Be Loft es el edificio residencial que Diego Olivera encargó a Jordi Puig y que imprime un estilo industrial y rupturista en el escenario urbano de Miraflores. Aquí, la creatividad emerge de un contenedor marítimo.
Por Gloria Montanaro / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
Pensar “out of the box”, o fuera de la caja. Romper el molde. Ser originales. Premisas que forman parte de la identidad de Lima Loft, la constructora en la que Diego Olivera trabaja como director creativo, y que se vertieron en esta obra arquitectónica de Jordi Puig. Un edificio boutique de diez departamentos cuya fachada revitaliza el paisaje urbano de Miraflores.
“Nos caracterizamos por utilizar un concepto bien industrial, matizado con elementos cálidos o piedras naturales. La idea en Be Loft fue crear un edificio con esa vena, que tuviera movimiento y fuera original. Que salga un poco del molde, algo que nos caracteriza como marca”, dice Olivera.
La conceptualización de la obra fue el resultado de un trabajo en conjunto. Olivera es ingeniero civil y arquitecto de interiores, y muchos de los proyectos de la constructora los trabaja él, in house, con su propio equipo. En esta ocasión, sin embargo, buscó sumar otro creativo: su amigo, el arquitecto Jordi Puig. “Una vez adquirido el terreno, en una charla amena le propuse hacer algo juntos y aprovechar para divertirnos en toda esta nueva aventura. La dinámica fue muy buena, ya que estábamos bien alineados”, continúa.
El diseño debía incorporar lo que él llama la impronta de la empresa: ausencia de espacios residuales y ambientes versátiles, con amplitud y luminosidad.
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La respuesta la encontraron en el uso de containers.
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Puig ya había incorporado algunos como diseño interior en proyectos recientes, y aquí los reversionó para lograr un frontis con personalidad. Lo hizo venciendo el reto que supone construir bajo los parámetros municipales de Miraflores. “El container está considerado una construcción liviana, a diferencia del concreto. Eso hizo que pudiera agrandar las terrazas y tener mayor cantidad de área construida”, explica Puig.
La fachada, de trece metros de ancho, marcó el rumbo del proyecto: “Era una fachada plana, sin esquina. Con estos containers individualizados pude jugar y, con cierto giro, lograr marcar la diferencia entre pisos e independizarlos. Así empecé a trabajar el concepto industrial y metí la misma chapa dentro de los departamentos para generar volúmenes”, agrega el arquitecto, quien acentuó la apariencia de estructura liviana con un deck de madera entablillado en cada terraza.
Marcar las diferencias
La propuesta moderna y rupturista de Olivera y Puig se percibe también en la recepción del edificio, pintado con un tono verde hoja que impacta y, de algún modo, se burla de la clásica salita o lobby. O en el ascensor de carros, donde un retrato hecho en grafiti imprime un look urbano e irreverente. En el edificio también hay un pulmón verde central, con plantas trepadoras sobre mallas de fierro y muros, “que le dan este contexto verde y oxígeno a la vivienda ideal”, añade el director creativo.
En el interior de las unidades, diseñadas bajo dos únicas tipologías, se unificaron los acabados. Todos los pisos se hicieron en piedra pizarra. Las cocinas, tipo kitchen center, con fierro y revestidas en granito Leather. Los baños, en terrazo vaciado. Las mamparas corredizas, en carpintería negra con vidrios arenados o transparentes y las puertas en metal. “Son realmente lofts, con techos de dos metros con ochenta centímetros de altura. No tenemos separaciones formales, sino más bien volúmenes retráctiles, integración de espacios, acabado en concreto caravista y mucha iluminación natural”, describe Olivera.
El diseño de Be Loft, en boca de Puig, propone algo diametralmente opuesto a lo que se suele encontrar en Miraflores: departamentos de 170 metros cuadrados, muy típicos, en los que se intenta resolver muchas necesidades. “Eso es lo que yo intento no hacer. Me gusta el reto del cliente diferente, que tiene un concepto de vida más abierto. Dar una opción nueva a un distrito que cada vez está perdiendo más su identidad porque se derrumban un montón de casas lindas.
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No quiero suplir lo que se está perdiendo, pero al menos intento hacer cosas divertidas y que en cierta forma le den realce y adornen la ciudad”, explica.
A eso mismo apunta Olivera, quien asegura que cada vez hay mayor demanda de propuestas de diseño con un valor agregado. “Si bien salir de la zona de confort siempre es un reto, el público peruano se ha sofisticado en los últimos años, y esto ha generado que nosotros ofrezcamos cosas más allá del mercado tradicional”, finaliza.
Artículo publicado en la revista CASAS #273