El estudio Domenack Arquitectos y la interiorista Carla Cánepa han comprendido la naturaleza de un terreno para trazar una casa donde el interior y el exterior se funden como si fuera un gran espacio. El proyecto se articula de manera funcional y genera recorridos para transitarla y aprovecharla siempre, beneficiándose de la luz natural.
Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Renzo Rebagliati
La casa existía primero en el relato: desde hace unos años, una pareja hablaba sobre el terreno que tenía en La Planicie. Una amplia extensión con árboles que llevaban años creciendo bajo el sol de La Molina. El matrimonio, dos empresarios con tres hijas, planeaba lo que iba a ser su hogar, con ambientes que se pudieran experimentar y usar de forma cotidiana. Una casa elegante pero a la vez relajada, donde el área social de la terraza tuviera un rol central, integrada a la sala, el comedor, la cocina y la naturaleza. La experiencia en su anterior casa, en el mismo distrito, le había dejado enseñanzas. Ahora tenía claro cómo quería transitar y vivir en este nuevo escenario.
“La ubicación y configuración de la terraza y su relación con los otros espacios fue un tema de trabajo importante. Los estudiamos mucho para poder lograr la relación ideal que buscaba el cliente”, dicen Juan Carlos Domenack padre e hijo, de Domenack Arquitectos. El emplazamiento de la casa devino de la búsqueda por maximizar la exposición de los ambientes con su entorno, con la finalidad de integrarlos con el exterior y aprovechar la luz natural.
Funcionalidad y tránsito
La casa se organiza por un gran espacio que se articula de manera funcional y crea los recorridos necesarios para aprovecharla y disfrutarla. Además de vincularla con las distintas visuales interiores y exteriores que se van enmarcando. “La relación y la tensión que se establecen entre el acceso, la escalera principal, el área social y el puente de comunicación con el área privada del segundo nivel permiten lograr este objetivo, evitando tener espacios subutilizados que son comunes en casas de esta dimensión”, apuntan los arquitectos.
Los Domenack tenían claro que, si un ambiente no se integraba de forma correcta a la casa, podría no ser utilizado casi nunca. De esa forma, se convertiría en un espacio ornamental para eventos con amigos, pero no para el uso diario. Y eso no podía suceder aquí. El cliente tenía también otro pedido especial dentro del proyecto: la cava. El lugar destinado a la colección de vinos debía estar cerca de las áreas de reunión. “Tenían la idea de usar este espacio para compartir con amigos, por eso es visible en el eje del comedor”, revelan. Transparencia y claridad para generar convivencia y armonía. Esto es lo que parece interpretarse en su propuesta.
Materialidad expuesta
El diseño arquitectónico, desarrollado en 845 metros cuadrados –poco más de la mitad del terreno–, deja a la vista la estructura para poder apreciar su materialidad: concreto, madera, piedra Huancavelica y fierro. “La expresión formal de la casa es el reflejo de su espacialidad y la solución de su estructura. Nos interesa la combinación de materiales expuestos porque revelan esta situación. Es parte de nuestro lenguaje arquitectónico”, afirman los Domenack.
Los materiales y revestimientos fueron elegidos de forma conjunta con la interiorista Carla Cánepa, quien venía escuchando noticias sobre la casa de boca del cliente desde hace muchos años. Cuando la arquitectura y el interiorismo se conectan con la naturaleza del entorno, define Cánepa, el proyecto se vuelve más auténtico. Para ella, que ya había trabajado antes con el cliente, la casa debía erigirse dentro de ese entorno de árboles y vegetación, y a partir de allí trazar una paleta de acabados vinculada con la naturaleza.
“Partimos de una gama que sea natural al entorno. El cliente quería un piso práctico pero a la vez cálido. Así, la madera se volvió un material esencial, casi en el ADN del proyecto. La tienes combinada en todo su esplendor con metales, texturas, tapices y colores neutros, con algunas piezas de arte, cojines decorativos y accesorios de color”, ilustra la diseñadora de interiores.
La madera en esa puerta de ingreso que se destaca por sus líneas y armonía; la madera en muebles y mesas de distintas formas, algunas muy orgánicas, que tejen una relación con el paisaje natural, con el que conviven de forma libre. “Las diferentes texturas y formas naturales de la madera en las piezas son las que nos dan la sensación de confort y beneficio mental que hoy todos necesitamos”, señala Cánepa.
La distribución de las piezas del mobiliario de Sierra Muebles y de Todeschini, estas últimas en la cocina, permiten también que la casa exhiba sobriedad y sencillez, distinción y unidad. Además, hacen posible una integración de los ambientes donde el diálogo entre ellos se vuelve fluido. Así, esta casa, que nació del relato de una pareja que soñaba construir en un terreno con una importante arboleda en La Planicie, termina por hablar un mismo lenguaje. Por comunicarse con el paisaje natural.
Artículo publicado en la revista CASAS #288