El escultor Aldo Chaparro pasa los días de aislamiento con su compañera de vida, la artista Fernanda Caballero, en su casa de campo de Valle de Bravo, en México. Ahí, ambos diseñaron un espacio a medida que estimula su creatividad y, en tiempos como los que se viven, los acerca a la ansiada paz.
Por Jimena Salas Pomarino / Fotos de Aldo Chaparro y Fernanda Caballero
Los Ángeles, Nueva York, Lima, Madrid, Ciudad de México… Acostumbrado a pasar de ciudad en ciudad, el reconocido artista plástico Aldo Chaparro entendió que lo que le hacía falta era un espacio para reconectar consigo mismo y con el entorno silvestre. Fue en Valle de Bravo, en México, donde encontró el lugar soñado para instaurar su hogar junto con su esposa, Fernanda Caballero.
El mismo Aldo la describe como “una casa extraña”, ya que el jardín y los estudios –de Aldo y Fernanda– ocupan más área que las habitaciones. Pero, por supuesto, nada de esto es casual. “Está pensada en nuestras rutinas diarias. Nosotros nos levantamos, hacemos ejercicio (tenemos un pequeño gimnasio también), cocinamos y luego pasamos todo el día en nuestros respectivos estudios”, comenta el escultor. El estudio de Fernanda es exterior, puesto que ella requiere espacio y luz natural para pintar, mientras que el de Aldo es más privado y silencioso. “Además de un taller en forma, tenemos grúas y plataformas que me permiten trabajar piezas muy grandes y pesadas, usar maquinaria y tener algunos asistentes”, aclara el artista. “Aunque, realmente, este estudio es mi lugar para trabajar en soledad, a diferencia de los de otros lados”.
El hogar es el lugar donde siempre se vuelve
Tras el cierre de dos muestras programadas en Lima con motivo de la coyuntura mundial, Aldo Chaparro decidió adelantar su retorno de Lima a México. No fue necesario pensarlo mucho, puesto que su “casa de Valle”, como él la llama, fue concebida y desarrollada hasta en el más mínimo detalle para satisfacer prácticamente todas sus necesidades. “La finalidad última de esta casa es desconectarnos del mundo en la naturaleza”, sostiene.
De estructura industrial y estilo inspirado en el brutalismo, con fierro y concreto expuestos, la construcción bien funciona como una suerte de lienzo en blanco sobre el cual la pareja ha plasmado su personalidad y gustos en común. “Tenemos nuestra colección de textiles de todo el mundo, que tuvimos almacenada durante años porque no había dónde ponerlos, así como nuestra colección de arte y, claro, todo está lleno de mis obras y las de Fernanda”, dice.
En los exteriores, el mayor esfuerzo se concentró en resaltar la presencia de la naturaleza en toda la casa. El jardín fue un proyecto de Ana Paula Lavín y Jaime Castello que tomó varios meses de conversaciones, bocetos y trabajo conjunto con la pareja de artistas. Fruto de todo ello, se logró un aspecto salvaje y frondoso, que reúne plantas endémicas y se adapta bien a todas las estaciones, dando foco a diversas especies según el momento en que cada una florea.
Como sinceros amantes de la naturaleza, Fernanda y Aldo pensaron también en ser respetuosos con el entorno y optimizar los recursos para reducir al mínimo su impacto ambiental. Es así que, además de tener interiores con muchísima luz natural, la casa posee un sistema de colección de agua pluvial que, tras una lluvia fuerte, puede llegar a almacenar hasta treinta mil litros de agua. Por si fuera poco, cuenta con una variedad de animales adoptados, entre los que se encuentran cacatúas, hurones, perros, gallinas, peces, tortugas, entre otros. Sus habitáculos fueron diseñados de la mano del arquitecto de toda la casa, Andros Díaz, pensando en la funcionalidad y el modo de vida de cada especie.
Una mirada al futuro
Hace poco, el artista publicó en sus redes sociales: “Mientras el universo decide si nos extingue, nosotros seguimos trabajando”. Una frase tan potente como honesta que refleja tanto su pasión por el arte como por la vida, así como su compromiso con el medio ambiente.
Tras haber presentado su segunda retrospectiva en Lima y programar dos muestras con la galería Ginsberg –cuyas fechas están aún por confirmarse–, él no se detiene, contra viento y marea. Desde su estudio en la casa de Valle de Bravo, acompañado de la mujer que ama y al abrigo del hogar que él mismo imaginó, continúa su rutina, en esa casa “honesta” y sin acabados lujosos que tan solo ideó para vivir en absoluta tranquilidad.
Artículo publicado en la revista CASAS #280