Para muchas personas, el cambio puede ser un proceso difícil e incómodo. Para otras, una oportunidad de redescubrir todo con nuevos ojos. Alexandra Obradovich acompañó a una pareja de esposos a adaptarse a su nueva realidad, diseñando para ellos un espacio destinado a hacerlos felices.
Por Jimena Salas Pomarino / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart
La correa de cuero marrón iba perfectamente combinada con el tono de la cartera y los zapatos. Su estilo, aunque casual, era clásico y muy pulcro. Lo mismo pasaba con él, quien llevaba una camisa que parecía recién salida de la lavandería. Apenas los vio, Alexandra Obradovich se llevó la impresión de que haría un trabajo sobrio, con componentes más bien poco aventurados. Pese a que casi siempre había acertado con sus predicciones, esta vez le tocó llevarse una sorpresa.
“A medida que fui conociéndolos, me di cuenta de que estaban abiertos a millones de cosas. Creo que eso nunca me había pasado antes”, cuenta la interiorista, quien asumió el reto de diseñar junto con la pareja su nuevo espacio, desde cero. Los hijos habían abandonado el nido, la vida recomenzaba con nuevas promesas y también nuevas necesidades. Habiendo pasado de un departamento familiar amplio a un espacio más reducido, todo debía ser más práctico, pensado para dos, pero al mismo tiempo mantener la comodidad y respetar su independencia.
Romance y confort
Todo el proyecto fue pensado para una pareja que empezaba de nuevo. Él y ella querían retomar un momento de sus vidas que había sido alegremente interrumpido por la crianza de sus hijos. Fue por eso que optaron por un departamento de dos pisos, con una sala amplia y una distribución que priorizara los espacios comunes.
Eso sí: al empezar a pensar los ambientes, no pudieron evitar reservar una habitación para recibir a los hijos, por si en algún momento decidían llegar de visita. Este cuarto se encuentra en la segunda planta, mientras que el master bedroom se ubica en la primera, garantizando así la independencia de espacios y la sensación de privacidad.
El dormitorio de la pareja planteó un desafío: al instalar los muebles principales, se dieron cuenta de que la distancia entre la cama y el televisor era muy grande. La solución estética y funcional de Obradovich fue instalar un separador en medio, que acabó ampliando el espacio del clóset y convirtiendo el apoyo de la cabecera de la cama en una zapatera enorme. A partir de esto, todo empezó a encajar como en un rompecabezas.
El primer piso es el de uso más cotidiano. Ahí está la pequeña cocina abierta, con una barra de servicio que él aprovecha para servir los piqueos, cuando los esposos desean consentirse mutuamente. Luego está el salón principal, en el que Alexandra optó por incorporar rollers oscuros y generar una sensación dark sin sacrificar la luminosidad o la amplitud. Al inicio, sus clientes no lo creyeron posible, pero una vez concluido el proyecto, se dieron cuenta de que el resultado era tan acogedor como divertido, ideal para la luna de miel eterna que acababan de comenzar.
Estética arriesgada
Cada pequeño detalle del salón principal es una invitación al asombro. Destacan piezas de mobiliario negras y tapices oscuros que reflejan las pinceladas góticas que Obradovich quiso incorporar, siguiendo su propio instinto. El efecto logrado es ecléctico y a la vez sofisticado, con un aire atrevido y atemporal. La foto principal del salón es de Diego Alvarado, mientras que junto a la escalera se aprecia una pieza de arte moderno imposible de pasar por alto. La interiorista cuenta la historia detrás de este objeto: “Me llamó ella diciéndome que estaba en el MoMa, en una exposición: ‘¿Qué hago con este pan de molde?’, me dijo. Tenía que decirle que lo compre, estaba muy emocionada… Fue algo muy espontáneo, por eso parece que el cuadro rompe con todo, pero aporta”.
El baño de visitas está tapizado en papel azul con diseños geométricos, lo que genera una sensación moderna y dinámica, sin dejar de sentirse acogedor. Esta fue una apuesta por crear una suerte de “escenario sin ningún lugar”, como lo llama la diseñadora. La idea era jugar con lo disruptivo en un área de uso específico.
Al subir las escaleras, la escultura colgante del destacado artista Jesús Pedraglio anuncia un cambio de capítulo: la segunda planta se caracteriza por los espacios abiertos, una mampara enorme que conecta el comedor para doce personas con la zona de parrilla, una sala de estar con un televisor para ver los partidos de fútbol, y la antes mencionada habitación de huéspedes, pensada en los hijos.
En todo el espacio, Obradovich ha arriesgado con elementos inusuales, jugando con la luz y su ausencia a través de texturas, materiales y colores. Cuando realizó el diseño del departamento, pensó en una pareja que se reinventaba para adaptarse a una nueva normalidad. Pero hoy, cuando la coyuntura les ha obligado a atravesar más cambios que los que tenían pensados, tanto ella como sus clientes han comprendido lo que crearon en realidad: un hogar hecho para reconectar en pareja, compartir con los que se quieren y nunca, pero nunca, sentirse aburridos.
Artículo publicado en la revista CASAS #284