El viento y el sol determinaron la forma de la Casa Textil, en Paracas. Diseñada por Arturo y Gustavo Ghezzi Novak, el proyecto emplea bloques de concreto para resguardar, ofrecer frescura e imponer una sugerente dinámica de luces y sombras. La materialidad potente, de apariencia casi salvaje, denota un trabajo reflexivo sobre el escenario en que se encuentra.
Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Iván Salinero
Desde el sur, el viento arrecia y trae consigo polvo y arena. Es su fuerza la que, junto con el recorrido del sol –intenso y prolongado–, moldeó la forma de esta casa ubicada en el condominio Viento Sur, a algunos metros de la bahía y minutos de la Reserva Nacional de Paracas. Un proyecto compacto que teje un diálogo con el desierto y el mar. Un diseño que se aproximó a la cultura Paracas para entender la dimensión de la casa en tiempo y espacio.
La Casa Textil, nombre del proyecto desarrollado por los arquitectos Arturo y Gustavo Ghezzi Novak, obedece a ese ejercicio de repensar el pasado desde donde están situados ahora: “El nombre no es un concepto, sino una gran excusa para pensar en la relevancia de la herencia precolombina como tema de reflexión en la arquitectura de hoy”, explican. Del textil Paracas rescataron ese sistema de información tangible e intangible que posee.
Los bloques de concreto llevan consigo esta información. Los eligieron porque iban bien con la naturaleza del encargo y proporcionaban claridad y orden. Los propietarios, tres amigos que tenían una conexión especial con el lugar, les habían pedido que fuera una casa austera, de fácil y económico mantenimiento, y con espacios para guardar sus equipos de deportes náuticos. “El bloque es un material modular, manejable, rudo y expresivo. Su materialidad bruta produce un fresco interior en penumbra que contrasta con la intensidad solar del exterior”, responden Arturo y Gustavo Ghezzi Novak.
Luces y sombras
La casa está planteada en dos niveles. El inferior es más calmo, con un muro curvo que dibuja una terraza interior que articula las habitaciones, cada una con su propia terraza techada. El superior cuenta con una gran terraza exterior de celebración social, desde donde se contempla la puesta del sol en la bahía. La escalera de caracol de madera de huayruro, que expone su carácter de construcción artesanal, los conecta con suavidad y elegancia.
La elegancia de la madera y la sofisticación de las mamparas herméticas de aluminio relucen al convivir al lado de los bloques de concreto, austeros y recios. “Al ser los bloques de concreto la expresión de la casa, nos interesaba asentarlos de manera irregular para avivar su expresión material. Esto le proporciona una tridimensionalidad adicional, debido a las luces y sombras que crea cada bloque sobre el otro”, explican Arturo y Gustavo Ghezzi Novak.
En el interior de la casa, las profundidades se generan con vanos libres o puertas batientes, como se aprecia al ingresar a un dormitorio o depósito. “Una de las prioridades era resolver el programa de la casa como una secuencia orquestada de ambientes que tienen una naturaleza propia, cada uno con ventilación y luz natural”, cuentan los arquitectos. Ambientes con una luz calculada para brindar un tono íntimo cuando se trata de los dormitorios. “El sol es predecible, el viento lo es menos”, agregan.
Registros de luz
Para responder a la intensidad solar de Paracas, pensaron en ambientes de sombra dura: espacios techados y frescos que no se calienten. La terraza interior del primer nivel, que está hundida unos centímetros para evitar el paso de la arena, tiene un techo brillante: “Se convierte en una pantalla donde se registran los cambios de luz durante el día”, afirman Arturo y Gustavo Ghezzi Novak.
En el segundo nivel solo está cubierto el treinta por ciento del espacio, por normativa del condominio. Bajo techo se encuentra la cocina abierta, integrada a un espacio contemplativo donde descansa la chimenea. Un lucernario con bloques de vidrio en el piso exterior lleva luz a la zona de depósito que se encuentra debajo. Es un punto previo antes de dar con el deck de madera que antecede al jacuzzi y la piscina, colocados en lo alto del podio: la recompensa final de dejar la ciudad y establecer contacto con la naturaleza de Paracas.
A los lados, las jardineras funcionan como barandas y a la vez se vuelven artefactos que contribuyen a mitigar la fuerza del viento, más aun con la vegetación crecida. A diferencia de los bloques, están fabricadas en concreto armado encofrado con tablas verticales, como el cilindro de la escalera. Una estética que hace clara alusión al desierto, que aporta ese rasgo atemporal al diseño y que, sobre todo, se planta de cara al viento y al sol.
Artículo publicado en la revista CASAS #281