El arquitecto peruano Rodrigo Martínez propuso un patio interno como punto de encuentro y organizador de una casa que mira los campos de la Playa El Golf, en Asia. Debido a la amplitud del terreno, abrió los espacios y trazó líneas sobrias y volúmenes limpios que acentúan la materialidad del proyecto, cuyo interiorismo fue realizado por Andrea Jiménez, del estudio MD27.
Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Renzo Rebagliati
El volumen de la casa, blanco y sobrio, se extiende sobre ese amplio frente amarrado por una viga de concreto expuesto. Vista a lo lejos, da la impresión de ser un bloque sutil, casi una línea, que acompaña al paisaje desértico de la costa. En la entrada, el espacio abierto con una celosía en el medio resulta moderno y potente. A su lado, la puerta principal de trazos geométricos parece infranqueable y, por lo mismo, crea intriga. Desde aquí, el mar solo se puede escuchar, no se alcanza a ver. ¿Qué pasa cuando concibes una casa de playa y el mar es solo un rumor lejano?
“Le creas una vida propia. Que mire hacia adentro”, responde Rodrigo Martínez sobre el proyecto diseñado en la Playa El Golf, en Asia. Y dentro de la casa, una vez que se ingresa, se aprecia un patio interno abierto como punto de encuentro y organizador de la distribución del hogar. Diseñado bajo columnas de concreto expuesto y mamparas con marcos oscuros, el patio se transforma en el eje central que conecta las dos áreas, la privada y la social. Además de ser un punto de encuentro cuando cae la tarde, pues el viento no alcanza a penetrarlo. “Ese patio está pensado para ser usado como refugio en invierno”, apunta el arquitecto.
Mirar hacia adentro también significa, en este caso, ver lo que se tiene delante, a pocos metros, tras pasar el jardín. Y lo que se aprecia es el campo de golf del condominio. El cliente, una pareja que practica ese deporte, había pedido al arquitecto que la mayor cantidad de ambientes tuviera esa vista, por lo que no quería contar con vigas que la obstaculizaran. Desde la sala, la cocina, la terraza, el dormitorio principal y el patio interno, se logra ese cometido. “Debido a los requerimientos estructurales, decidimos invertir las vigas que soportan el techo de la sala y proyectarlas hasta la terraza, de manera que también sirvieran de soporte a los parasoles”, dice Martínez.
La materialidad de la casa hace que los ambientes se transformen en extensiones naturales, generadas por la propuesta de volúmenes abiertos, pisos sin zócalos y mamparas que se abren y generan una gran visual. “El lenguaje de la casa recoge la síntesis lograda con el cliente: líneas sobrias, volúmenes limpios y una paleta de materiales monocromática. Concreto expuesto, carpintería de color negro, y tonos grises”, agrega el arquitecto, quien contó con la colaboración de Andrea Jiménez, del estudio MD27, para el proyecto de interiorismo.
Distribución abierta
En el área privada se encuentran los dos dormitorios de los hijos pequeños, que comparten una sala de estar; un dormitorio para visitas, y el principal, que da al jardín. Mientras que el área social cuenta con una cocina abierta hasta cierto punto, pues se integra al comedor y a la terraza a través de una ventana rectangular en el frente. A un costado, posee otra barra y una puerta lateral que la conecta con el exterior, pensada en otra vía de circulación para realizar eventos familiares.
“El lote tiene mil trescientos metros cuadrados, que no es lo usual, pero tienes un área limitada para construir por reglamento del condominio, con retiros exigidos. Ese fue el desafío. Entonces abrimos esta casa de trescientos metros cuadrados para lograr hacer más espacios que la distribuyan, con otro ingreso lateral, con un depósito, área de servicio y lavandería grande a pedido del cliente. Eso hace que no se sienta pequeña en un terreno grande”, dice Martínez.
La profundidad del lote es aprovechada en las perpendiculares y visuales. Desde el ingreso ya se aprecia la piscina como un espejo de agua al fondo, con los cerros de la costa perfilándose por detrás. El detalle de las columnas de concreto del patio interno, así como las que están en la pared lateral del dormitorio principal, también crea un recorrido visual y táctil. Las pisadas también hablan del lugar en que uno está, pues se camina del piso de concreto al pasto y a la piedra confitillo. Tránsitos sencillos y constantes, que generan vida interior.
Artículo publicado en la revista CASAS #290