En setiembre de 2019, la sede principal de la Beneficencia de Lima culminó un intenso y minucioso proceso de restauración, realizado por Caio Roma y Rossina Targarona, y abrió su flamante centro cultural en la Casa de Divorciadas. Allí se exhibe la muestra póstuma del artista José Tola.
Por Jimena Salas Pomarino / Fotos de Janice Bryson
Cuenta Ricardo Palma que, a principios del siglo XVII, fue fundada, cerca del monasterio de Santa Clara, la Casa de Divorciadas. Ahí se recibía y cuidaba a mujeres pobres, madres solteras o aquellas que habían quedado sin marido. “Pero fue tanto lo que alborotaron las monjitas protestando contra la vecindad, que hubo necesidad de complacerlas, trasladando el refugio a la que aún se llama Calle de las Divorciadas, cerca de la Encarnación” (en “Tradiciones peruanas”, segunda serie).
En 1834, esta misma casa de recogimiento pasó a ser propiedad de la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana, institución privada dedicada a servir a las que hoy conocemos como poblaciones vulnerables: niños, enfermos, abandonados y ancianos. Algún tiempo después, el edificio dejó de cumplir su función de refugio de mujeres desprotegidas, y fue convertido en centro de operaciones de la Beneficencia. Ya en 1864, se optó por darle un nuevo aire hacia el exterior, siguiendo el estilo academicista francés, muy de moda en la época. Desde entonces, muchas gestiones han pasado por el lugar, pero la fachada y varios de los espacios interiores fueron conservados prácticamente intactos hasta el día de hoy.
Hace menos de un año, Guillermo Ackermann, actual presidente del directorio de la Beneficencia, convocó a los arquitectos del estudio Quiz, Caio Roma y Rossina Targarona, para participar en el proyecto de recuperación de todo el patrimonio inmobiliario de la Beneficencia. “En los últimos cincuenta años hubo un deterioro muy notable de nuestras propiedades, por lo que quisimos recuperarlas y ponerlas en valor, al servicio de la ciudadanía”, cuenta Ackermann. Fue el inicio de una extraordinaria iniciativa.
Una obra con historia
La primera impresión de los arquitectos al pisar el icónico edificio de la cuadra seis de Carabaya fue determinante. “Lo primero que dije fue ‘esta casona es una maravilla’… Había que hacer algo”, afirma Caio Roma, quien hasta ahora se muestra absolutamente enamorado del proyecto. Su reacción no era para menos: destacaban los enormes portones de madera, ventanales que inundaban el espacio con luz natural, un salón oval exquisito y muy bien conservado, y hasta una escalera de metal diseñada nada menos que por Gustave Eiffel, creador de la archifamosa torre parisina.
Pero lo cierto es que toda esta belleza todavía estaba semioculta: “Como los techos eran muy altos, se habían hecho altillos para dividir el espacio y crear oficinas. Todo se había transformado en una especie de pequeño ministerio”, explica el arquitecto. Por fortuna, se tuvo la visión y el empeño suficientes para restaurar los ambientes desaprovechados, cuya majestuosidad se escondía tras capas de pintura y pisos falsos. Y se halló el potencial para crear un hermoso centro cultural que narrara una historia desde sus paredes.
Trabajo conjunto
El estudio Quiz hizo la conceptualización del diseño de los espacios, pero el responsable de desarrollo de la obra a nivel técnico y de expediente fue Franz Capcha Arellano, subgerente de Ingeniería y Obras de la Beneficencia. Para Roma, Capcha era la persona idónea para esta tarea, ya que conocía al detalle las estructuras del edificio. “Gracias a una buena cadena de decisiones y al hecho de haber contado con el apoyo de un arquitecto que conocía hasta las últimas vigas y dinteles de esta casona, nos dimos cuenta de que detrás de estos muros por los que habían pasado tantas manos había la posibilidad de reencontrar la belleza en su estado más puro”, cuenta el arquitecto.
El proceso de restauración fue de abril a setiembre. Sumando el periodo de diseño, Ackermann calcula que los trabajos en la Casa de Divorciadas no superaron los seis meses. No obstante, los resultados han sido extraordinarios. “No tengo ninguna duda de que esta ha sido la recuperación arquitectónica más importante del Centro Histórico en los últimos años”, apunta. Para el funcionario, el liderazgo del alcalde de Lima, el trabajo de ProLima en el plan de recuperación, el apoyo del Mincul y el espíritu renovado de la Beneficencia han sentado las bases de un objetivo mucho mayor. “Quienes ganan, al final, son la ciudad, el vecino y el turista. Nosotros estamos trabajando de la mano para devolverles los espacios que merecen y, con ello, mejorar la ciudad”, sostiene.
Artículo publicado en la revista CASAS #279