertos reflexionan sobre la necesidad de dinamizar nuestra capital a partir de una densificación urbana ordenada.
Por Edmir Espinoza / Foto destacada: Omar Lucas
Lima es una gota de aceite oscuro. Una gota gorda que con el pasar de los años se ha expandido sobre el suelo urbano del desierto, hasta rebasarlo y ocupar fértiles valles en la periferia. Hoy, esa gota urbana habitada por diez millones de peruanos se ha convertido en una mancha amorfa e inmensa que sigue creciendo en todas direcciones y sin ningún control.
Aunque existen precedentes de expansión urbana de las características de Lima, llama la atención el ritmo en que lo ha hecho, siendo uno de los crecimientos poblacionales más rápidos de la historia reciente. Los factores endémicos que propiciaron este fenómeno migratorio fueron varios: la falta de oportunidades en las áreas rurales, las crisis económicas y el terrorismo en la selva y la sierra del país hicieron que, a principios de la década de los ochenta, un gran contingente de peruanos decidiese trasladarse a la capital en busca de nuevas oportunidades.
Pero este rápido aumento poblacional, que de acuerdo al INEI pasó de 3,5 a 9,1 millones en apenas tres décadas, no fue el mayor de los problemas. Según cálculos de Grade (Grupo de Análisis para el Desarrollo), Lima se ha expandido en territorio un 35% en los últimos veinte años. Ante esto, Álvaro Espinoza, economista e investigador de la entidad señalada, clarifica la estadística. “Esto significa que el modelo actual que tenemos en la ciudad es ‘a una familia nueva, un lote nuevo’. Y el problema es que ese lote nuevo necesita tuberías, tendido eléctrico y una gran cantidad de servicios ciudadanos. Y esto es carísimo para la sociedad. Lamentablemente, la única política pública consistente del Estado en cuestión de vivienda ha sido dejar que la gente ocupe el terreno”, comenta el economista, quien cree que la densificación urbana es una alternativa lógica en búsqueda de convertir a Lima en una ciudad más eficiente.
Densificar para ser más eficientes
“Lo que hace que las ciudades sean más productivas que el campo son las economías de aglomeración; es decir, la proximidad de mucha gente produce muchos intercambios e interacciones, y es ahí donde salen las ideas y la innovación. Por otro lado, la empresa que está en una ciudad está cerca de todos los trabajadores, y entonces hay un mejor emparejamiento y la oferta y la demanda se encuentran en un solo lugar”, explica Espinoza, quien entiende que la densificación urbana es la mejor forma de promover estas economías de aglomeración. “Cuando las ciudades son muy grandes y muy poco densas, ocurre lo que aquí: la gente de Lima norte no accede a las empresas de Lima sur. ¿Por qué? Porque es imposible llegar”, refiere.
Muy similar es la postura de Paloma Ruiz, experta en transporte urbano en CAF – Banco de Desarrollo de América Latina, quien explica en su artículo “El costo social de un transporte urbano ineficiente: una aproximación numérica al caso de Lima Metropolitana”, publicado en el documento “Transporte y desarrollo en América Latina”, del CAF, que el problema de la falta de empleo formal en la ciudad podría no estar en la creación de más empleo formal, sino en la creación de más empleo formal geográficamente accesible, cercano. Para Ruiz, “es probable que un problema fundamental tenga que ver con que las personas están mal comunicadas con las oportunidades laborales formales. Y, en consecuencia, muchas personas eligen la informalidad cercana a sus hogares frente a la formalidad alejada”.
Si bien comparte la misma idea, para Guido Borasino, magíster en Planificación del Desarrollo Urbano por University College London y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la clave del concepto de ciudad compacta no está tanto en la densificación misma, sino en la accesibilidad a servicios que esta promueve a partir del desarrollo de nuevas centralidades. “Lo importante es la accesibilidad que genera la ciudad compacta. Acceso a empleo, espacios públicos, esparcimiento, servicios educativos, comercio, etcétera. Y para ello, debemos pensar en un desarrollo urbano que promueva la densificación y genere distintos usos de suelo y mayor accesibilidad, pero siempre en función de la calidad de vida. Sin embargo, la densificación también puede generar externalidades negativas, como la congestión o la sobrecarga de servicios. Para ello, es fundamental desarrollar nuevas centralidades dentro de la ciudad, y promover buenos sistemas de movilidad y transporte, espacios públicos y vías”, refiere Borasino.
Planificación urgente
En este contexto de expansión desbordada, la única alternativa parece ser repensar la ciudad. Al respecto, el arquitecto y urbanista Aldo Facho explica que es aquí donde entra a tallar la planificación. “La planificación urbana es importante porque, cuando uno planifica, lo que hace es mirar la foto grande, entender la ciudad en forma integral. Pero para ello es necesario negociar un modelo equilibrado de desarrollo con las empresas inmobiliarias y con los propietarios. Densificar de forma equilibrada, generando zonas más atractivas para seducir a la industria inmobiliaria. Pero, ojo, la densidad no se debiera medir solamente por tener edificios altos. Ese es un enfoque equivocado. La densidad no es tener veinte edificios altos, sino ochenta edificios medianos”, señala Facho.
Si bien la expansión en tamaño de la capital linda con lo insostenible, existen condiciones para pensar en convertir a Lima en una urbe más compacta, en donde los servicios ciudadanos puedan llegar a más gente, sean más baratos y puedan generar mayor bienestar. Facho explica que en Lima hay suelo de alto valor urbano y muy fácil de densificar, como el Cercado oeste, que hoy está ocupado por grandes fábricas y por predios logísticos usados como almacenes, y que tienen todos los servicios públicos resueltos. “Tienen transporte público, aeropuerto y puerto cerca. Lo tienen todo. Y esta zona tiene mayor valor comercial que San Isidro, aunque no lo creas. Ese suelo podría resolver la demanda inmobiliaria de la ciudad de los próximos diez o quince años, tranquilamente. Pero para ello necesitas planificar y concertar. Hablar con todos los actores y promover un modelo eficiente, en el que todos ganen”, dice.
Vivienda social densa
Otra oportunidad largamente postergada es la creación de un verdadero programa de vivienda social, que debería seguir un plan de densificación de zonas de la periferia. Según estudios recogidos por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú, el 30 % de la población de Lima Metropolitana vive en las laderas de los cerros, zona de alto riesgo sísmico no mitigable.
Para Álvaro Espinoza, la única forma de que la población no siga subiendo a las laderas de los cerros es densificando la ciudad. “No hay otra. Y no lo haces en Miraflores o San Isidro, densificas en Huaycán, en Villa María del Triunfo, en la zona plana y que ya cuenta con todos los servicios. Está demostrado que, cuando hay alternativas de vivienda social, como en Chile, la gente no invade. En Perú no hay alternativa, no hay programas de vivienda social. Acá no existe ese concepto. Si no hay alternativa, la gente invade. Es lógico”, comenta el economista.
La pregunta cae de madura: ¿está Lima en condiciones de seguir expandiéndose de forma informal y desordenada, generando mayor ineficiencia y menor calidad de vida en sus ciudadanos? ¿O urge una política de planificación urbana que considere promover la idea de Lima como una ciudad más compacta, eficiente y amigable? Más que los expertos consultados para este artículo, pareciera ser la misma ciudad la que pide a gritos una respuesta, como si fuera un pedido de auxilio.
Artículo publicado en la revista CASAS #273