El interiorista Ro de Rivero ha dado vida a un moderno y minimalista departamento en Miraflores con una línea monocromática. A partir de la elección y repetición de unos pocos materiales, apunta a construir una historia. Piezas que se vuelven trascendentales y ambientes cotidianos que se transforman en altares para celebrar los rituales de la vida.
Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Vinicios Barros
El paisaje exterior aúna el pasado con el presente: la Huaca Pucllana asoma por encima de las copas de los árboles, y sobre ella sobresale el edificio moderno de una clínica miraflorina. Es el recordatorio del lugar donde se encuentra este dúplex de casi doscientos metros cuadrados: Lima. De no ser por esa vista, tras atravesar la puerta de ingreso, uno podría perder el sentido de ubicación. “Escapar de tu propia ciudad y al mismo tiempo mantener nuestra cultura milenaria, ese contraste es muy interesante”, dice Ro de Rivero a propósito de este proyecto.
El nuevo propietario de este departamento es un conocido cliente de De Rivero. El requerimiento era volver lo que fue un hogar familiar en un man cave: más que una casa, un espacio centrado en el cliente. En sus placeres y goces. “Tuve carta blanca para trabajar y pude tener acceso a acabados que normalmente no se traen”, revela el interiorista. Durante un año, desarrolló con su equipo y con Álvaro Castro la remodelación integral de este dúplex.
“La idea fue no mezclar muchos materiales, sino repetirlos para dar unidad y contar una historia”, explica De Rivero. La historia de un departamento moderno y minimalista, en donde los espacios que se suelen usar a diario se transforman en altares para realizar los rituales de la vida. La celebración de lo social y de lo íntimo.
“Me gusta lo dramático, como persona y diseñador. No me gusta nada pequeño o que pase desapercibido. Aquí no hay alfombra, ni mesa de centro, es una cocina abierta. Todo está pensado como un solo ambiente, con listones de madera para el piso y jaladores grandes, con los nichos de la repisa de doble altura a gran escala”, explica De Rivero.
Potencia singular
Cada elemento elegido adquiere una potencia singular en los ambientes. La propuesta está enfocada en transmitir con piezas de decoración que se vuelven trascendentales en cada espacio: butacas aviador de acero inoxidable que remiten a las antiguas turbinas de los aviones, el sofá Chesterfield color marrón camello, la lámpara de fierro sobre la isla de la cocina, que otorga amplitud al espacio, las luminarias tipo museo en la repisa de siete metros de alto y en la cava… Así se podría seguir enumerando cada una de las adquisiciones, donde destacan los productos de Rivelsa.
La línea monocromática en pintura, mueblería y acabados apunta a resaltar los elementos del departamento. “El gris oscuro es como un charcoal que genera un contraste muy simpático y sofisticado con los muebles. Es falsa esa creencia de que se va a reducir el tamaño”, dice De Rivero. En cada ambiente, el diseño genera contrastes, puntos focales y profundidad para dar mayor dinamismo al departamento. La elección de la moldura blanca ofrece un descanso a la vista, además de separar lo que es el techo de las paredes.
Traer el exterior
El techo de la isla de la cocina posee unos espejos con marcos de fierro negro que permiten el ingreso de la luz del exterior. El porcelanato Coverlam de Grespania, enchapado en las paredes de grandes dimensiones, es un guiño a la orfebrería peruana, dice Ro de Rivero. “Siempre busco traer el exterior, y aquí en cuanto a materiales lo puedes sentir”, afirma el diseñador peruano.
En el dormitorio, ubicado en la primera planta, ha dividido el walk-in closet mediante una celosía con acabado cebra que remite a las montañas. “Es una huaca deconstruida, moderna, como un espejo hacia ella, con esta especie de cortes”, explica el interiorista. Al lado, el baño se muestra casi como un escaparate de la intimidad, con un volado iluminado por cintas led: atractivo y seductor. Las mamparas de fierro negro terminan por enmarcar este volumen.
Encuentro entre culturas
El segundo piso es un gran espacio destinado a lo social, a cultivar los vínculos y a prolongar los encuentros. Las luces de disco de vidrio soplado del bar parecen indicar que es momento de jugar: una gran mesa de póquer se impone adelante. Al otro lado, a unos metros, se encuentran la cava y la terraza con parrilla. “El enchape de los ladrillos negro charcoal y las luces son muy Brooklyn. Te saca de Lima. Otra vez tienes la huaca con el modernismo de toda la casa”, dice De Rivero.
Afuera, la huaca milenaria descansa bajo un apacible ritmo miraflorino. Adentro, en cambio, la vida parece avanzar con intensidad y dramatismo, y con un confort sofisticado para frenar y descansar. Es parte de este relato monocromático construido con piezas diseñadas y colocadas a la medida de los espacios. Un relato en donde la ciudad podría ser otra, y quien habita el departamento, también.
Artículo publicado en la revista CASAS #284