La luz, el detalle exquisito y la cocreación son las herramientas de trabajo de Belén Rodríguez, una muralista española asentada en Lima desde 2015 cuya misión es dar nueva vida a los espacios interiores.

Por Jimena Salas Pomarino / Retrato de Paula Virreira

Belén Rodríguez mural

Uno de los murales favoritos de Belén Rodríguez: la vista de la calle Segovia, en un pequeño departamento madrileño, propiedad de un anticuario.

En cada uno de los aspectos posibles, este es tiempo de mirar hacia adentro: la coyuntura actual invita a la introspección y obliga a pasar más tiempo entre cuatro paredes. Quizá por eso cada día inventamos formas de armonizar los espacios; necesitamos más luz, más aire, mayor sensación de amplitud para adaptarnos a la tan mentada nueva normalidad.

En este contexto, el arte de Belén Rodríguez cobra nuevo sentido. Su trabajo sobre las paredes siempre estuvo enfocado en generar alegría y sensación de bienestar. Pero hoy, más que nunca, se inspira en el potencial del muralismo y, en particular, de la técnica del trampantojo (precioso término heredado del francés trompe-l’œil, que significa “engaña al ojo”) como vías para elevar el espíritu.

Belén Rodríguez mural

Una pared de tres pintadas en un comedor. Se pusieron cuatro lienzos encajados, para que el día de mañana cada hijo tenga una vista de su finca.

“Aparte de lo ornamental, una de las funciones del trampantojo es transformar el espacio en tu beneficio, sacarle el máximo provecho. Es una trampa al ojo que te hace ver que hay lo que no hay: que hay luz donde no la hay, que hay libertad donde no la hay… Sobre todo en estos tiempos, es muy importante sentir que puedes salir al exterior desde el interior”, cuenta la pintora española asentada en el Perú desde hace varios años.

Belén Rodríguez mural

“El mural, respecto del papel pintado (wallpaper), tiene muchas ventajas: una de ellas es la originalidad y otra, la exclusividad”, explica Rodríguez.

Vivir dentro de un cuadro

Sensible y curiosa, Belén Rodríguez toma inspiración en todo lo que encuentra, y se declara feliz cada vez que crea una nueva ilusión a la vista. Recuerda con especial ternura a una clienta que amaba las flores, pero a quien estas le producían una alergia irreconciliable. La solución: “plantarlas” en sus propias paredes. Con la ventaja adicional, por supuesto, de que estas especies jamás se marchitarían. “Hago realidad cosas que son imposibles. Eso es lo que hace el arte: el límite es tu imaginación. O mejor aún, en mi caso, mi imaginación y la del cliente. Y eso es muy bonito, porque me encanta el trabajo en equipo”, explica.

Belén Rodríguez mural

Intervención en espacio exterior. La artista adapta sus propuestas al espacio y al deseo de cada persona, sumando funciones prácticas a su obra, tales como disimular o resaltar cualidades del lugar.

Fue un artista irlandés, amigo suyo, quien le dijo que tener un mural en casa es como vivir dentro de un cuadro. Esta idea la acompaña en cada momento, sin importar si pinta en la pared de una oficina, un restaurante, el salón de una casa o la habitación de un departamento. Así, por ejemplo, recientemente trabajó por encargo de la decoradora Francesca Reátegui en un ambiente para una empresa de tecnología, en el cual concibió una Lima futurista, con líneas de alta velocidad, autos voladores y cohetes. En el local de una popular trattoria limeña, en cambio, encontró a su musa en la mirada más clásica, con una recreación de los murales de Pompeya. Y antes de iniciar el confinamiento, se había embarcado en el ambicioso proyecto de realizar un mural abstracto en el café restaurante Colonia & Co., a manera de performance delante de los clientes. “Incursionar en nuevos lenguajes es algo que me apetece mucho”, agrega.

Belén Rodríguez mural

Detalles del mural en una empresa de tecnología, con la visión de una Lima futurista.

Un mundo por descubrir (en nuestra propia casa)

El desarrollo del muralismo es todavía incipiente en Lima. En Europa, en cambio, es un recurso artístico con éxito, ya que ahí los espacios tienden a ser más reducidos. Dibujar sobre las paredes resulta entonces una estrategia muy efectiva para “agrandar” los ambientes, dotándolos además de calidez y singular belleza.

“Uno de mis murales favoritos es una ventana que abrí en un espacio pequeño”, cuenta Rodríguez. Era un chico joven que comerciaba con bodegones de flores holandeses del siglo XVII. Tenía una casa chiquitita en Madrid de los Austrias, preciosa, y quería abrir una ventana gigantesca con una vista a la calle Segovia, que es una calle emblemática”. Generar una vista a través del mural es un efecto mágico que abre todo tipo de posibilidades para ornamentar y, al mismo tiempo, hacer funcionales los sitios que habitamos.

Belén Rodríguez mural

El cielo estrellado en una casa particular en Biarritz, donde se conforman las figuras de los signos del zodiaco, inspirado en William Morris.

“Una de las funciones básicas de lo que hago es poder ampliar el horizonte de lo que tengo enfrente; por ejemplo, colocando el campo de la Toscana donde existe un muro. De esta forma, el ojo se aleja, se proyecta, en vez de tener solo una pared a un metro de distancia”, afirma la artista. Esa es una de las cosas que más le complacen: expandir horizontes inspirada en la naturaleza, el arte clásico y el contemporáneo, el cine, el teatro, la ciudad y todo lo que la rodea. Su oficio y talento la han llevado a profundizar en el concepto de vivir el exterior desde el interior, tanto desde el punto de vista físico como psíquico. Y eso, hoy en día, se hace más que deseable, fundamental.

Artículo publicado en la revista CASAS #282