En esta columna de opinión, el arquitecto y urbanista Sharif S. Kahatt nos explica cómo la pandemia de coronavirus está obligado a replantear el modelo de urbanidad. Hoy por hoy, los barrios de usos mixtos, aquellos donde se puede acceder a los servicios básicos caminando, son los que mejor están afrontando esta larga cuarentena.
Por Sharif S. Kahatt / Fotos de Elsa A. Ramírez
Si bien se viene diciendo desde hace varios años y en distintos medios que la ciudad de Lima está sumida en una gran crisis de urbanidad y es urgente la implementación de un plan, es durante esta cuarentena que esta situación se ha hecho palpable en casi todos los barrios de la ciudad, al margen de su poder adquisitivo o su índice de (in)formalidad.
Como lo están experimentado casi todos los ciudadanos, realizar una vida “normal” con una movilidad peatonal ha resultado una odisea o, en muchos casos, un reto imposible de cumplir. La proximidad de servicios básicos para su vida cotidiana ha resultado ser un privilegio del que pocos pueden disfrutar. ¿Por qué sucede esto? ¿Es que acaso el diseño urbano de un barrio no incluye la dotación de las necesidades básicas de los vecinos? La respuesta es positiva cuando se trata de crear urbanidad, pero es negativa cuando se piensa –erróneamente– que tener un barrio de usos mixtos va en contra de la “residencialidad”.
La idea de que los planes urbanos son mecanismos restrictivos, y que únicamente sirven para prohibir actividades “molestas” a los vecinos (electores), es equivocada. La principal función de los planes urbanos es guiar el desarrollo urbano –incluyendo el aspecto social y económico– de los vecinos, buscando satisfacer sus necesidades básicas en la vida diaria. Pues la base de este objetivo está en poder dotar al espacio urbano inmediato de locales comerciales, de salud, financieros o educativos, y lugares de entretenimiento, cultura, deporte, recreo y esparcimiento.
Esta concepción tan elemental para el ejercicio del urbanismo no solo no se logra alcanzar en los barrios de Lima, sino que incluso se increpa a quienes impulsan estas ideas, invocando el mal entendido sentido de la residencialidad. ¿Qué lugar podría ser más unívocamente residencial que un barrio que tiene todos los servicios ciudadanos en un radio de cinco a diez minutos caminando?
El modelo de ciudad que Lima ha venido consolidando está en las antípodas de estos principios básicos del urbanismo y los usos mixtos, y es quizá este momento de crisis el mejor impulso para poder hacer un cambio radical y mejorar nuestra ciudad. No podemos ignorar esta realidad revelada por la COVID-19, como tampoco debemos dejar de reaccionar realizando los cambios de zonificación, movilidad y otros aspectos esenciales en los planes urbanos para superar la crisis de urbanidad en la que nos encontramos.
Artículo publicado en la revista CASAS #280